¿Quién no está impactado?, ¿quién no se encuentra entre sorprendido y estupefacto, al exhibirse desde un escenario, el atropello, la barbarie, la atrocidad o el dislate, que un hombre adulto, durante un largo tiempo ha venido cometiendo a su mujer y parece ser que a su misma hija? Todos en principio, cuando nos llega una noticia de este calado, la negamos, no puede ser, no es cierto, es sencillamente increíble, nos decimos de forma persistente, pero pasa el tiempo, que blanquea todos los más oscuros rincones del comportamiento de cada individuo, y se observa que la realidad es más brutal que cuando te llegó su conocimiento; cuando la observas, o lo escuchas, te atomiza, simplemente porque no puedes emocionalmente digerir que uno de nosotros, criaturas de la vida, pueda realizar actos de tanta crueldad.
Durante años, nos informan que el esposo, hombre en la calle educado y correcto, que cumplía con todas sus obligaciones de ciudadano, que en nada impresionaba diferente o distinto, ha venido anestesiando a su mujer, y parece que a su propia hija, para sentir el placer de que otros ciudadanos, elegidos no se sabe cómo, las violaran en su presencia; la impresión es que el placer de esa expectación, era muy superior al atropello, y destrucción de la dignidad de su esposa y de su propia sangre, su hija. Desde una perspectiva normal, de cualquier ciudadano de la calle normal, con sus competencias psíquicas conservadas, la repugnancia es tan vomitiva, que la resistencia a admitirlo aún viéndolo, al causar tanto dolor, se admite como una disfagia irresistible.
Lo más fácil como respuesta, es creer que estamos frente a un enfermo, y que es esta enfermedad, la que por la anestesia mental que sufre el individuo, es capaz de una atrocidad semejante, esto es lo más cómodo, y lo que en principio nos viene a la mente, pero no es un enfermo, es una persona que tiene un comportamiento social normal, a nadie de su entorno, cercano lejano, ha trasmitido la presencia de un síntoma asocial o de otro tipo, un hombre que ha trabajado como todos, ha tenido y parece que tiene amigos, ha cultivado cierto tipo de convivencia, y nadie ha observado un aspecto anormal del mismo.
Del aspecto espiritual o fantasioso primitivo, de las enfermedades mentales, cuyos síntomas más espectaculares siempre fueron, los delirios y las alucinaciones, lentamente se han ido estudiando, ordenando, clasificando, y tratado de ponerles una etiqueta, entre otros aspectos para buscar un lenguaje universal, para poder en la investigación saber que es lo que estamos buscando, y poderlo compartir con los demás profesionales, de tal forma que, todas las enfermedades, lentamente se fueron codificando de forma universal, por lo que cada tipo de patología, cuenta de acuerdo con la OMS con unos números, que nos indican el nombre e identidad de la enfermedad. Esto supuso un enorme paso, al surgir un lenguaje universal, pues todos los profesionales cuando hablan, escriben o publican sobre un código, todos sabemos de qué patología se trata.
Estudiado este individuo, analizada su conducta, a la vista de los hechos que se describen que ha realizado en su vida, se podría afirmar, que no cumple criterios concretos de ningún trastorno mental, no se podría identificar con ningún proceso, su cuadro es tan complejo, barroco, y enrevesado, que en principio respondería a la suma de diversos síntomas, que se observan en algunas formas de ser, o mejor al producto final de una mezcla maligna, teniendo como consecuencia, la vileza más escalofriante, dañina y salvaje.
Profundizando algo más, en lo que se escribe de los hechos, en lo que se publica, aunque obviamente uno no puede leer todo, entre otras cosas porque todo aún no se sabe, y si se sabe no se publica; se podría afirmar que es un trastorno raro, o un trastorno mixto de la personalidad, y digo mixto porque en el mismo se aprecia, sobre una base psicopática, presidida por la crueldad más exquisita, el sentimiento de irresponsabilidad y desprecio a todos, y de forma especial a sus seres íntimos, los más cercanos y por ello los más queridos; se aprecia una búsqueda de emociones explosivas, de las que se siente referente, propia de los histriónicos, junto a un trastorno de la inclinación sexual, escopofilia o voyeurismo, coctel de rasgos personales, que cristalizan en una catarsis, como respuesta a un deseo irrefrenable. Por analogía, estaríamos frente a un proceso de síndrome de abstinencia, necesitado del escenario más brutal, para liberada su tensión emocional, para iniciar de nuevo el acumulo de energía, que nuevamente necesitará liberar, siendo consciente en todo momento, de donde está y porque, y además de lo que está realizando.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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