La capacidad que todos los individuos vamos desarrollando a lo largo de nuestra evolución, por la que aprendemos a vivir unos al lado de los otros en paz, en armonía, en la lucha para conservar el equilibrio emocional, potenciando cada uno sus competencias y habilidades, para la obtención del disfrute de nuestros vínculos; se enfrenta de forma diaria a diversos enemigos, que pueden erosionar la cohesión y la solidaridad de una comunidad. Destacando como especialmente destructores:

La intolerancia, en sus múltiples formas; que, al generar profundas divisiones entre los individuos, puede manifestarse en prejuicios raciales, religiosos, étnicos o de orientación sexual. La intolerancia, fomenta siempre un ambiente de exclusión y discriminación, donde cierto grupo de individuos son marginados, vejados y humillados, recibiendo un trato injusto. Es una falta de aceptación, y por ello de respeto hacia las diferencias, creando tensiones sociales y conflictos, en ocasiones difíciles de resolver, por los fanatismos que provocan.

La desigualdad socioeconómica; es otro factor que incide directamente en las familias, y por ende en la sociedad, especialmente cuando nos enfrentamos a una gran disparidad en la redistribución de los recursos y oportunidades, naciendo como consecuencia los resentimientos y la frustración, en aquellos desfavorecidos. La desigualdad, no sólo afecta al acceso de bienes materiales, sino también a servicios esenciales y básicos, como la educación, la salud y la vivienda, situación que puede provocar un sentimiento de injusticia y disconformidad, que debilita el tejido social, y fomenta actitudes hostiles entre las diferentes clases sociales.

La falta de comunicación, o la confusión de la misma; es otro factor que puede socavar el sentido de convivencia social, pues es el diálogo, el hilo medular que nos permite la solución de conflictos, compartir ideas y construir sentimientos mutuos; por lo que si se dan en alguna ocasión barreras en la comunicación, ya sea por diferencias lingüísticas, culturales, de opinión, o por la proliferación de información errónea… se dificulta la posibilidad del diálogo, y con ello de la construcción de soluciones; la falta de comunicación puede en ocasiones provocar malos entendidos, y estereotipos negativos, que van siempre a alimentar la desconfianza, y especialmente el conflicto.

La violencia en todas sus formas; es una destructora de la convivencia, esta puede ser física, verbal o psicológica, y puede manifestarse a nivel individual o colectiva. El conflicto, o el enfrentamiento de una comunidad, lo primero que provoca es un ambiente de miedo e inseguridad, erosionando la confianza entre los miembros de esta. En ocasiones, cuando se arraiga en grupos, provoca sentimientos de venganza y represalias, haciendo muy difícil la restauración de la paz y la armonía, entre los miembros de la sociedad, el eco del odio traspasa generaciones.

Los radicalismos o extremismos; representan una enorme amenaza para la paz social, y la convivencia, las ideologías extremistas, políticas, religiosas o de otro tipo, promueven y alimentan visiones del mundo excluyentes y absolutistas, son movimientos cohesionados por una sola idea, por la que se rechaza cualquier forma de compromiso, o diálogo, con aquellos que no comparten sus creencias, lo que siempre conduce a la polarización y al conflicto, al alimentar la desconfianza, incluso el odio, por lo que puede desencadenar actos de violencia y terrorismo, que desestabilizan, o incluso destruyen las sociedades.

Otro enemigo insidioso, al que por desgracia venimos asistiendo con más frecuencia que la deseada, es la corrupción; esta es una corrosiva actividad que socava lentamente la confianza en las instituciones y en el estado de derecho, creando un ambiente de cinismo esterilizador, y por ello una enorme desilusión. Cuando los ciudadanos perciben, que sus líderes y funcionarios están involucrados en prácticas corruptas, se reduce de forma grave, la disposición a seguir las normas y las leyes, lo que puede como consecuencia incrementar la delincuencia, así como un comportamiento antisocial. La corrupción también perpetúa la desigualdad y la injusticia, ya que los recursos, que deberían ser destinados al bien común, son desviados para el beneficio personal.

La falta de acceso a la educación y a las oportunidades de desarrollo; provoca en los ciudadanos una disminución de las herramientas, para respetar y comprender las diferencias sociales, resolver conflictos pacíficamente, y participar activamente en la vida comunitaria, limitan además las posibilidades de movilidad social, y perpetúa la pobreza. Sin una educación adecuada, es difícil para los individuos, desarrollar las habilidades necesarias para una convivencia pacífica y productiva. A todo ello hay que sumar, que disminuye o desaparece la participación ciudadana; por lo que se debilita la convivencia social. Cuando un individuo se siente desconectado, el desinterés por los problemas sociales aumenta.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2025