Quizás se trate de uno de los problemas sociales más delicados y silenciados, a pesar de la frecuencia con la que acontecen, entre otras circunstancias, porque la palabra del menor puede ser cuestionada y rebatida, al pensar que la madurez de su discernimiento es dudoso, “no comprende correctamente, amén de que es muy fantasioso”, por otra parte, tampoco conviene que trascienda el “hedor” del proceso, por lo que la respuesta más socorrida es la del silencio; no obstante, esta enorme y generalmente interesada barrera, se denuncian al año más de 8.000 casos, representando el 50% de la totalidad de los ataque a la libertad sexual, que se realizan al año, sabiendo que se denuncian menos del 30% de la totalidad de los casos.
Y esto es así, porque ocho de cada diez autores de episodios de ataques a niñ@s, son realizados por, el padre, la pareja de la madre, los familiares más cercanos, los vecinos, los cuidadores, y los amigos de la familia, es decir, personas todas consideradas de casa, que camuflados en la cercanía, en la confianza, y en la soledad del niño el zarpazo es seguro, pasando normalmente desapercibido. El pequeño carece de conciencia de la realidad que vive, al ser el individuo, más que conocido, el juego, el coqueteo, el tocamiento, o cualquier otro tipo de “insulto”, se siente, se vive como parte de un juego, en el que normalmente se divierte, quedando en nuestro sótano de conciencia una herida reprimida, que, cuando pasado el tiempo la evocamos, y hacemos una lectura inteligente del mismo, se nos atraganta, provocando un sufrimiento intenso y permanente.
Asistió a mi consulta una señora de alrededor de cincuenta años, amable, educada, con buena presencia, que refería una historia de varias visitas a psiquiatras, por su inquietud interior, su angustia permanente, su malestar continuo con ganas de llorar, estaba casada y tenía varios hijos. Había recibido diversos tratamientos, y su estado persistía, sin que notara mejoría alguna, solo señalaba épocas en las que sin saber mejoraba, junto a otras en las que empeoraba, y es cuando acudía a otro psiquiatra o psicólogo. Hablamos mucho, porque se notaba que tenía deseo de hablar, de contar su vida, fuimos lentamente comentando aquellos hechos más importantes en su vida, al tercer día, cuando comenzamos la entrevista, suspiró, comenzó a llorar, con respiración entrecortada, sin que a pesar de que quería parar, no podía. Después de un tiempo importante, al final me comenta lo que jamás ha contado a nadie, jamás he participado a nadie que mi abuelo me “tocaba”. Después de esta manifestación se produjo un silencio, dejó de llorar, y se normalizó la conversación.
En otra ocasión, una joven de veinte años solicitó consulta, refiriendo un estado de ansiedad flotante permanente, que la impedía realizar un comportamiento normal, agravándose últimamente con la presencia de episodios de tristeza. Tiene pareja hace un año, y se siente bien con ella, se comprenden, se tienen cariño, son buenos amigos, y el afecto y cariño ha ido creciendo, él solicita más compañía, y más acercamiento, y ella cuando lo ha intentado, ha sido un fracaso, de aquí que se sienta desde entonces mal, triste a la vez de muy irritada. Le pauté una medicación, e iniciamos psicoterapia. Después de cuatro sesiones, al inicio de la quinta comienza manifestando que se siente muy mal, y que además no es nada fácil la solución “de niña, mi hermana mayor tenía novio, y la visitaba en casa, era una persona muy buena y agradable, en ocasiones jugábamos si la hermana no había llegado del trabajo, pero, él comenzó a llegar cuando mi hermana no estaba, y yo estaba haciendo los deberes, repitiendo estos encuentros cuantas veces él se presentaba, en los que hoy me doy cuenta que me tocó, que abusó de mí, por esto yo lo paso muy mal con mi novio, porque me viene a la cabeza aquellos encuentros con el novio de mi hermana, y me siento muy culpable, no sé cómo seguir para superar esta situación, porque no se la puedo contar a mi familia como yo quisiera, y además tengo que convivir con él, es mi cuñado, como si no supiera nada, y hoy se todo lo que me hizo”.
El ladrón puede estar al lado y no darnos cuenta, ser nuestro familiar, vecino, o el que cuida a nuestros niños cuando nosotros estamos ausentes, y el denominador es, el abuso de la inocencia, que aunque no entiendan en ese momento, queda el poso, que con el tiempo sus náuseas provocarán ahogos emocionales.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023
Santander
- C/ Ruamayor, 11 - Bajo 39008, Santander (Cantabria)
- 942 22 45 44
- 942 07 07 87
- administracion@centrorodero.es
Torrelavega
- C/ Julián Ceballos 36, 1-A, 39300 Torrelavega
- 942 88 13 22
- 942 07 07 87
- administracion@centrorodero.es
Últimas Entradas
- 11 May 2024Deja de compararteEn un mundo hiperconectado, las comparaciones se han vuelto una constante en nuestra vida cotidiana....
- 17 Abr 2024¿Qué metas tienes en tu vida?A lo largo de nuestras vidas, todos nos enfrentamos a una pregunta fundamental: ¿Qué metas tengo en...
- 21 Mar 2024Consecuencias de retirar los psicofármacos de manera prematuraSegún la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ansiedad y la depresión son los trastornos menta...