
El poder es en principio algo sutil, algo que no se aprecia, que no se ve, que no se toca… es como la respiración inherente a nuestra existencia, y nace y vive con nosotros, de aquí que en ocasiones le sintamos y le disfrutamos, y en otras situaciones lo suframos. Si observamos los pequeños en una guardería, enseguida apreciaremos la manifestación del mismo; cuando un niño empuja a un compañero, o le ayuda en sus debilidades, es decir, suman sus fuerzas, también acosando al recién llegado desde la participación del grupo, o defendiendo al débil frente a los otros… Todas estas situaciones son manifestaciones del poder personal, de aquí que digamos que es algo relacional, porque se ejerce en las relaciones con los otros, como personas, o formando parte de un grupo. Ostenta además la capacidad de influencia o control, aquí es la fuerza además de las habilidades, las que nos dan esa singularidad; en cuanto a los estados o gobiernos, la autoridad, deriva en algunos casos, del depósito de la confianza que han realizado los votantes, y en otros, de la autoridad que hemos conseguido por la utilización de la fuerza, por lo que el poder puede ser legítimo, cuando se ha obtenido legalmente y es un gobierno democrático, fruto de la voluntad de los ciudadanos, o ser ilegítimo, consecuencia de un asalto por la fuerza de las armas.
Esta característica de relacional, al ser realizada con respecto a otros, la observamos, además de en los individuos, en los estados soberanos, estos establecen políticas públicas, educativas, sanitarias, económicas, medio ambientales… dirigidas siempre para el disfrute y bienestar del ciudadano, o a nivel internacional, estableciendo acuerdos económicos, de seguridad, de cooperación en diferentes materias… formar alianzas, negociar tratados o participar en organizaciones internacionales.
En ocasiones, podemos observar un poder singularmente asimétrico, un estado cualquiera, al disponer de una riqueza muy superior a la que ostentan los demás, y con ello estar en posesión de la tecnología más avanzada en todos los campos del saber, especialmente el de la defensa, puede en ocasiones, mediante un atropello de los valores que nos son comunes, y que se asientan en el respeto a la soberanía de cada pueblo o nación, invadir, o incluso destruir por la fuerza de las armas, a otro u otros estados, despreciando la soberanía que distingue a cada uno, y acudiendo en ocasiones a justificaciones ofensivas, como la de que, “he cogido lo que me pertenece”, o “he destruido una amenaza”, teniendo en cuenta únicamente el botín, y despreciando e ignorando, el atropello y la destrucción de vidas y enseres que conlleva su ambición.
Esta asimetría ha sido una constante histórica, naciendo así los imperios, mediante el atropello de pueblos y la destrucción de vidas, cegados por la ambición de ostentar el máximo poder, sin tener en cuenta la desolación que dejaban a lo largo de su camino, imperios que desaparecieron finalizada la Segunda Guerra Mundial; después de seis años de de atropellos, muertes y migraciones, desaparecieron los cuatro existentes, Ruso, Austro-Húngaro, Alemán y Otomano, para surgir un mundo nuevo, distinto, creándose por acuerdo, organismos internacionales con el objetivo de velar por la paz y seguridad de las diferentes naciones. Nació así sin fisuras, la singularidad soñada y deseada por todos, con la esperanza de evitar las guerras, al temer especialmente a la tecnología, capaz de destruir el mundo conocido, y con ello llegar el apagón de nuestras vidas. La ONU, y los organismos derivados de la misma, serian el referente donde discutir todos los asuntos delicados, que las diferentes circunstancias podrían alumbrar, imponiendo desde el diálogo de las partes el acuerdo, y con este la paz.
Hoy, aquella respuesta frente al miedo ha fracasado, los organismos citados no son eficaces, y el ansia de expansión, en manos de personalidades arbitrarias, parciales y con rasgos caracterizados por la prepotencia y la soberbia, “han resucitado el Tratado de Tordesillas 1494”, repartiéndose el mundo de forma narcisista, paranoica e insolidaria. Yo me quedo con Ucrania, y aquellas tierras que algún día nos pertenecieron, y tú tomas el canal de Panamá, Groenlandia y Canadá, reforzando tu seguridad. El resto de los pueblos soberanos, desorientados y temerosos, preconizan, unos, el necesario reforzamiento de sus defensas, para poder discutir en igualdad de discusiones, y otros partidos políticos, anclados en la época Hippie del no a la guerra, preconizan la idea del disfrute materialista, sin pensar que éste no depende de ellos, hay que ganárselo.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2025
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