En esta sociedad, a todas aquellas personas que han alcanzado, dentro del itinerario de su vida, un trabajo cualificado y digno, que le reporta un alto salario, que le permita instalarse en una opulenta vivienda, con servicios de calidad, relaciones sociales, a la vez de poder disfrutar de todo aquello que desee, todos estaríamos de acuerdo, en calificar de éxito, su logro.
Por otra parte, todos coincidiríamos en pensar, que esa situación no es fruto de una casualidad, más bien pensaríamos que respondería al ejercicio de un esfuerzo permanente, a una disciplina ordenada, a un trabajo sin descanso, en definitiva, o a una entrega desmedida, dirigida a la obtención de una formación cualificada, y como consecuencia, al logro de haber conseguido situarse al frente de unas responsabilidades muy cotizadas.
Esto impresiona como la respuesta a un esfuerzo, de tal forma que nuestra cultura se ha teñido de esta cultura, por ello los padres, cuando inician los hijos una determinada formación, reiteradamente recuerdan a sus hijos, la necesidad de disciplina, esfuerzo y trabajo, si quieren conseguir “algo”, remitiéndoles a las responsabilidades de algunos nombres conocidos, como ejemplo de perseveración.
Nadie hasta el día de la fecha ha negado la importancia del esfuerzo, del trabajo, de la constancia o renuncia, pero a este factor, hoy se deben sumar otros, tan, o más importantes, para la consecución de un logro exitoso. Es bien cierto que el éxito como tal, la consecución de escalones en esta carrera, tiene un gran mérito, porque responde al premio del esfuerzo, pero al final surge de una competición desigual, porque el lugar de salida, no es el mismo para todos, en nuestra sociedad tan desigual.
La pobreza cada día crece más, instalándose en lugares que nadie pensaba, así como la opulencia cada día es más numerosa, consiguiendo al final una brecha que crece, ello significa que, el que parte de una “cuna” marginal, que se esfuerza, que trabaja, cuya constancia es inigualable, jamás alcanzará al que tiene la salida en un lugar privilegiado, consiguiendo además, según el filósofo Michael Sandel, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales de 2018, un fenómeno de reacción contra las élites, que impregnan e incentivan los populismo.
Robert H Frank, economista en la Universidad de Cornell, opina que el talento y el esfuerzo producen poco, en ausencia de un entorno social desarrollado, cierto nivel de información, y de forma especial de relaciones sociales, en los núcleos de poder. A la hora de progresar en nuestra vida, llegarán, pero nunca donde aquel que nazca en una cuna cómoda y solvente, pareciendo además, según nos indica el autor, que las personas que desprecian la contribución a su éxito de un entorno positivo, disponen de una predisposición negativa frente al apoyo de inversiones públicas para mantener dicho entorno, en este sentido la meritocracia como tal, puede al final provocar mayor escisión social, y con ello mayor desigualdad.
Otro factor que hoy se tiene en cuenta es la suerte, es la posibilidad de estar en el lugar apropiado en el momento justo, juega un gran papel en nuestra historia, aunque va de la mano de las capacidades sociales, estas cuando abundan nos acercan más a los diferentes puntos de información, y en consecuencia a contar con la posibilidad del logro de aquello que deseamos.
Es importante entender, que la formación es esencial en nuestras vidas, que de ella va a depender nuestra forma de estar en el mundo, por ello nuestro primer objetivo es el de formarnos, el de adquirir el mayor grado de conocimientos, esto nos permitirá, dar sentido a través de un puesto de trabajo, a todas nuestras capacidades, sin descuidar la información, el contacto con los otros, a través de las diferentes fuentes de información, nos permitirá conocer y discernir, el perfil que mejor se adapta, a nuestra formación curricular.
A modo de conclusión hemos de saber, que disponemos de más de una treintena de inteligencias, y que esta carrera aún no se ha finalizado, de tal forma que, se irán sumando con el tiempo capacidades nuevas, que nos permitirán, conociéndolas, profundizar en el conocimiento. Desde el primer año ya disponemos de alguna habilidad especial, estas con el tiempo se van desarrollando, además de enriqueciéndose, de aquí que no tengan límite, y consiguiendo conectar con las que nos son propias, mediante un programa de estudios más participativo, podremos incrementar la capacidad de discernimiento y de crítica, junto a un pensamiento más imaginativo, profundo y creativo.
Estatus social, información, esfuerzo y suerte, es el coctel que decide nuestro futuro.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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