Este comienzo de verano, ha movilizado mi curiosidad sobre la duración de la vida, aspiración intemporal de la humanidad. La búsqueda del elixir de la eterna juventud, o esa piedra filosofal que nos impregne, o ese flujo misterioso que irradia un haz de luz perpetua, y que se proyecta hasta el infinito,… todos en su conjunto, son los sueños del individuo desde su creación, y el referente que da sentido a su lucha por una permanencia terrenal sin fin. Los alquimistas chinos lo intentaron en el siglo IX, mezclando nitrato potásico, carbono y azufre, y obtuvieron la muerte, al crear sin saberlo la pólvora. Los griegos buscaron la ambrosía o alimento de los dioses, que les permitieran ser eternos, de igual forma actuaron los alquimistas europeos, sin que hasta la fecha se sepa de la existencia de “algo” que nos asegure la estancia permanente en este mundo.
Esta fantasía compartida durante muchos siglos por las personas, hoy se ha revitalizado, tomando carácter y vida propia, dándose la existencia real de individuos, que ponen al servicio de este deseo su capital económico, amén, en algunos casos, de su sabiduría. Los fundadores de Google ya en el año 2013, crearon la empresa Calicó, dirigida al estudio de las diferentes terapias contra el envejecimiento, sus desembolsos han sido cuantiosos, en la búsqueda de respuestas al fatal desenlace final, que obviamente no han encontrado, aunque la vida en este tiempo, gracias al autocuidado, dietas sanas, bienestar y terapias sanitarias tecnologizadas, se haya incrementado, llegando a situarse la expectativa de vida en nuestro medio, más allá de los 83 años, incrementándose dos años por cada diez años de vida.
Últimamente, se tienen noticias de que Jeff Bezos, una de las personas más ricas del mundo, ha puesto a disposición de una compañía biotecnológica, más de 200.000 millones de euros, cuyo objetivo es, exclusivamente, el de la lucha contra el envejecimiento. También el ruso israelí, Yuri Milner, junto con los españoles, Izpisua, Manuel Serrano y María Blasco, directora del grupo CNIO, forman entre otros, un grupo de personas interesadas en prolongar la vida, hasta conseguir vencer a la muerte. Izpisua, científico español afincado en California en el instituto Salk, es una de las personas que más está publicando sobre el tema del envejecimiento, habiendo conseguido grandes logros en ratones, en el estudio de la hidra y en monos.
Un paso en esta línea, se dio con la cronificación o vitrificación, se pensó que después de una congelación, el individuo podía, mediante el correspondiente calentamiento, volver a la vida, este hecho tiene como referente, la posibilidad de la congelación de gusanos, e incluso de embriones, no obstante el proceso es destructor celular, por lo que si bien un ser unicelular puede aceptar el proceso, no así el individuo. No obstante, la esperanza en este proceso, impulsó la creación de una empresa, CeCry en Riba-roja, dirigida por el científico Albert Estrada, consiguiendo que más de un centenar de personas, con el abono de una cantidad de dinero importante, haya solicitado su congelación.
Quizás el avance más claro, sea el de constatar la importancia de la telomerasa en la supervivencia de los telómeros, que situados en los cromosomas, al escindirse, por la multiplicación celular, pierden longitud, y al final, al desaparecer, surge la muerte. Experimentos en ratones, han evidenciado que esta disminución puede ser controlada por la telomerasa, y como consecuencia permitir una prolongación de la vida, además de mejorar la calidad de la misma.
Junto a estas científicas opiniones, contrastadas con investigaciones rigurosas, se pueden apuntar opiniones, nacidas de movimientos transhumanistas, y que bordean la fantasía, como el apunte del venezolano español, José Luis Cordero, que propone volcar nuestra capacidad cognitiva, junto a nuestra identidad como individuos, en un potente ordenador, para seguir viviendo sin nuestra presencia física, ¿cuál será nuestra identidad como seres sociales?
De todas formas lo que sí se sabe, es que, hay árboles que están entre nosotros miles de años, o que la hidra, con la que trabajó Izpisua, se reproduce eternamente, le amputas una cabeza y brota otra, o que los ratones, gracias a la telomerasa, incrementaron su vida más allá de un 40%, o que una célula cancerosa es intrínsecamente inmortal, crece, se desarrolla, y se multiplica, como una célula madre, lo que ocurre es que lo hace de forma anárquica, provocando una enfermedad, y con ello la muerte.
La telomerasa, descubierta por Elizabelt Blackbum, premio Nobel en 2009, se preconiza como la gran esperanza en este proceso. El Centro Rodero, ha participado en un estudio sobre la incidencia del estrés, en la longitud de los teloneros.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022
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