En ocasiones, y de forma especial cuando se dan encuentros entre conocidos, con caminos paralelos durante un tiempo, siempre nos viene al presente aquellos tiempos, en los que fuimos o no fuimos felices, pero que se diferencian de estos de forma especial por los siguientes hechos; las prisas, y el deseo de conseguir, la necesidad imperiosa de ser, la fantasía de tener o poseer, el poder de controlar, de dirigir, de estar… Siempre dentro de nosotros, se da la existencia de un motor en constante movimiento, cuya energía cambiante, nos empuja en ocasiones sutilmente, y en otras con mayor grado de brusquedad, hacia la búsqueda de alguna meta, como respuesta a un estímulo. Esto que es común, y por ende compartido, que además todo el mundo lo sufre aquí y ahora, incluso en ocasiones, domina y dirige nuestros actos; cada día se está haciendo más presente en los comportamientos de todos, por lo que no es de extrañar, que suframos continuos atropellos física y mentalmente, pues nuestro itinerario, que recorremos en piloto automático por la imitación de los hábitos, siempre dirigido y controlado por diferentes circunstancias, es un hecho aprendido, que tratamos de suavizar con la introducción del ocio, pero que el sentido medular es imperturbable, y nosotros fruto y esclavos del mismo.
Todo comienza incluso antes de nacer, el techo que nos dará cobijo es incierto, y el sufrimiento que provoca imprime una presión hasta encontrarle. Nacemos, y los padres trabajan, su sueldo no cubre las necesidades, por lo que antes de acudir al trabajo, los llevan donde los abuelos, a horas donde los lobos habitan en las calles, el niño ha cambiado de domicilio y de ambiente y en ocasiones protesta. Pasa a la guardería y después al cole, las cosas no cambian sustancialmente, pues el colegio, siempre ha representado un lugar donde la memoria es la protagonista, ésta exige atención, no tanto comprensión, y la lucha se entabla y en ocasiones se enquista, especialmente en niños, que no se les ha sensibilizado con el conocimiento, ni en la génesis del sentido de la crítica. Esta situación de tensión, entre alumno y alguno de los profesores, va mejorando, con el descubrimiento de la importancia del grupo, y con ello la colaboración y cooperación, aquí se siente la comprensión, así nace la sabiduría, algo que hay que cultivar para la construcción de un individuo libre.
Este proceso da paso, al que va a definir nuestro estilo de vida, en el que tratamos de formarnos en un área de conocimientos, de los que queremos vivir, no obstante, en ocasiones no cumpliremos las exigencias de la inscripción, y tendremos que elegir un área diferente, comenzando aquí cierta tensión interior, que se mantendrá en el tiempo, por el temor de que nos facilite menos oportunidades de empleo, algo que comprobaremos al finalizar el periodo de formación. Solicitamos un trabajo, nos rechazan porque no tenemos experiencia, seguimos solicitando, y al final conseguimos un puesto de trabajo, en el que no ganamos para sufragar nuestras mínimas necesidades, la tensión emocional se incrementa, aunque al final hayamos conseguido el trabajo deseado; pero es nuevo, no tenemos las prácticas apropiadas, y la tensión emocional sigue aumentando, y nosotros sacrificados por conseguir que nos hagan empleados fijos, aunque el sueldo no sea el deseado. El final de esta etapa, quizás venga marcada por la emancipación y empleo fijo, además de la edad, con capacidad para tomar decisiones, y practicar el sentido de la crítica… pero carecemos de un techo, estamos compartiendo piso, amén de que la pareja desea un hijo que no nos lo podemos permitir, todo ello, multiplica nuestra desazón, nuestra inquietud, nuestra frustración, hemos cumplido, hemos dado las respuestas que nos exigía la vida, hemos realizado todo correctamente, y no podemos ejercer en libertad, ser individuos libres para la toma de decisiones… La tensión emocional sube, la inquietud persiste, y el sueño nos abandona. Parece que se abre una puerta, hay una vacante que supone más ingresos, estudio por la noche, no salgo los fines de semana, pierdo el apetito y me duele la cabeza, por fin supero la prueba, pero el puesto de trabajo es en otra ciudad, nueva frustración, aumenta el cortisol, disminuyen los glóbulos blancos, y con ello mi estado inmunitario, la ansiedad aumenta de nivel, como el tono o la gana que he perdido, nos sentimos más tristes, más lentos, menos fluidos, y con pocas esperanzas, la pareja se preocupa, vamos al médico, le explicamos el proceso y nos habla del sentido de aceptación, “es difícil la vida, pero tienes suerte en el fondo, pareja, techo y trabajo”, algo si te das cuenta, te ha salido bien.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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