La mayor aspiración de cada persona, es aquella que le permita disfrutar de una salud, basada en su integridad, física, mental y emocional, sorteando cada dificultad que la vida en su camino le ofrece, porque todos también sabemos, desde que alcanzamos el juicio, que la vida no es un camino rectilíneo ni agradable.

Nacemos, y en ese mismo instante comienza nuestra lucha por alcanzar una convivencia normal, nos asimos a nuestros progenitores, buscando alimento, abrigo y calor, y nos enfrentamos con todas nuestras fuerzas a cada dificultad que nos ofrece nuestro itinerario, tratando de superarlas o esquivarlas, no obstante, nuestra finitud lo demuestra de forma inequívoca, la presencia de quejas de diversos tipos, que en la mayoría de los casos no podremos o sabremos evitar, y con ello la presencia de diferentes déficits y la necesidad de su tratamiento.

Hoy, especialmente por su frecuencia y por su coste emocional, nos quisiéramos referir a la rehabilitación en todas sus formas como tratamiento, en ocasiones referidos a la esfera cognitiva, aquella que nos permite, concentrarnos, entender, atender, razonar, aprender, comunicarnos, programarnos, realizar proyectos vitales… y que en ocasiones, por traumatismos cráneo encefálicos, ictus, tumores… se pueden ver afectadas de alguna forma, necesitando una rehabilitación por un especialista en la materia, para en algunos casos, mantener en su nivel las capacidades que nos quedan, y en otras poderlas mejorar, de acuerdo con el grado de afectación de las mismas.

En otras situaciones es el área mental la afectada, un acontecimiento que desborda nuestra capacidad de adaptación, el fallecimiento de un ser querido, una catástrofe ocasional con gran aparataje, un cambio brusco e indeseado en nuestro puesto de trabajo, el abandono de nuestra pareja de forma inesperada…, son todas situaciones, tras las que pueden surgir, primero un cuadro clínico, que responderá normalmente a un tratamiento farmacológico, para aparecer a continuación un cuadro de secuelas, que normalmente se beneficiará de una terapia rehabilitadora, capaz de llevar al individuo, al engranaje normal de su vida en su medio. Imaginemos una persona que ha sido hospitalizada por un grave problema, depresivo, maniaco, o por un cuadro alucinatorio delirante, al alta hospitalaria, una vez resuelto de forma favorable su cuadro clínico, será siempre candidato a una terapia de socialización, que le permita alcanzar aquellas cuotas de entendimiento y comunicación con los otros, con los demás, en definitiva con su medio.

No obstante, los cuadros más comunes cuando hablamos de rehabilitación, van a hacer referencia al área física, y de forma especial al aparato osteoarticular y locomotor, aquel que nos permite movernos y ejercer cualquier función en la vida. Este por efecto de un traumatismo, o una intervención quirúrgica, o enfermedad de diversas etiologías, puede sentirse afectado, necesitando, desde unas pocas semanas de rehabilitación, a meses, e incluso años, provocando un enorme desgaste emocional en nosotros, pues normalmente, además de diversas limitaciones en la deambulación, vamos a presentar dolores, que hacen más difícil la recuperación, además de más penosa y prolongada.

Un tipo de pacientes que se acerca al psiquiatra con enorme frecuencia, es aquel que, después de meses de rehabilitación, y de limitaciones ostensibles en sus movimientos y fuerza, de diferentes tipos y orígenes, presenta además un dolor permanente, e hiriente en ocasiones, que le afecta a su estado emocional, en ocasiones severo, provocando, pérdida del sueño, irritación, intranquilidad, impaciencia, frustración, soledad, en definitiva, altas dosis de malestar, que afectan gravemente al estado de ánimo, provocando al final un humor depresivo y altas dosis de ansiedad.

Además del problema origen del proceso, sea físico, mental o emocional, y las consecuencias que éste provoca en el comportamiento del individuo, hay que tener en cuenta que la rehabilitación como terapia, es muy exigente, requiere de una implicación total en el desarrollo de la terapia, un cumplimiento estricto de las normas dictadas por el terapeuta, y especialmente perseverancia y constancia, junto a altas dosis de paciencia. Lo normal en procesos graves, es que los programas se dilaten en el tiempo, y que no veamos de forma clara e inmediata una evolución favorable, esto va a requerir casi siempre, tiempo y constancia, y altas dosis de paciencia pues sólo así se podrá conseguir el objetivo deseado.

Hemos de tener en cuenta que en muchas ocasiones el objetivo va a ser, el no perder las capacidades residuales, aspecto difícil de aceptar, aunque el tiempo nos demostrará su enorme importancia, esto en su totalidad requiere de un esfuerzo permanente, poniendo todas nuestras fuerzas al servicio del objetivo final.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024