Todos los primeros cuatrimestres de cada curso académico, no es difícil que se acerque a consulta, algún joven de primero, segundo o tercer curso de carrera, con asignaturas pendientes de los anteriores y repitiendo, portando un claro mensaje, “no me gusta lo que hago, no es mi vocación, no me siento feliz, incluso cada día paso más tiempo sin hacer nada, por esto me gustaría cambiar de carrera».
Generalmente, son personas sin problemas emocionales, con una aceptable educación, nacidos en el seno de una familia acomodada, incluso con apoyos afectivos y económicos de los abuelos, en definitiva, pudiendo afirmar que, disponen de una vida resuelta.
Iniciaron la formación universitaria que eligieron, no sufrieron ninguna presión de ningún tipo que, no fuera simplemente la derivada de la elección de carrera de los hermanos, pero nadie de forma específica se ha quejado de haber sido obligado a estudiar tal o cual carrera.
“Comencé el estudio de grado, porque pensé que me gustaba, mi hermano, o mi primo, o un amigo de mis padres me animó, me comentó aquellos aspectos más significativos, a propósito de su ejercicio, así como de su salida profesional y me pareció bien, la verdad es que empecé muy contento”.
“Pero cada día que pasa, sin saber por qué, tengo más claro que no es lo mío, que no me gusta, que me aburre, que no me atrae nada, y en consecuencia cada día estudio menos y me siento más lejos del medio, de la clase, compañeros, biblioteca y ambiente, en general, del estudio, puedo decir que me siento perdido, y es la presión de los padres la que me ha empujado a venir a esta consulta, para que me aconseje”.
Después de esta exposición, cuyo contenido esencial es común, a todos los alumnos que acuden a consulta en iguales circunstancias, a continuación, cada joven, puede apuntar algún aspecto singular, «me han dicho que tal carrera es asequible y tiene bastantes salidas, o que se trata de un nuevo grado con gran demanda, o que tal cosa es interesante porque un amigo la está cursando y me ha animado, etc.” Generalmente, la propuesta es la de un grado más corto, incluso alguno muestra cierto interés por cursar un grado de F.P. que guarde cierta relación con sus conocimientos, es más fácil, las prácticas son esenciales, y es más corto. El problema es, la resistencia de los padres.
Cada individuo puede disponer de aptitudes diversas o habilidades específicas, o tener más o menos conocimiento de una profesión, porque la ejerce un familiar, o un conocido, pero la vocación como impulso, o intención de realizar una determinada formación, cuya incidencia es minoritaria, puede ser una trampa, si no va acompañada del pragmatismo que nos exige la vida, posibilidades económicas y de demanda social.
La vocación, es un proceso que se prolonga en el tiempo, en el que vamos adquiriendo nuevos conocimientos, que van a determinar nuestros intereses. En principio estaremos más cerca de nuestras habilidades y aptitudes, pero el tiempo, junto a la maduración emocional para discriminar y la adquisición de nuevas ideas, nos acercarán a aquello que más nos conviene, y que supone el principio de la elaboración de la vocación.
Con el tiempo, ese sentimiento de conveniencia y de participación en un área científica, excita y exige más y mayor conocimiento del que tenemos, y de lo que hacemos, poniendo entonces el tiempo al servicio del saber, y éste nos atrapa tanto, que nos impulsa.
¿Qué lectura podemos hacer de aquellos jóvenes que dicen no gustarles lo que hacen, repitiendo uno, dos o más cursos?, simplemente que no han degustado el conocimiento, que no han penetrado en sus entrañas que, no han sentido la alegría, la satisfacción del saber, el amor por conocer, que viven injertados, plantados artificialmente, carecen de inquietudes, de espíritu de superación, no de vocación.
De aquí, que sea importante transmitirles, que, la culminación de un proceso que implica esfuerzo, trabajo y amor al saber, puede responder al concepto de vocación, por ello les exigimos, a cuantos vienen buscando una solución fácil a su estancamiento, un cambio de actitud, una forma nueva de ver el mundo, un enfrentamiento con el aquí y ahora, y que todo eso exige trabajo, esfuerzo, dedicación, entrega, renuncia y mucho amor a lo que se hace. De no ser así, jamás encontrarán lo que, muy en el fondo buscan.
Cualquier individuo con capacidades normales, puede cursar cualquier tipo de estudio, y si lo hace con entrega, pasión y amor, encontrará al final la vocación que, le reportará la alegría del conocimiento, la seguridad en sí mismo, y el amor a todo lo que le rodea, especialmente a él mismo, y es lo que en otros términos llamamos, felicidad.
No se nos olvidan, aquellos que no se pierden en el camino, es porque jamás lo comenzaron, y se da generalmente en el área de la F.P. No son culpables en términos generales, nadie les ha sabido transmitir la alegría del saber, de la formación, del ejercicio de un trabajo digno, que les permita seguridad e identificación con la vida. El medio familiar y la estructura inflexible, e inadecuada socialmente, les marginan, aceptando como profesión, la de ambulación sin sentido.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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