Nacemos a la vida sin solicitarlo, y lo hacemos mediante un enorme traumatismo, estamos en un ambiente húmedo y cálido de alta calidad disfrutando, y de forma espontánea nos expulsan, pasando a un ambiente en el que las constantes ambientales son enormemente diferentes, nuestra frustración, unida al dolor y al malestar son la respuesta, siendo este el inicio de una vida que ordinariamente nos permitirá ir repitiendo este decalaje ambiental, y con él la amargura, irritación y contrariedad.
Enseguida, en esa búsqueda de nuestra identidad como personas únicas y autónomas, que se construye a lo largo de nuestro itinerario vital, nos encontraremos con nuestros hermanos, con los que nos tocará compartir todo, así como con nuestros padres, de cuya función de protectores dependerá en parte nuestro comportamiento. La familia es el lugar base de lanzamiento, en el que hemos de encontrar especialmente comprensión, seguridad, compañía y afecto, la heredabilidad es junto con el ambiente, el factor catalizador de nuestras actitudes y sueños.
Superado este primer eslabón, se abre un camino de largo recorrido, que es el de nuestra formación, el de la adquisición de habilidades, y conocimientos, que serán el fundamento de nuestra libertad e independencia. Destacamos la formación porque es vital en un mundo competitivo, nos permitirá participar, además de aceptar desde el equilibrio emocional cualquier frustración, porque el camino no es fácil, más bien es exigente por lo desconocido, y porque somos muchos en la carrera, luego los codazos son frecuentes.
A lo largo de estas etapas, hemos de ir interiorizando lentamente que no existe lo rectilíneo, que los caminos son varios, incluso para llegar al mismo lugar, que nada es fácil, que habrá caídas, y caídas con graves repercusiones, pero que la alternativa siempre es seguir, hemos definido un objetivo y en consecuencia la perseveración es el fundamento del éxito, aunque hemos de admitir, que en ocasiones aquella identidad deseada y buscada con ahínco durante años, nos queda lejos.
El segundo eslabón nos lo encontramos en la recogida o cristalización de nuestros primarios deseos, y del que forman parte la búsqueda y disfrute de la pareja, y el placer de la independencia nacida de la ejecución de un trabajo, ambos aspectos no son fáciles, porque no hay nada fácil, pero en su conjunto, o su suma nos dará la identidad deseada o añorada durante años. La pareja nos permitirá una convivencia en la que nace una familia, que en nada se parece a las demás, sus relaciones físicas y emocionales son singulares, aspectos que exigirán un esfuerzo que será recompensado primero, con la independencia nacida de la relación económica, y después, con el placer de realizarnos ejerciendo aquello que deseemos.
El perfil de identidad que ambos factores nos pueden dar, no siempre se alcanza, las familias son diversas, y entre ellas abundan aquellas cuyos patrones de comportamiento tienen un alto nivel de anarquía, de relaciones ambiguas, de tibiezas, de desamparo, están mal organizadas, por lo que no ofrecen a sus convivientes los factores de paz, armonía, y solidaridad deseados, y el trabajo no siempre responde a nuestros deseos, cuando se consigue una respuesta social, porque un alto porcentaje de jóvenes no lo encuentra, provocando la desazón y tristeza correspondiente.
Es importante tener en cuenta, que cualquier anomalía observada en una familia, o en un miembro de ella, repercute en el resto de los miembros, amén de que puede generalizarse al resto de parientes y amigos, ello indica por su frecuencia, la presencia de ese nivel de frustración, inconformidad, insatisfacción, rabia, pena, ansiedad… en definitiva malestar, que se puede palpar en la convivencia diaria.
Como cúpula de este proceso, que la persona ha de recorrer para conseguir su adaptación, destacamos la globalización, o conjunto de fuerzas invisibles que nos zarandean, ignorando o incluso despreciando nuestros intereses como individuos, o las políticas desarrolladas por nuestros representantes, cuyo objetivo final de todos los distintos grupos es, “que hay de lo mío”, porque el voto tiene un precio, que en el fondo es poder seguir en esa carrera de sacrificios, que nadie abandona, ello en su conjunto supone, una bolsa de paro importante, afectando especialmente a los jóvenes, la pobreza que sigue aumentando y que pasa desapercibida, como ocurrió en la pandemia, así como un incremento importante de los niveles de marginalidad, junto al deterioro de los servicios públicos, especialmente educación y sanidad, amén de las ayudas a discapacitados, y grandes hileras de personas, compuestas por familias enteras, que buscan un lugar seguro donde poder encontrar un poco de paz, alimento y trabajo. Con este panorama es fácil entender el incremento que se viene observando en la población, de agresividad y de rabia.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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