10 Dic 2024
J diciembre, 2024

Señales Navideñas

Baltasar Rodero

Hace unos días, asistí junto a mi mujer al encendido de luces de Navidad; nos acercamos a la plaza del Ayuntamiento donde se situaba un escenario, en el que un coro formado por niños y niñas del Colegio San Agustín, iban a cantar algunas canciones de Navidad. Una de nuestras nietas pertenecía al grupo, por lo que, el deseo y la alegría de verla, junto a todos los alumnos de su curso, era, además de grande, muy hermoso; ella estaba muy contenta, además de muy entrenada, había que hacerlo bien. Nos costó llegar, un torrente de personas poblaban las calles, y de forma especial la plaza; empujando, a la vez de siendo empujados, fuimos lentamente avanzando hacia el escenario, buscando, como todos padres y abuelos, el lugar ideal para inmortalizar el momento, y le encontramos no sin esfuerzo; allí nos situamos, sometidos a presiones desde todas las direcciones, unos salían, otros llegaban y algunos seguían en movimiento, bien por la espera, o por el encuentro del lugar ideal, además, los peques por el suelo se movían, empujaban, o te cogían para asegurar sus juegos. Al fin llegó el momento, y después de una puesta en escena para ambientar al público, con la participación de un grupo musical, dio comienzo el espectáculo central, los villancicos sonaron, las canciones dirigidas por una directora, cuyo cuerpo se movía al ritmo de la canción, obteniendo un resultado espléndido, maravilloso, emocionante, irrepetible. Todo en su conjunto era armonía, expresividad, belleza, plasticidad y amor.

Finalizado esta parte del repertorio, y con la participación de unos payasos bien coordinados, que establecieron un discurso a gritos, entre el Ayuntamiento y el escenario, “lleno de interrogantes confusos, con doble sentido, salpicado de gags en lenguaje infantil”, llegó la hora del encendido de luces, inicio de las fiestas de Navidad. La eclosión del publico fue enorme, la participación global, y el disfrute se sentía pletórico, un griterío ensordecedor, junto a las explosiones de los cohetes de artificio, hacían imposible la comunicación verbal, la belleza en su conjunto cautivó, y el árbol, quizás el más alto del mundo “visto desde el lugar, y con aquel entusiasmo”, quedó vestido de luces en su totalidad, trasmitiendo esa luminosidad a cuantos fuimos testigos del suceso.

La eclosión, el bullicio y la belleza alcanzada, da paso al repliegue lento de cuantas personas cubrían la plaza y sus aledaños, estando bien apretadas, o ceñidas, o sostenidas las unas con las otras, de tal forma que la movilidad era imposible, nadie podía dar un paso, ¡literal!, nadie se podía mover, no existía un lugar reservado, por si sucedía alguna desgracia, ni un pasillo o un cruce de pasillos, para evacuar a cualquier persona que lo necesitara, esta situación provocó en algún momento, cierto griterío, de miedo, fobias, incluso casi pánico, algo de lo que tenemos que tomar nota, porque es el tiempo de prevenir, y en consecuencia el momento propicio para, adecuar el orden y posibles movimiento de las masas, teniendo en cuenta, las limitaciones que se derivan de, la conducción del coche de un bebe, o del movimiento de estos, cuando están sueltos en su primera infancia, o de personas mayores o enfermas; el peligro de una catástrofe es real, pero evitable.

Después de 21 minutos de reloj, y driblando a niños, incluso sentados en el suelo y por eso incapaz de verlos, gracias a la linterna del móvil, llegamos a “empujones” a la mitad de la calle Isabel ll, donde a pesar de soportar más población que la normal, ya permitía una deambulación normal. Nos liberamos dijimos, “no nos pudimos imaginar tantas personas”, y tantas familias unidas, juntas, abuelos, hijas, hijos y nietos, mayores y pequeños, y es que la Navidad se siente interiormente, incluso se huele y se vive casi de forma inconsciente; sin darnos cuenta, el conjunto de luces de colores con diversos dibujos, algún villancico que escuchas en algún comercio, o desde algún coche que circula a tu lado, y que sin darte cuenta tarareas, nos pone en modo de Navidad, que quiere decir esperanza, solidaridad, amor, gratitud y cercanía, emotividad, búsqueda de los tuyos, en la realidad deseando su acercamiento, o en la fantasía cuando estos se han ido, y están situados en el más allá; es un momento especial del año, uno sin querer, hace resumen del mismo, reflexiona de cómo ha discurrido, lo que ha hecho, o realizado, de todo aquello que ha resuelto, que ha ido bien… y comienza a tomar nota de lo que desea, de lo que busca, de lo que espera, de lo que necesita, de lo que ama, para poderlo realizar en el año próximo.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024