Además de disminuir los alumbramientos en la última década, más de un 25%, mínimo histórico desde 1941, más del 10% de las madres que en el último año han tenido un hijo, tienen 40 o más años, hecho en el que incide, amén de la dificultad de la emancipación de los jóvenes, la responsabilidad económica y social que contrae la pareja, así como la grave dificultad de la educación del hijo, al trabajar la pareja cada día con mayor frecuencia. No obstante, es bastante frecuente, especialmente en jóvenes mujeres que viven en pareja, el deseo de tener un hijo, es un sueño, un deseo desde siempre, “me encantan los niños comentan”, es una enorme ilusión la que siento cuando sueño con un hijo… a pesar de que les comentas, que no se trata de un hecho intrascendente: primero porque su concepción y alumbramiento, pueden implicar la presencia de ciertos riesgos, y segundo, porque va a representar en principio, una preocupación constante, en base, a sus múltiples necesidades, por su enorme fragilidad. Les indicas además, las incomodidades a las que se van a enfrentar, y que van desde la falta de descanso, y de sueño, por las peticiones nocturnas del niño, al cansancio e incluso la fatiga, por las múltiples demandas que el niño manifiesta a lo largo del día, un niño es un motor en movimiento continuo que necesita vigilancia y control.
No es fácil entender, el cortejo de incomodidades que pueden surgir, y trastocar el orden normal de una vida en matrimonio, porque el príncipe de la casa es él, el referente esencial para los padres y para la familia en general es él, el que exige la presencia de los demás, de forma tan insistente que hay que acudir, es él, todo gira en su en derredor, es “único”, es una bendición, para los presentes y ausentes. Estas en casa, y estás pendiente de él, está fuera de casa y tus sentidos los tienes conectados con su habitación y sus juguetes, además estas deseando de llegar para verle, observar su sonrisa, su mirada, oler su piel, acariciar sus manos, coger en tu regazo y fundirte con él. Pero de forma ordenada, hay que alimentarle y puede ser un drama, hay que bañarle y puede ser el caos, hay que jugar con él y nos cansa, hay que ponerle pañales, e incluso al poco tiempo hay que cambiárselos. Es un mundo en el que entramos, completamente desconocido, imposible de imaginar en su conjunto, nadie te dará un manual, es la improvisación y atención, el binomio que utilizamos todos.
Ello implica que el diálogo en la pareja es esencial, no se puede vivir en familia sin una comunicación sincera, en la que exponer cuantas dificultades vayamos observando, para que desde un entendimiento sincero, colaboremos ambos en su resolución. Los padres han de sentirse además de, gloriosamente premiados por la presencia de un bebe, compañeros y amigos, para compartir con la mayor imaginación, cuantas tareas surgen normalmente, además de aquellas que de forma espontánea nos pueden sorprender, de no ser así, los múltiples extrusores que surgen, por la exigencia de, horarios de alimentación, de sueño, de juego, de baño… anarquizan la concepción que la pareja, provocando una convivencia difícil.
El reparto de funciones de la pareja, ha de ser equilibrada además de pactado, la madre que ha disfrutado del niño nueve meses antes de nacer, muestra una más positiva inclinación a la atención del bebé, pero el padre ha de estar atento, para intentar llegar a los acuerdos que mejor se adapten al formato de vida. En ciertas ocasiones el hombre, un poco más alejado de las demandas del niño, observa como la madre le ofrece más tiempo, y de mejor calidad, está cerca de él, le siente y reconoce sus necesidades, y se presta de inmediato a atenderle, el hombre en ocasiones y de forma equivocada, lo vive como un alejamiento de la esposa, y nacen ciertos celos con más frecuenta que la deseada.
Los episodios depresivos en la madre, son relativamente frecuentes, su entrega es total, además de que en ocasiones duda de sus capacidades, si viven en un ambiente de exigencia por parte de los padres, todo ello la va a provocar cierto sentimiento de incapacidad, para atender al niño, y con ello un episodio depresivo, que tiene escaso recorrido.
Los abuelos, otro factor estresante, han de permanecer ausentes, y solamente asistir cuando sean requeridos, los niños tienen padres, y son estos los que proporcionarán las respuestas, entrando a actuar los abuelos cuando sean requeridos.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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