12 Sep 2025
J septiembre, 2025

Itinerario del poder mundial

Baltasar Rodero

Europa a lo largo de la Era Contemporánea, siempre ha ostentado el centro del poder mundial, desde la expansión colonial iniciada en el siglo XV; España, Portugal, Inglaterra, Francia y los Países Bajos, construyeron grandes imperios, que les permitieron el control de las diferentes rutas comerciales, explotar cuantos recursos se encontraron, a la vez de proyectar su cultura y su poder militar. Londres y París fueron en su momento capitales imperiales, y Berlín y Viena enormes centros de poder continental. No obstante, esa hegemonía tan longeva se fue resquebrajando, con el sufrimiento y destrucción que supusieron las dos guerras mundiales, que además de socavar hasta devastar el continente europeo, minaron durísimamente sus estructuras económicas y políticas.

La Primera Guerra Mundial, entre los años 1914 a 1918, ya había mostrado una visión en penumbra del continente europeo, alumbrando un lento agotamiento en todas sus estructuras, y de forma especial su presencia en el mundo. Además de 20 millones de ciudadanos: entre desaparecidos, emigrantes y muertos, surgió un enorme endeudamiento, junto al derrumbe de los Imperios: Austrohúngaro, Alemán, Otomano y Ruso, como preludio de un cambio de Era; pero fue la Segunda Guerra Mundial, 1939 al 1945, la que terminó liquidando  la hegemonía europea, tras seis años de destrucción masiva, fruto de una tecnología de vanguardia; surgiendo unas ciudades en la ruina absoluta, con el colapso de la totalidad de las infraestructuras, enfrentándose a una economía con respiración asistida. Como consecuencia de este vacío de poder, surgen dos grandes potencias, Estados Unidos de América y la Unión Soviética, Washington y Moscú, no sólo no habían salido dañados de tanta destrucción, sino que a expensas de ésta, habían afianzado su poder, especialmente militar e industrial, y Europa, otrora centro del mundo, se convirtió por el enfrentamiento de éstas, en el escenario de una Guerra Fría, que ralentizaba y en ocasiones congelaba, cualquier conato de progreso europeo, Europa en sí, fue el escenario donde se vinieron dirimiendo la totalidad de los entresijos de las relaciones, entre las dos grandes potencias existentes.

No obstante, EE.UU. asumió el liderazgo global, mediante una combinación de pragmatismo económico, junto a cierta estrategia geopolítica, de la que surgió el plan Marshall, 1947, que además de reconstruir Europa occidental, aseguró la dependencia de la economía del continente respecto a la americana; Washington estableció instituciones internacionales, el Fondo monetario internacional, El Banco Mundial, la ONU en su versión efectiva, que estructuraron el orden mundial, de acuerdo a sus intereses. La supremacía militar quedó confirmada y asegurada con la bomba atómica, y la posterior OTAN, y la supremacía cultural, se desplegó a través del cine, la música y de forma especial, del estilo de vida del pueblo de los EE.UU. El siglo americano fue la expresión que sintetizó esa era, en la que EE.UU. era el gran y único referente mundial.

La URSS desafió ese poder de forma permanente, pero la competencia nuclear, junto a la rigidez del modelo político soviético, fueron lentamente distanciándose de los americanos, hasta colapsar en 1991, quedando Washington como la única potencia indiscutible durante la última década del siglo veinte, parece que la historia corría hacia el Atlántico Norte. En este tiempo Europa se convirtió en satélite de América, disfrutando de un poder unipolar, pero a la vez, Asia nacía nuevamente al mundo, con el comienzo de una lenta transformación silenciosa, y de enorme calado; Japón tras su derrota en 1945, se reinventó como potencia tecnológica e industrial, en la época de la postguerra, surgiendo de forma simultánea los tigres asiáticos, Corea del sur, Taiwán, Hong Kong, y Singapur, que siguiendo el ejemplo de Japón, fueron construyendo grandes economías, muy dinámicas y exportadoras.

Sin embargo, el cambio decisivo llegó desde China, tras la apertura de Xiaoping a finales de los años sesenta, se dio paso a un proceso de modernización económica, que supo combinar capitalismo productivo, con control político férreo, y junto con una abundante mano de obra, y su creciente mercado interno, y una visión estratégica a largo plazo, China se convirtió en la fábrica barata del mundo, como polo económico financiero y geopolítico. De tal forma que, cuando EE.UU. se desgastaba en las guerras de Irak y Afganistán, y sufría su crisis financiera en 2008, Pekín consolidaba su ascenso; y el proyecto de la nueva “ruta de la seda”, la expansión de sus empresas tecnológicas, y el peso cada vez mayor en los organismos internacionales, confirman sin lugar a duda, que el peso del poder mundial, hoy se sitúa en el Pacífico, y el poder económico, en Shanghái, Shenzhen y Singapur. Asia hoy concentra el dinamismo y proyecta el poder del futuro. Europa, ¡despierta!

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2025