
Cuando una pareja decide compartir sus vidas, su unión culmina un deseo, nacido de la empatía y cariño, sentimientos que crecen y se desarrollan, y cristalizan en una aspiración compartida.
Pero la autopista de la vida tiene sus curvas, y nos exige una enorme voluntad de alimentar el proyecto, renunciando a otras posibles alternativas, y apostando cada día más por su futuro, esto en el fondo implica esfuerzo, además de perseverancia en el tránsito del camino elegido. No se nos regala nada, lo tenemos que ir conquistando día a día. A veces los obstáculos pueden ser insalvables, y los desencuentros hacen su presencia, ocasionando incomprensión por parte de ambos, después lejanía, y posteriormente el deseo de buscar otros caminos.
Uno o ambos plantean la separación, y el drama se suscita, en su entorno familiar y de amistades. Es un momento delicado, cada uno tiene su discurso, y los familiares participan, embarrando normalmente el diálogo. Es importante que este paso lo de la pareja sola, o asistida por un profesional, intentando conseguir un acuerdo, ello siempre permite mas serenidad además de para ambos, para los hijos.
Estos no lo van a querer entender, su seguridad se ve amenazada, con lo que pondrán todos los obstáculos posibles, de tal forma que si la pareja no lo tiene claro, podrán volver al camino primitivo, pero las discusiones seguirán. De aquí que cuando demos el paso, ha de ser consecuencia de un análisis profundo, evitando cualquier tipo de contaminación. Para los hijos es menos traumático asistir a una separación, que seguir en un ambiente irrespirable.
Los padres, con las palabras más sencillas, les explicarán a sus hijos, que el amor que sentían se ha agotado, y que la solución ideal es la separación; pero ésta nos les afectará, porque siempre van a seguir contando con sus padres; estos son para siempre, y siempre estarán a su lado, queriéndolos y apoyándolos; porque a pesar de su distanciamiento, los hijos son de ambos, y ambos seguirán a su lado para siempre. Esto marcará la pauta del comportamiento de los padres; satisfacer las necesidades, la seguridad, y el amor será lo primero; les trajimos libremente, y contrajimos con ello una obligación suprema.
Superado este momento, desconectan para siempre, sólo dialogan sobre los hijos, y cada uno de los cónyuges, sabe que el otro ha desaparecido, y ni se habla, ni se comparte información del otro “jamás”, esta limpieza es necesaria, para que la armonía pueda renacer de nuevo en cada uno.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2025
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