
La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo progresivo que afecta principalmente el control del movimiento, provocando síntomas como temblores, rigidez y dificultad para moverse. A pesar de que aún no existe una cura definitiva, los avances científicos han permitido comprender mejor la enfermedad y desarrollar nuevas estrategias para su diagnóstico y tratamiento. A continuación, exploraremos algunos de los hallazgos más recientes sobre el Parkinson y su impacto en la investigación médica.
Uno de los principales hallazgos en la investigación del Parkinson es la relación entre la enfermedad y la acumulación anormal de la proteína alfa-sinucleína en el cerebro. Esta proteína se agrupa formando cuerpos de Lewy, estructuras anormales que afectan la función de las neuronas y contribuyen a su degeneración progresiva.
Recientemente, un estudio liderado por investigadores del Hospital Clínic de Barcelona liderados por el neurólogo Alex Iranzo, confirmó la presencia de alfa-sinucleína en cerebros de pacientes que padecían un trastorno del sueño REM. Hasta ahora lo habían conseguido, de forma indirecta, en el líquido cefalorraquídeo, a través de una punción lumbar. Los resultados fueron publicados en 2021 en The Lancet Neurology.
No obstante, seguía siendo un marcador indirecto. El diagnóstico de certeza, la única forma de corroborar fehacientemente que en las zonas del cerebro que regulan este trastorno está la proteína alfa-sinucleína, solo se podía conseguir viendo la zona exacta, analizando el cerebro de pacientes fallecidos. Por ello, contaron con 20 cerebros donados por personas fallecidas sobre las que se realizaron grandes estudios y se han extraído grandes conclusiones.
Los trastornos del sueño REM, que se caracteriza por movimientos bruscos y pesadillas intensas durante el sueño, podría ser un síntoma temprano del Parkinson. Los hallazgos sugieren que la detección precoz de esta proteína podría ser clave para diagnosticar la enfermedad antes de que aparezcan los síntomas motores característicos.
Uno de los grandes desafíos en el tratamiento del Parkinson es que los síntomas motores suelen aparecer cuando la enfermedad ya ha dañado significativamente las neuronas productoras de dopamina. Esto significa que para cuando se diagnostica, el proceso neurodegenerativo ya ha avanzado considerablemente.
En los últimos años, los científicos han trabajado en el desarrollo de biomarcadores que permitan detectar la enfermedad en sus etapas iniciales. Se han realizado avances en el análisis del líquido cefalorraquídeo y en pruebas de imagen para identificar la presencia de alfa-sinucleína en el cerebro. Además, se han explorado pruebas de olfato y estudios de sueño como posibles herramientas para detectar el Parkinson antes de que los síntomas motores sean evidentes.
Aunque los tratamientos actuales para el Parkinson, como la levodopa, ayudan a controlar los síntomas, no detienen el avance de la enfermedad. Por eso, los investigadores están buscando terapias que puedan frenar o incluso revertir la degeneración neuronal. Aquí es donde el estudio del Clinic de Barcelona, liderado por el neurólogo Gerard Mayà, toma gran importancia.
“Hemos observado que en el cerebro de los pacientes que murieron sin mostrar síntomas de párkinson, diagnosticados únicamente del trastorno de la conducta del sueño REM, la proteína alfa-sinucleína estaba muy localizada, principalmente en el tronco del encéfalo. En esa zona, de hecho, hemos visto que ya se aprecia cierta pérdida de neuronas, aunque el paciente ni se da cuenta, piensa que está sano, porque no da ningún síntoma”, explica el neurólogo. Cuando esa proteína asciende por el cerebro y alcanza la parte alta del tronco del encéfalo, puede aparecer el párkinson; y al subir la afectación al sistema límbico, añade Mayà, pueden aparecer los primeros síntomas cognitivos, que ya son graves al llegar al córtex y la demencia ya es una realidad.
Una de las conclusiones más destacadas que se extrae de este estudio es la siguiente según el neurólogo Gerard Mayà: “Normalmente, hablamos de que la proteína que causa el alzhéimer es la beta amiloide —y la del Parkinson y la demencia con cuerpos de Lewy la alfa-sinucleína—, pero la realidad es que cuando miras el cerebro, sobre todo cuando las enfermedades están más avanzadas, hay un porcentaje muy alto de personas con alzhéimer que también tienen alfa-sinucleína. Y viceversa: un porcentaje muy alto de personas con Parkinson o con demencia de cuerpos de Lewy que también tienen la proteína vinculada al alzhéimer. Y esto es lo que hemos visto en nuestros pacientes con el trastorno de fase REM; domina la proteína del párkinson, pero cuando los pacientes se demencian, entonces aparece la del alzhéimer”.
El avance en la comprensión del Parkinson ha permitido identificar nuevos objetivos terapéuticos y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. La detección precoz y el desarrollo de tratamientos más efectivos son clave para cambiar el curso de la enfermedad.
Gracias a la investigación científica, hoy sabemos que el Parkinson no es solo una enfermedad del movimiento, sino que involucra una compleja interacción de factores genéticos y ambientales. En los próximos años, se espera que los avances en neurociencia y biotecnología permitan desarrollar terapias personalizadas y estrategias de prevención que frenen la enfermedad antes de que aparezcan los síntomas.
Mientras tanto, el compromiso de la comunidad científica y la colaboración con la industria farmacéutica son esenciales para seguir avanzando en la búsqueda de una cura. Cada nuevo descubrimiento nos acerca un paso más a comprender mejor el Parkinson y a mejorar la vida de quienes lo padecen.
Fuente: El País. Adrián Cordellat.
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