El alcoholismo. Para la mayoría de los ciudadanos, el alcohol forma parte esencial de nuestra convivencia desde el inicio de los tiempos, sus primeras noticias se remontan a más de 10.000 años, que se conocen las levaduras y la fermentación. Ha estado, y está siempre presente en el disfrute de acontecimientos relevantes, desde bautizos a bodas, pasando por cualquier festejo, por lo que la vivencia que se tiene del mismo es, además de gratificante, positiva y familiar. “Alegría del corazón y regocijo del alma, es el vino bebido en su medida “. Eclesiástico, 31.28
Normalmente en términos generales, vamos a asistir a un consumo diario o casi diario, de la totalidad de la población, 11,62 litros habitante año, formando parte de lo que se considera dieta normal, con la particularidad de que sus efectos dentro de ésta pueden ser beneficiosos. No obstante, en ocasiones, a este consumo normal, se le puede añadir un consumo extra, que va más allá de la dieta ordinaria, son los blancos de la mañana y de la tarde, o los gin tonic u otras bebidas por la noche, a la vez de que se incremente su consumo en la dieta diaria, por lo que estaríamos situados, en un consumo excesivo, o en un abuso del alcohol, cuando se superan los 32 gramos día en mujeres, y los 40 gramos día en hombres.
Entramos así en el ámbito de cierta patología, en la que se va creando un hábito de consumo excesivo, que además de entrañar por si solo ciertas consecuencias no deseadas a nivel orgánico, lo normal es que aumente el consumo diario, y comience la presencia de diferentes problemas. En principio, a nivel de convivencia familiar, por la alteración del estado emocional del bebedor, mas eufórico, desinhibido o irritado, para más tarde ocasionarse a nivel social y laboral, su nivel crítico se nubla y oscurece, su terquedad aumenta, y dan comienzo las ausencias esporádicas del trabajo, hasta llegar a las ausencias temporales o permanentes, junto a los desencuentros con compañeros, amigos o ciudadanos cualquiera, así como con la posibilidad de ocasionar, todo tipo de accidentes, o incidentes.
Esta situación es peligrosa, porque nos sitúa en el tránsito en el que empezamos a no ser conscientes de nuestro problema, “no resistimos la necesidad de beber “, nos puede el hábito de la tertulia del blanco. Es el momento de pedir ayuda, no de minimizarlo, como fórmula de justificación de nuestra incapacidad.
Así llegamos al alcoholismo como enfermedad, crónica, grave e incapacitante. En este estadio surge siempre una imperiosa necesidad de beber, un deseo irrefrenable, incontrolable, llegando a la total pérdida de control, nuestras funciones intelectuales se anestesian, la voluntad desaparece, por lo que somos manipulables, nos convertimos en títeres de las circunstancias, cualquiera nos puede dirigir, ha desaparecido la personalidad.” Amargura del alma, el vino bebido con exceso”. Eclesiástico, 31.29
Se aprecia también el síndrome de abstinencia, o la necesidad de seguir bebiendo, una vez superados los efectos del episodio, es nuestro único y exclusivo pensamiento, nuestro específico deseo, bajo cierta obnubilación o sentimiento apasionado, y alejado de la crítica, podemos realizar cualquier acto ilícito por beber. No percibimos mas estímulo que el deseo, no se entiende nada ni se ve más allá, ese es el horizonte, el encuentro con el alcohol.
A esta situación se suma la tolerancia, o la necesidad de beber mas y mas, para alcanzar los mismos efectos,” el clic “de Paul Newman en la” gata sobre el tejado de zinc “. Buscan la colocación, el aislamiento, la desconexión de la aburrida cotidianidad, siempre áspera, y en este caso conflictiva y asfixiante.
Las consecuencias son de todos los colores y formatos, dado que además de ser una enfermedad individual, lo es a la vez social, de aquí su patología compleja y plural. Puede provocar una patología específica y grave del hígado, del esófago, del estómago, problemas cardiovasculares, pancreatitis, deficiencia nutricional, disfunción cerebral, disfunción eréctil, episodios graves de celos, etc, en definitiva más de 100 enfermedades, además de todo tipo de problemas laborales, problemas económicos, malos tratos, y todo tipo de problemas sociales, como peleas, accidentes etc.
Es pues una adicción en la que se da una dependencia, expresada como una imperiosa e irrefrenable necesidad de beber, y manifestada a través del síndrome de abstinencia. Además se desarrolla una tolerancia que nos invita a beber cada día una mayor cantidad, para poder conseguir los mismos efectos. Se carece de control frente a la droga, una vez haya comenzado el acto de beber,” se nos calienta la boca “, y se pierde el control, no conociéndose los límites del consumo.
No existe una causa común y específica del alcoholismo, se sabe que se da un fenómeno de imitación emocional, quien tiene un padre o una madre alcohólica, tiene más posibilidades de adquirir esta enfermedad. También intervienen los hábitos adquiridos, junto a un formato de vida exigente y ansiosa. Se puede sentir la necesidad de aliviar la ansiedad, o cualquier conflicto emocional, o cierto grado de timidez, o una baja autoestima, buscando a través de los efectos del alcohol una mayor aceptación, por la euforia y desinhibición de sus primeros efectos.
También se habla de una cierta predisposición genética, que indica una mayor incidencia en determinadas familias, siendo cuatro veces más frecuente en los hijos de alcohólico, así como en los pacientes psiquiátricos, provocando en muchos casos una patología dual. Pero en nuestra cultura, en la que el alcohol tiene tanta presencia y es tan bien aceptado, quizás el beber de forma habitual, y el profundizar en este hábito, mediante tertulias, reuniones, fiestas, etc., sea una de las causas fundamentales, al ser ésta una de las principales puertas de entrada a la adicción.
Hoy se dispone de mecanismos terapéuticos específicos eficaces, cuyo abordaje es mixto, psiquiátrico y psicológico, siendo esencial la aceptación y la participación del paciente en el proceso.
Fuente: Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Agosto 2019
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