
La diferente opinión frente a los hechos, que separan a los distintos partidos políticos, va a provocar permanentes discusiones, enfrentamientos y hasta emboscadas, algo que no es ajeno a lo que viene ocurriendo en nuestro país, aunque es básicamente lo que debe de esperarse. Los partidos, todos, han elaborado un ideario que les hace distintos a los otros, sus opiniones, estrategias y objetivos en el fondo, son distintos, incluso de acuerdo con estos, a sus votantes les mueven unos principios que nada tiene que ver con los de los otros partidos, porque cada individuo al votar expresa un deseo, le anima la esperanza con la que sueña, por las singularidades del partido, al que obviamente vota. Pero por encima de la filosofía de cada partido, surgen de forma especial, el deseo de poder, los valores y la legitimidad social; si la política es el arte de organizar la vida de una colectividad, obviamente cada partido entiende ésta, desde su propia y específica perspectiva, unos hablan de priorizar la libertad individual como la esencia del comportamiento, mientras que otros entienden que la igualdad, es la base de una convivencia pacífica; unos hablan y defienden la grandeza de un mercado abierto, y otros respaldan las bondades de un estado fuerte, que controle y supervise; esta diferencia de principios, son la bandera con la que se cubren cada uno de los partidos, y que va a movilizar a los ciudadanos, marcando la línea divisoria entre cada uno de ellos.
A esta base ideológica conceptual, se va a sumar una dimensión estratégica, por la que los partidos además de diferir, van a competir por unos recursos siempre escasos. Aquí la lucha por los votos, por la influencia y por la presencia mediática, van a ser los avales de cada uno, al vehicular sobre ellos la necesidad de construir la identidad frente a los otros, a la vez de fidelizar a sus votantes, que esperan y exigen claridad contrastada. Vemos pues que la política se nutre de confrontación, pues sin ella no observaríamos pluralidad, y con ello la opción real de una elección. No obstante, la intensidad del conflicto suele aumentar, cuando las diferencias ideológicas respetables, se convierten en trincheras emocionales, en este momento el adversario político deja de ser un competidor legítimo, para convertirse en un enemigo. Aquí es cuando los comentarios, enfrentamientos normales, discursos… se cargan de descalificaciones, simplificándose los diferentes problemas en verdaderas dicotomías, sacrificando la cooperación en nombre de la coherencia partidaria.
Aquí el enfrentamiento va a surgir del encuentro entre: la diversidad ideológica que define a cada partido; la competencia por el poder, vital para cada uno, al ser una aspiración además de común lícita; y la necesidad de una identidad política, que hable de eficacia, responsabilidad y habilidades; en condiciones normales, cuando se da fluidez lubricada con el respeto al otro, refuerza un debate democrático, abierto inteligible y noble; sin embargo, en versión toxica, erosiona la confianza ciudadana, y paraliza la acción común. La clave en este caso, no es tanto evitar el enfrentamiento, como canalizarlo con corrección, haciéndole participativo y abierto, de tal forma que se enriquezca al iluminar los caminos, evitando todo tipo de obstáculos, y de forma especial el fango.
Es un hecho que nosotros en este tiempo, que no quiero acotar, estamos situados en el barullo, ruido, broza, barro o cieno, que es además removido de forma permanente por cualquiera que tenga un micrófono a mano, hasta llegar a repugnar a cualquier votante virgen, que espera una gestión óptima, que alumbre un mundo más agradable, noble y estable para sus hijos; nadie se siente orgulloso de lo que está ocurriendo, y como está ocurriendo, así como con las consecuencias que inciden en la sociedad, repasemos la Dana que desgraciadamente sufrió el Levante, o lo que está ocurriendo con los múltiples fuegos habidos, en los que se han quemado más de 400.000 hectáreas, y han fallecido hasta el momento que escribo este artículo cuatro personas. ¿Alguien piensa, que en las discusiones o diatribas entre los dos partidos mayoritarios, ha tenido relevancia la persona que sufre, que sufre tanto que se ha quedado sin nada, incluso sin empleo?, yo me he permitido grabar algunas de las intervenciones de los políticos, y todas ellas son esencialmente de carácter incendiario, con el objetivo de fidelizar a los suyos, a sus votantes; el pueblo humilde, las personas mayores y niños, no importan, ninguno, ha tratado de llevar el diálogo a la inteligencia de la población, la defensa de sus intereses es lo prioritario, e incluso lo único.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2025
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