20 May 2022
J mayo, 2022

Homenaje a la renuncia

Baltasar Rodero

Recuerdo con profundo cariño el pueblo donde me alumbraron, pequeño, no más de cien habitantes, casas de adobe o tapial como la de los antiguos Egipcios, calles polvorientas en verano y embarradas en invierno, escuela con múltiples agujeros y carente de calefacción, ni se conocía su existencia, caminos empedrados, cañadas difíciles de transitar, atardeceres con una hermosa puesta del sol, acercándose las mulas al pueblo después de toda una jornada, y cargadas con el arado romano, acercándose después de ser desprendidas de sus aperos al abrevadero de la plaza. También recuerdo su fiesta mayor llena de colorido, ruido y alegría, en la que participaban todos sus pobladores.

La familia normal era la extensiva, padres, hijos, normalmente numerosos, a los que se podía añadir algún otro familiar soltero o viudo, todos eran uno, todos caminaban en la misma dirección, el padre conservaba la autoridad, disponía de enorme experiencia a la hora de sembrar, segar o recoger otros productos, era respetado, querido y aceptado, podía pecar de autoritario, vivíamos en el momento en el que se repetía, la letra con sangre entra, pensando por ello que cultivaba una virtud. Suponía un drama para la familia, cuando el mozo tenía que incorporarse a la mili en Ceuta, Melilla o el Sahara, era otro mundo del que no volverían en dos años.

Llegó la época de los sesenta, y con ella la industrialización, los movimientos migratorios, la desrruralización, y como fruto el despegue de ese clásico apegamiento familiar. Los padres no podían acompañar a los hijos, las viviendas eran de pequeña dimensión, además se trataba de un cambio muy profundo, se produce así un cierto alejamiento, con lo que a la vez que surgen poblaciones en los extramuros, alrededor de las grandes ciudades, los pueblos envejecían, languidecían, se agotaban, e incluso se extinguían.

No obstante, todo mejora, la riqueza social y su reparto se hace más equitativo, se incrementan los sueldos, y eso permite que los abuelos lentamente se vayan incorporando a la vida de la ciudad, junto a sus hijos, pero al hacerse mayores los nietos, y no ser las viviendas espaciosas, y además disponer de pensiones, surgen las residencias de tercera edad, que comienzan a recibir a estos mayores. Otros, más acomodados, disponen de una vivienda mayor, por lo que se quedan con sus hijos, surgiendo un nuevo encuentro entre la familia.

Surge otro gran cambio, cuando la mujer se incorpora al trabajo, ambos cónyuges trabajan, y alguien se tiene que quedar con los niños, alguien los tiene que atender, y los abuelos comodines y seres sacrificados, participan incluso con su pensión, cuando por el pago de la hipoteca de la casa, no llega el dinero al final de mes.

Ha surgido un nuevo encuentro familiar, ha resucitado un reencuentro, la vida les ha unido nuevamente, y todos, los unos porque les quieren y les necesitan, y los otros porque desean seguir al lado de sus hijos sirviéndoles, se regalan, de acuerdo con las circunstancias que impone la vida, con el mejor y más amable de los deseos.

Los niños vuelven a convivir con abuelos, y los abuelos vuelven a tener a sus nietos en sus manos, se renueva así la familia de la que procedemos, el apego familiar se resucita, beneficiando a todos y todos disfrutando de ello.

Pero se incorpora en nuestra vida, una partícula “acelular”, terrorista, y letal, y todo lo desarticula con el confinamiento, padres e hijos se resguardan en casa, y abuelos más tristes y solos en la suya, sin posibilidad de verse, más que a través de la tecnología, es el regreso a la lejanía, a la frialdad, a la falta de calor, pero no hay alternativa, porque todo se puede empeorar, el terrorista tiene afinidad por las personas mayores, y además polimedicalizadas, o lo que es lo mismo, con varias patologías, por ello la respuesta es ésta y no puede ser otra, de tal forma, que en beneficio de todos hay que respetarla.

Hoy por esto, después de escribir dos homenajes, “APLAUSOS” para todos los que velan por el bienestar de la sociedad en su conjunto, y “A NUESTROS SERES QUERIDOS”, dirigido a todos los mayores fallecidos, estas letras me gustaría que fueran dedicadas al esfuerzo, trabajo, constancia y especialmente renuncia, que ha supuesto y sigue suponiendo para las familias, su alejamiento, su esfuerzo permanente en la introducción de hábitos nuevos, así como en el olvido total al comportamiento, que han venido observando.

Todo ello supone un enorme sacrificio, esfuerzo, trabajo, dedicación, entrega, generosidad, además de renuncia, por ello, siempre que las circunstancias lo permitan, siempre que sea posible, porque sabemos cuál es lo prioritario, todos ellos, y de forma especial los niños cuyo comportamiento en términos generales ha sido maravilloso, sabiendo adaptarse a la nueva situación, y mayores, que desde su nacimiento como tal, han venido regalándose, dando todo, hasta su salud, sirviendo, ofreciéndose, estando en permanente guardia, en acto de servicio, sean reconocidos con una apertura, para que puedan saborear un pequeño espacio de tiempo, aquello que dejaron atrás y que tanto desean.

 

Fuente Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022