El cultivo del deporte, como cualquier actividad del individuo, en este caso estimulante que genera bienestar, y con ello un mejor carácter, amén de un aspecto más saludable, alegre y noble, se inició con la aparición de ciertos brotes en colegios de élite; gimnasia básica, saltos simétricos, posturas, el salto de potro… Fue posteriormente haciéndose familiar, al irse conociendo sus efectos positivos sobre las personas, y ya el final del siglo anterior nos era cercano; un porcentaje muy alto de población, especialmente joven, practicaba deporte, fútbol, baloncesto, balonmano, atletismo… y gimnasio, se desarrollaron centros específicos donde poderlo practicar; clubs, pistas específicas municipales, campos de fútbol y baloncesto, tenis… las piscinas se propagaron desde los municipios, las federaciones fueron creciendo y multiplicándose, y con ello dando a conocer sus diferentes propuestas, hasta llegar al día de la fecha, en la que es una de las actividades que destaca, entre el campo de los autocuidados, como propiciador de bienestar; de aquí su permeabilización social.
En este tiempo se ha observado, que las personas que empiezan a hacer deporte de forma regular, su cuerpo experimenta una serie de adaptaciones, físicas y psicológicas, que hacen que el ejercicio continuado se convierta en una parte esencial del bienestar, por lo que dejar de hacer deporte, especialmente después de haber establecido una rutina regular, puede tener consecuencias negativas, tanto a nivel físico como mental. Hay varias razones, por las cuales una vez que se comienza a hacer ejercicio de manera habitual, se siente la necesidad de seguir haciéndolo; entre otras, porque al hacer ejercicio de forma regular, el cuerpo se adapta a las demandas físicas que se le imponen; el fortalecimiento de la musculatura, el aumento lento y profundo de la capacidad cardiovascular, junto a la mejora de la flexibilidad corporal y la resistencia de este, la fortaleza mental, y la satisfacción interior y el buen humor. El desentrenamiento conlleva, además de las pérdidas de las capacidades físicas adquiridas, una ralentización emocional, junto a un estado dominado por la pereza, la apatía y la desgana…
El ejercicio físico regular, programado y sentido, siempre va a tener un impacto significativo sobre nuestro metabolismo, incrementándose notablemente como respuesta al esfuerzo realizado; el consumo de calorías se incrementa de forma ostensible, se consumen más calorías que las ordinarias, por lo que su abandono, conllevará siempre un incremento del peso corporal, que se podrá evitar ajustando nuestra ingesta alimenticia a nuestra actividad. La alimentación por lo tanto deberá de cuidarse, porque el mantenimiento de una actividad física permanente, demanda un mayor consumo de energía… circunstancia que debemos tener en cuenta, porque su abandono supone siempre un incremento de nuestro peso corporal, exigiendo por lo tanto un ajuste de nuestra ingesta diaria.
También el ejercicio físico, juega un papel crucial en la regulación del estado de ánimo. El ejercicio regular está asociado con la liberación de endorfinas, sustancias conocidas como hormonas de la felicidad, estas sustancias químicas naturales, ayudan a reducir, el estrés, la ansiedad, la depresión, normalizando nuestro estado de ánimo, promoviendo un estado mental más positivo, por lo que, cuando se interrumpe la práctica deportiva, las personas pueden experimentar una caída en los niveles de endorfinas, lo que podría llevar a un aumento de: estrés, depresión, astenia, inestabilidad… Este aspecto emocional del ejercicio, es una de las razones por las cuales, muchas personas, sienten la necesidad de seguir haciendo deporte, una vez que han comenzado.
Otro aspecto importante es el hábito. El deporte cuando se practica de forma regular, se convierte en un hábito, y los hábitos una vez formados son difíciles de romper, porque están integrados en la rutina diaria de la persona. Si alguien ha hecho del deporte una parte regular de su vida, y deja de hacerlo, podría sentir una sensación de vacío o desorientación. El hábito además está relacionado con la disciplina, y el sentido de logro, por lo que al cumplir con la rutina del entrenamiento, la persona refuerza su autoestima, y su capacidad para establecer y alcanzar metas. Abandonar este hábito, puede llevar a una disminución de la motivación, y de la confianza en uno mismo.
Hemos de apuntar el aspecto social, porque normalmente éste se ejerce en un contexto social, gimnasio, club, equipo… y esta interacción social, puede ser una fuente importante de apoyo y motivación. Por lo que dejar de hacer deporte, no solo afecta a la condición física y emocional de la persona, además disminuye sus oportunidades de interacción social, algo que impacta negativamente en su bienestar.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander, 2024
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