La Navidad y los encuentros familiares

El tiempo navideño representa una mezcla de tradición religiosa, en la que el Hijo de Dios nace en un una noche oscura que iluminó la Estrella, siendo su primera cama o cobijo humano,  aquel  pesebre donde se deposita el alimento de los animales, lugar en el que es adorado por la población más pobre y marginal de la sociedad, los pastores del lugar; responde también a la historia y cultura popular, poblaciones ausentes del credo cristiano a través de sus canciones y actos sociales, se reconcilian alrededor del Niño Jesús, acostado en un pesebre; y es además el último de los espacios del tiempo, que señala el final de cada año de acuerdo con nuestro calendario . Para su celebración en el ambiente cristiano, normalmente todas las casas  de la totalidad de los pueblos se engalanan, se adornan con diversos objetos,  que hacen que nuestro recogimiento familiar sea más cercano, cálido y alegre, conectando con los espacios públicos que adquieren una belleza singular, gracias especialmente a las múltiples luces de colores, junto a una visible y en ocasiones exóticas vestimentas. Todo ello mecido por el bullicio de una vida animada, junto a permanentes cánticos de villancicos propios de la época, cuya letra siempre hace alusión a la alegría del nacimiento  del Niño Dios en Belén. Nace el tiempo de la renovación de la fe, así como el del fortalecimiento de la convivencia, facilitando encuentros impregnados de cierta sensibilidad y amor. Todo invita a detenerse, en nuestras profundidades emocionales, para realizar una mirada retrospectiva del tiempo transcurrido, tratando de recuperar aquellos valores tan esenciales como, la humildad, la gratitud, y la misericordia. El espíritu navideño invita a la reconciliación con uno mismo, y con los demás, con la siembra de deseos de paz, aspectos que con frecuencia se pierden y desprecian, desde las exigencias cotidianas.

Es época de acercamientos, primero mediante gestos y actitudes amables desde nuestra cotidianidad, como con encuentros familiares, a los que se acude en ocasiones  a través del recorrido  de grandes distancias; las tradiciones compartidas, junto a las conversaciones sinceras y llenas de amor, van a crear siempre el clima propicio, para la posible restauración de relaciones sanas, reavivando el cariño cotidiano, a la vez que transmitiendo el significado de amor de la familia, con la suma en el espíritu, de cuantos están ausentes, especialmente por fallecimiento. Estas vivencias de encuentros gratos y vivificadores, en ocasiones pueden verse torpedeados por actitudes de algunos miembros familiares, que se ahuyentaron del seno o cauce del grupo, o que desean inmiscuirse cultivando  sentimientos estériles carentes de espíritu solidario. Además de los encuentros en familia, desde épocas modernas, como por reflejo de los comportamientos ancestrales, venimos asistiendo a reuniones de amigos, trabajadores de la misma empresa, barrios enteros, pueblos pequeños, emigrantes de la misma etnia…etc. teniendo como hilo conductor, el reforzamiento de la cercanía, el amor compartido y los mejores deseos futuros, son actos de amor solidario que refuerzan siempre la cohesión entre los pueblos y los hacen más fuertes.

Podemos además sumar a lo dicho, el movimiento comunitario, o social, porque también se movilizan,  especialmente para apoyar a los más vulnerables; personas ancianas, que además viven solas, junto a familias o personas que carecen de alimentos y techo, siempre apoyando los valores de justicia, cercanía y de responsabilidad social. Estos actos son la mejor representación  del amor, y de la solidaridad, tener presente, a todo aquel que no puede, o no sabe, o ignora; al débil y humilde carente de recursos; es también el reconocimiento de su dignidad como personas, pertenecientes a un determinado grupo, y en consecuencia con derechos equivalentes, el mantener vivo el reconocimiento de los otros, y su equiparación en derechos, es un acto que siempre repercute en el bien común.

 Que en estos días se puedan conjugar el amor y la esperanza, hoy con cierto componente tenebroso y casi oscuro, en el que cada nuevo día viene creciendo y desarrollándose con más fuerza, la frialdad y lejanía entre los pueblos, que azuzan de forma permanente diversos  conflictos, alimentados todos por intereses espurios, y en estos momentos fuertemente marcados por individuos, cuyos méritos son, la ostentación de un poder universal que nos exigen respetar, con la consiguiente humillación e injusticia social. Que surja la cordura, que se supere el rencor,  la envidia y las ansias de poder, así como los deseos turbios y bastardos; que cesen los atropellos, los desprecios y las imposiciones por la fuerza; y que en su lugar nazca un poco de concordia, acuerdos, entendimiento y amor, mediante el respeto y la aceptación del otro.

Fuente: Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, diciembre 2025.

Política de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Toda la información sobre privacidad, derechos legales y cookies la puedes consultar en nuestra Política de Privacidad y en nuestro apartado Aviso Legal.