Impresionado por las noticias que previamente tenía, doy lectura a una encuesta realizada en treinta países representativos de todo nuestro mundo, en el aspecto cultural, económico y de convivencia social, con respecto al régimen político en el que viven y en el que desean vivir: democracia parlamentaria, en la que la compatibilidad y equilibrio de los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, están presentes; distintos  regímenes autocráticos, en los que una sola persona toma las decisiones de todos; junto al anárquico, en el que la descomposición del organigrama de la toma de decisiones es la norma, de tal forma que, el resultado final de la toma de decisiones del gobierno, en muy pocas ocasiones, se va a corresponder con lo esperado o deseado, por la mayoría de los ciudadanos. Según  la encuesta referida, el 86% de los encuestados, prefieren como régimen político la democracia, la entienden más positiva para la defensa de los intereses de los ciudadanos, al participar de forma indirecta, en la toma de decisiones, votando al partido con el que compartan más propuestas. No obstante, el 42%, de los ciudadanos comprendidos en la franja de edad, entre los 18 y 35 años, entienden que se beneficiarían de un gobierno autoritario, y de forma especial, de un  gobierno gestionado por militares, es obvio, que el impulso que subyace en la población cercana a la que toma las decisiones, normalmente unos años mayor, tiene una visión de la realidad, muy lejana a la de sus compatriotas, “algo pues está ocurriendo para la existencia de ese descontento”.

Aunque no se analizan las causas en la encuesta, una observación global de los resultados, no sólo no es satisfactoria para la mayoría de la población, sino que avergonzaría de la misma, cualquier persona con criterio maduro y bien elaborado. La impresión generalizada desde la perspectiva de la juventud, es de que se rompe todo, que estamos situados sobre unos pilares tan frágiles, que el mundo se tambalea, nada parece que esté situado en su lugar de forma adecuada, todos son desencuentros, mires en la dirección que mires, grandes grietas que se han ido abriendo, formando una enorme bóveda, cuyo equilibrio es muy inestable, dando la impresión que la obra de los responsables de gestionar los intereses de la ciudadanía, no solamente no saben encontrar nuevas y seguras estructuras, sino que sus permanentes desacuerdos, en la mayoría de los asuntos, permiten que estas se hagan más peligrosas, con la impresión final de que cualquier movimiento inesperado las rompa, y con ello llegue el final de la poca esperanza, a la que nos asimos.

Serían incontables los enfrentamientos entre las naciones, a las que últimamente venimos asistiendo, posiblemente sólo en la antesala de las dos guerras mundiales, se dio algo parecido, pero en este caso, en estas circunstancias, si unimos el desarrollo de la tecnología, a la que hay que sumar la inteligencia artificial, junto con la globalización o relaciones multilaterales, especialmente atadas por intereses, de tal forma, que cualquier mínimo movimiento en un lugar determinado del mundo, su eco puede llegar al rincón más alejado del planeta…, el peligro se hace imprevisible, tanto en su incendio, como en sus consecuencias, de aquí que nuestros actos, los de todos,  deban ser más cuidadosos y responsables, a la vez de observar, aquellos patrones de comportamiento que las instancias representativas mundiales dispongan.

Aquellos jóvenes, cuya franja de edad la situamos entre los 18 y 35 años, vienen chapoteando en este caldo, están injertados en este mundo, son fruto de nuestras voluntades y hechos, de tal forma que, hemos de pensar, ¿qué lecciones les estamos dando?, ¿a qué dictados responden?, ¿qué frutos puede dar ese inmenso lodazal descrito? Para empezar, su formación o capacitación carece de incentivos o motivaciones, de aquí el alto porcentaje de abandonos en el periodo de postgrado, más de un 25%, y si terminan saben que para la mayoría llega la esterilización emocional, al representar casi un 30% el paro juvenil, cifras que nos sonrojan a todos, por ello un alto porcentaje son ninis, personas mayores y responsables que no pueden emanciparse, sólo el 13% de los menores de 30 años, que tienen trabajo, ello conlleva que no pueden tener la vida que disfrutaron sus abuelos o sus padres, han de seguir bajo la batuta de los padres, y vivir de la migajas de una pensión, que ha de ser el sustento de una familia entera. Trabajemos primero por el entendimiento y colaboración entre países, bajo la dirección de los organismos internacionales, y abramos las puertas de la esperanza a los que llegan.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024