Desde el lugar donde da comienzo mi memoria, en estas fechas en las que los Reyes Magos hacen su anual visita, siempre, mentalmente o por escrito, me he dirigido a ellos, con toda humildad, respeto y cariño, para que su presencia persista a lo largo del año, con su más amable y mágica intervención.
Ya se que la vida es como una enorme autopista, en la que de forma clara se suceden diversos espacios, unos más nuevos y lisos, otros más usados y bacheados, con curvas en ocasiones suaves y discretas fáciles de superar, y en otras, más complejas por lo escarpado del terreno, pudiendo en ocasiones no estar señalizadas, surgiendo entonces graves accidentes.
Por esto, de antemano espero un poco de todo, aunque mi deseo es que abunde más lo positivo y agradable, todo aquello que incida en el individuo y le haga más permeable al sufrimiento, a las penurias, a la escasez y a la pobreza, en la que viven muchos seres humanos.
Desde que el mundo es mundo, y el individuo bajó de los árboles y se puso a deambular, éste no ha parado, ha seguido y sigue andando, movido por dos hechos esenciales, la búsqueda del alimento o de la subsistencia, y la huida del peligro, primero de las fieras, y más tarde de él mismo, al ser en palabras de Hobbes, “el hombre un lobo para el hombre”.
Estos dos hechos, tan antiguos como la propia vida, han sembrado episódicamente la superficie del globo, de miseria y muerte en reiteradas ocasiones, luchando a veces por la defensa de su tierra, o lo que es lo mismo de su sustento, en otras huyendo de las diferentes conflagraciones, al sentirse perseguido y amenazado, o buscando un lugar más productivo y rico, porque el hombre, o el enfado de la naturaleza, hicieron acto de presencia y arrasaron todo el paisaje.
A pesar de los cientos y miles de años, el problema, aquel problema básico y primario persiste, el individuo sigue enfrentándose al individuo, sigue luchando contra sí mismo, tratando de destruirse, al sumarse por su egoísmo y voracidad a la lenta devastación de la naturaleza, pues de forma asilvestrada, la ha ido invadiendo tratando de dominarla, sin darse cuenta que es fruto de la misma, de tal forma que en el fondo, se enfrenta a su propia madre, que a pesar de su enorme paciencia, en ocasiones se contraría, dando respuestas que provocan, grandes y graves estragos.
El hombre temeroso de sí mismo, preocupado por su afán de destrucción sin límites, sintió la necesidad de imponerse cierto control, para lo que creó diversos organismos internacionales, capaces de articular mejores relaciones, y con ello evitar lo temido, su propia destrucción. Parece que el objetivo solo se ha conseguido a medias, los organismos, se manipulan, y el instinto criminal del hombre, ocasionalmente surge, creando largos itinerarios, sembrados de cadáveres, tanto en Asia oriental, como en la zona del Sahel Africana, en el sur de Europa, especialmente el Mediterráneo, como a todo lo largo de América central, hasta llegar a Rio Bravo.
Que la solidaridad, el entendimiento entre los pueblos, el respeto a la dignidad de las personas, la apuesta por su independencia económica, y con ello por su libertad, nacidas de la colaboración, a través de un diálogo responsable y respetuoso, sean las constantes que presidan todo tipo de relaciones humanas.
Junto a esta petición, me gustaría encontrar un nuevo año, en el que la imagen del desánimo, de la apatía y del miedo, en la que está inmersa nuestra sociedad, así como la presencia de tanta enfermedad y muerte, en ocasiones en la soledad más absoluta, pudiera superarse, recobrando con ello las libertades y las costumbres perdidas, de tal forma que, surgiera una vida social más rica en solidaridad, y mejor preparada para cualquier nueva envestida criminal, pues el aprendizaje esencial de esta pandemia, es la de que somos de naturaleza caduca, y excesivamente vulnerables.
Nuestra relación con la naturaleza, a la que hemos perdido lentamente el respeto, nos ha permitido situarnos en no pocas ocasiones, en terrenos ajenos, al invadirlos, mediante una salvaje deforestación, a la vez de propiciando nuevos y perniciosos ecosistemas. Muchos seres vivos han desaparecido, y otros para su subsistencia ocupan espacios físicos en los que se encuentran con el hombre, la convivencia entre ambos es cada día más normal, como forma de vida, por lo que su contacto es, o puede ser una fuente de contagio de enfermedades zoonóticas.
Una de ellas, la correspondiente a la covid-19, nos ha asolado este año, el virus mortal se ha podido identificar, por lo que la vacuna, ya en nuestras manos, lo podrá neutralizar. Por esto el respeto a la naturaleza, a su vida armoniosa, que permita un equilibrio entre el hombre y el resto de los seres, es la segunda petición que os formulo, pues si sigue el enfrentamiento, y la falta de respeto actual, el caos está servido, y con ello una catástrofe de imprevisibles consecuencias.
Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander, Enero 2021.
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