
Una pareja de compañeros, que trabajan juntos, empatizan, conectan emocionalmente, se sienten bien cuando con cierto retiro cambian impresiones; en el trabajo y fuera de él, tomando un café, saliendo en grupo, en reuniones de empresa… la cercanía física y emocional, se va haciendo cada día más notoria. Pasado un tiempo, quedan una tarde para disfrutarla juntos. Ambos contentos, hicieron muchas cosas y hablaron de todo, especialmente de sus tareas profesionales, además de presentarse mutuamente a sus respectivas familias, en definitiva, al final se conocieron un poco más. Las salidas en pareja fueron incrementándose en número, su cercanía se fue estrechando, surgiendo un interés especial en seguir, ello suponía un placer para ambos, además de una enorme satisfacción, incluso algunos fines de semana, salían de visita a otra ciudad, aprovechando algún evento. Así la pareja se fue consolidando como tal, formalizándose la relación, de la que hicieron participes a sus respectivas familias. La expresión de felicidad, la alegría, el bienestar, ese sentimiento profundo de sonrisa era evidente, y se podría afirmar que el amor había llamado a sus puertas, y así lo habían entendido.
La relación, nacida como de casualidad, se hizo profunda además de intensa, las salidas comenzaron a ser diarias, los encuentros enormemente afectivos, y los sentimientos cada día más volcánicos, haciéndose difícil su control, por lo que comenzaron a vivir el fin de semana juntos. Esta nueva etapa fortaleció la unión, la relación afectiva de la pareja, de tal forma que, la vida de ambos preocupaba y ocupaba a los dos, los compañeros eran testigos de una unión amable, hermosa y alegre, al verlos juntos, siempre que se daba una ocasión. Con esta actitud de ilusión y esperanza, siguieron unos años, participando cada día en más actividades, en el campo del ocio; teatro, visita a pinacotecas, estancia en espacios históricos o con valor ecológico… Pero sin saber porqué, sin que se diera una causa determinada, él fue enfriándose, alejándose, siéndose más perezoso en las llamadas telefónicas y salidas, se fue distanciando, a la vez de mostrándose más serio y menos amable, a la hora de comentar algún asunto, ella sorprendida fue estudiando el tema, en la esperanza de encontrar el hecho desencadenante, estaba muy confundida, porque el camino andado había sido muy largo y productivo, y en el que ya habían participado sus familias respectivas, y de forma sorpresiva, sin previa insinuación, él le comenta, que no se siente preparado para una relación de pareja, que se siente muy inseguro, de tal forma que en la medida que han ido avanzando en su unión, se ha ido poniendo incluso medio enfermo, “te quiero pero no puedo seguir, esto me está haciendo mucho daño, no me siento preparado, estoy lleno de dudas, por lo que me veo en la obligación de abrir un paréntesis”.
Ella, desorientada, además de humillada, se quedó sin palabras, aunque sacando fuerzas se alejó, no sin tristeza y pena. No entendía nada, nada había ocurrido, todo había ido maravillosamente, el ensamblaje era perfecto, había una comunicación ideal, la unión era fuerte, unida, habiendo diseñado un proyecto de vida compartido. Triste, con sentimientos encontrados de soledad, tristeza y rabia, fue presenciando el paso del tiempo, como acorchada, sin sentimientos, viviendo asombrada, y anarquizada su brújula, pero sin abandonar su trabajo, siendo éste el que la aportó, orientación, compañía, y en consecuencia plenitud, de una gran parte de la vida, de tal forma que se fue reponiendo, hasta alejarse de la quiebra, e instalarse nuevamente en su lugar. Aunque sin esperarlo, y ya sintiéndose lejana del hecho, llega una carta de él, el mensaje es de culpa, “me he equivocado, tomé la peor decisión de mi vida, te quiero y deseo compartir mi vida contigo”, sería el resumen.
En estos momentos, desconcertada, habiendo madurado la ruptura, chapotea en el dilema, “le quiero y me gustaría creerle, pero ya no le quiero como le quería”, ¿le debo de creer? Esta es la pregunta que le trae a esta consulta, la difícil toma de una decisión tan trascendente. Algo desconcertada, seria, irritada y contrariada, observando la inmadurez de un hombre mayor que ella, se siente indecisa. Ante lo que la expongo ¡No existe la perfección, todos nos podemos equivocar! ¡De forma clara, manifiesta por escrito que te quiere, y que desea compartir su vida contigo! ¡También expresa su arrepentimiento, que le califica como de error! Mi criterio es que merece una oportunidad, primero, siempre y cuando tus sentimientos no hayan cambiado, segundo, abriendo un periodo de observación de su conducta, y tercero, que acepte como óptimo, el objetivo final de la pareja, que habíais pactado.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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