El individuo, hombre o mujer, dispone de diversas capacidades entre las que destacan las psíquicas, que le hacen un ser inteligente, y que le van a permitir el disfrute de una vida participativa y social, en contacto con sus congéneres. Podrá desplazarse y moverse al lugar que le convenga cuando así lo desee, podrá emanciparse y diseñar su proyecto de vida, a la vez que podrá como ser social, relacionarse con el resto de los individuos en igualdad de condiciones. Sus capacidades o facultades físicas y psíquicas, se lo podrán permitir.
Todos disponemos de una organización anatómica, que nos faculta, la posibilidad de movernos, desplazarnos, tomar o dejar cosas, en definitiva realizar actos más o menos complejos en plena libertad y autonomía. A su vez estamos dotados de un cortejo de facultades intelectuales, memoria, atención, concentración, inteligencia, etc., que nos permite, además de conocer las cosas, y saber su aplicación, la elaboración de proyectos y estrategias, para conseguir aquello que deseemos. Son todas ellas actividades complejas, tanto las físicas como las psíquicas, que funcionan de forma imbricada y armoniosa, que se complementan y colaboran en un proyecto común, permitiendo el disfrute de la libertad a cada ciudadano, y que son la esencia de nuestra personalidad, única e irrepetible.
La inteligencia, facultad psíquica que junto a la voluntad, destacan en la ejecución de los hechos, nos van a permitir el discernimiento de la realidad, percibimos, una muestra de estímulos de forma permanente, y contamos con la facultad de discriminarles y clasificarles, saber cual es y qué significa cada uno. La voluntad es la capacidad por la que nosotros realizamos un acto y no otro, sentimientos, emociones, recuerdos, etc., nos indican un ramillete de posibles respuestas, y es la voluntad, la que tras obtener la información necesaria, ejecuta la acción, o lo que es lo mismo, propicia la respuesta adecuada para cada momento. En definitiva, diseñamos un objetivo concreto, planificamos una estrategia determinada, dibujamos el camino más conveniente, para conseguir su ejecución, y desde la voluntad de conseguirlo, perseveramos, seguimos por el camino elegido hasta el éxito, la voluntad impone su elección, y refuerza con constancia hasta satisfacer el deseo.
En la vida se dan procesos patológicos, por lo que estas actividades intelectuales no son capaces de realizarse, p.ej. no recordamos correctamente, con lo que carecemos de la información necesaria para tomar decisiones, o no podemos concentrar nuestra atención, o somos incapaces de discernir la realidad en la que vivimos, o carecemos de la voluntad necesaria para dirigir nuestros actos. Son todas situaciones que disminuyen nuestras capacidades intelectuales, teniendo que, contar con el apoyo, auxilio, y colaboración, en mayor o menor grado, de otra persona. Esto es relativamente común en algunas personas mayores, que por efecto del tiempo, tienen limitadas sus capacidades, especialmente la memoria. Pero se dan ciertas patologías como, los ICTUS, los Deterioros en sus diversos tipos, Los Traumatismos Cráneo Encefálicos, la enfermedad de Párkinson en sus últimos estadios… que afectan en mayor o menor medida a las funciones intelectuales. Esto significa que se dan procesos, que afectando al área cognitiva o intelectual del individuo, le van a dificultar gravemente, o a impedir, el ejercicio de una vida normal. En otros casos, donde la patología es más grave, el impedimento es absoluto, careciendo totalmente de recursos para ser realizado.
Uno de los actos que más problemas plantea a las familias en estos casos, es la capacidad de testar, los problemas son frecuentes, porque se da la dimensión, por una parte, de la pena que supone una incapacitación, y por otra, la posibilidad de que el paciente, al no poder gestionar sus bienes, provoque algún problema económico que repercuta en la gestión económica de la familia. En ocasiones, la visión de esta realidad puede ser más compleja, al disponer la familia de diferentes visiones de una misma realidad, mientras que algunos creen que el paciente está capacitado, otros, proponen judicialmente una incapacitación, ello conlleva alejar al paciente de sus responsabilidades del área de la gestión económica, con el nombramiento de un albacea, que actúe en su lugar.
Esta situación puede hacerse más compleja, cuando el paciente ha fallecido, en este caso hay que proceder al estudio de la historia clínica del mismo, en ocasiones no muy claras, y proceder a un veredicto no siempre fácil, pues al no existir el paciente, su situación está en manos de la documentación recogida del mismo, así como de algunos testigos, que al convivir con él o en su cercanía, hayan observado algún fallo intelectual, que el profesional, neurólogo, psiquiatra o psicólogo, tendrán que discernir. En el fondo es una situación penosa, se le retira al individuo un valor esencial, enormemente trascendente, que puede, y de hecho es así, provocar graves desencuentros familiares, al enfrentarse posibles intereses, para lo que es necesario e imprescindible, un informe profesional, que indique el estado de sus funciones intelectuales, apoyado en algún caso de testigos, que hayan vivido cerca del paciente o convivido con él, para que el juez dictamine con el mejor acierto.
La base económica que tienen la mayoría de los procesos, hacen, de un asunto simple, y muy preciso, un proceso largo, farragoso, y en ocasiones de verdadero sufrimiento.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023
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