El estudio se llama Voces tras los datos y el objetivo es conocer de forma cualitativa la violencia machista durante la adolescencia. La información obtenida revela que los maltratadores comienzan a agredir físicamente incluso al mes de comenzar la relación, que el 100% de las chicas ha sufrido acoso sexual y que los primeros signos de violencia de género se camuflan bajo una falsa idea de amor romántico. La muestra, que se centra expresamente en conocer con profundidad experiencias ya vividas de violencia, se ha realizado mediante entrevistas a 22 chicas, de entre 14 y 19 años, que forman parte del programa de atención psicológica a víctimas adolescentes de la Consejería de Igualdad de Andalucía y a seis agresores.

Uno de los resultados más novedosos es la detección durante la investigación de la premura con la que los jóvenes comienzan ejercer violencia física severa contra sus parejas durante la relación, según ha destacado la socióloga Carmen Ruiz, directora del estudio. «Este indicador no se había visualizado antes. Hay chicas que argumentan que las palizas empezaban durante el primer mes de relación, y no eran pequeñas agresiones. Hemos observado que los patrones de maltrato se repiten, pero el proceso que normalmente se desarrolla en dos años, se da en un mes o en menos de seis meses», ejemplifica la experta. «Esto es muy preocupante. Hasta ahora los estudios similares entre adultas reflejaban varios años antes de comenzar la violencia física», ha aclarado la consejera de Igualdad, María José Sánchez Rubio, durante la presentación del estudio en Sevilla, encargado por el Instituto Andaluz de la Mujer.

Otro de los resultados unánimes del informe concluye que el 100% de las entrevistadas ha sufrido violencia sexual de diversos grados. «Desde las más sutiles a través del falso consentimiento, hasta las más severas como la violación o agresión sexual. Y la mayoría de las víctimas tiende a justificar que hacían prácticas no deseadas como muestra de amor», apuntan las conclusiones del informe. «Al inicio estas agresiones sexuales no son reconocidas por ellas mismas», asegura Ruiz, que destaca que «absolutamente todas» describieron conductas de acoso sexual.

«El reconocido como chulillo de la clase, el pensar que un poco de celos son una demostración de amor, que ellas podrían cambiar con su cariño la actitud de sus compañeros o la búsqueda de la media naranja son algunos de los elementos comunes descritos por las entrevistadas», apunta la directora del estudio. «El informe corrobora que los primeros signos de violencia entre adolescentes se camuflan y se normalizan bajo el modelo hegemónico de masculinidad, de amor patriarcal, romántico, para toda la vida, de que merece la pena aunque suponga aguantar…», ha añadido la consejera. «Las chicas han sido socializadas en un modelo de amor-sufrimiento con el que ellas se identifican ante una película, un libro o una canción. El hombre duro y difícil es el más atractivo», recoge el resumen del estudio.

Estos resultados concluyentes van en la línea de otros estudios ya publicados como el informe nacional de la fundación de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo Anar, en el que se resolvía que 51,1% de las chicas no era consciente del estar siendo víctima de la violencia de género, o los de un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de 2015, que revelaba que el 33% de los jóvenes españoles de entre 15 y 29 años consideraba inevitable o aceptable en algunas circunstancias controlar los horarios de sus parejas, impedir que vean a sus familias o amistades, no permitirles que trabajen o estudien o decirles lo que pueden o no pueden hacer.

«La perversión es que ellas no detectan al principio lo que les ocurre. Empiezan a subir la escalera cíclica de la violencia y con el tiempo dependen emocionalmente de ellos y así prosiguen los chantajes, las coacciones, las amenazas, los insultos… que dificultan que la chica baje de la escalera», señala Ruiz. «Y al principio era muy bonito hasta las tres semanas de salir, que empezamos a pelearnos diariamente, porque a lo mejor, no le gustaba que yo saliese con mis amigas, yo no podía hablar con nadie por teléfono, me controlaba cada vez que salía y entraba, me ponía en contra de mi madre sobre todo y bueno y al mes tuvimos la primera discusión más fuerte», recoge el estudio en uno de los testimonios.

También la incidencia de las redes sociales ofrece una visión diferenciada respecto a la violencia en los adultos. «Las redes no producen un tipo de violencia, pueden servir para educar en igualdad, pero en este caso es una herramienta transversal para reproducir el control, las amenazas, la humillación…», señala Ruiz, que en sus entrevistas con los chicos, algunos agresores filioparentales también, ha encontrado testimonios en los que se dilucida que comparten la ideología de que ellos se creen superiores. «Expresan su tendencia a pensar que las chicas se dejan impresionar por dinero y poder, que determinadas prendas de ropa son propias de facilonas que provocan y que los chicos no lloran. También dan un gran valor a la virginidad de ellas y utilizan los celos para actuar de forma violenta», recoge el resumen del informe.

«Esta investigación es una herramienta para la acción de Gobierno. Es conocer para actuar. Prevenir y corregir es vital. En este estudio trabajamos fundamentalmente con mujeres que ya han sido víctimas y agresores que han sido reconocidos como tales. No son análisis generales de la población adolescente y vamos a seguir ampliándolos», ha avanzado la consejera de Igualdad, que se encuentra con el desafío de implantar las políticas de igualdad entre perfiles de víctimas no definidos pero con patrones similares.

«Para la muestra se han tomado chicas de 14 a 19 años, de zonas rurales y urbanas, con distintos tiempos de relaciones, con denuncias y sin ellas, pero no hay indicadores claros», ha señalado la experta, que ha resaltado el papel fundamental de la familia y de los centros educativos como espacios en los que se detectan estas conductas entre adolescentes. «Lo importante es que ahora se están visibilizando más estas realidades», apunta Ruiz.

Fuente: El País. Ángeles Lucas