Se trata de un joven abogado, ha terminado su carrera y está preparando unas oposiciones fuera de Santander, han transcurrido más de tres años de esfuerzo, sacrificio, dedicación, y se acerca la hora de enfrentarse al tribunal, ha surgido una inquietud flotante y permanente, cierta tensión e irritación que no puede controlar, duerme peor y el apetito ha desaparecido, puntualmente tiene episodios de nauseas, y especialmente refiere haber perdido la concentración.
Una señora mayor de 60 años me comenta, que se siente muy disgustada, que no esperaba nada de lo que le está sucediendo, ha fallecido su madre viuda con la que con vivía en los últimos cinco años, y su única hermana la acusa de haberse aprovechado de los bienes de la madre, cuando según ella no se quiso hacer cargo de la madre, ni tampoco se molestó en visitarla. Refiere haber perdido el sueño, sentirse muy nerviosa sin saber qué hacer, discute con su marido, cosa que jamás había ocurrido, y ha perdido desde el fallecimiento de la madre, hace un año, más de cinco kilos.
Un ejecutivo de una empresa internacional, tiene un puesto de trabajo en Santander, tiene a su cargo más de 150 trabajadores, en este momento están introduciendo métodos nuevos de control, en base a la fabricación de nuevos productos, tiene reuniones permanentes en Madrid junto con otros compañeros de otras provincias, la exigencia es grande la presión permanente, tiene pareja y un hijo con los que tiene un contacto limitado, por la enorme demanda del trabajo.
Se trata de una persona bien formada, auto exigente, riguroso, serio y cumplidor, pero acude a consulta porque ha perdido concentración, se siente más nervioso e inseguro, en las reuniones oficiales siente cierta sensación de mareos y sudores, piensa incluso que va a perder el conocimiento, la pareja le ve muy nervioso y él no se siente tranquilo ni en casa con su pequeña hija.
Una joven casada y con dos hijos, acude a consulta muy expectante y preocupada, tiene 28 años y solo ha tenido relaciones con su marido. Con el que empezó a salir a los 16 años. Se casan, y aunque siempre se ha considerado muy alegre, actualmente vive preocupada. Su marido trabaja, pero no le siente bien integrado en su profesión, cada día más informal y anárquico, y sin beber demasiado, lo hace de forma habitual, llegando muchos días alegre a casa, no respetando formas ni horarios, además a las niñas no le hace el caso necesario, anda a su aire sin control, casi como si estuviera soltero, y esto cada día, “me está poniendo más nerviosa porque no se qué hacer, me enfado con facilidad y lo pago con las niñas, incluso con mi única hermana, que me aconseja incluso separarme, dado que la situación va empeorando, sin que él tenga conciencia del problema”.
Podía haber elegido más casos parecidos, en esta línea de disfunción de comportamientos, porque la ansiedad es la patología más frecuente y más común, que convive con nosotros y nos asalta de forma permanente, haciéndonos perder la seguridad, serenidad, paz interior, apetito y sueño especialmente.
Surge de forma espontánea, cuando ocasionalmente perdemos el control de las cosas, o también cuando nuestras perspectivas no se ven cumplidas, bien porque nos desborde la demanda por su abundancia o variedad, o bien porque nuestro grado de exigencia sea tan alta, que no estemos conformes con los niveles de los resultados obtenidos.
Los sentimientos de inquietud, miedo, o expectación, activan nuestro sistema nervioso, se provoca la secreción exagerada de determinados neurotransmisores en sangre, cuyas sustancias inciden en ciertas terminaciones nerviosas, provocando alteraciones físicas. Algo que impresiona de inverosímil, el miedo, la expectación, la preocupación, p.e., se pueden transformar en temblor, diarrea, nauseas, boca seca, dolores musculares, alteraciones de la piel, del pelo o de las uñas, del tubo digestivo, del ritmo cardiaco, o en bloqueos de memoria o atención, etc.
La ansiedad flotante, la podemos percibir o sentir como un sentimiento permanente de inquietud, de desazón, de tensión, de irritación e impaciencia, de mal carácter, o como un estado, cuando decimos es que somos muy nerviosos o inquietos, que no podemos parar. En este caso la sintomatología es poco intensa, aunque puede ser florida, es decir, presentarse un ramillete generoso de síntomas, rico y variado.
Puede ser más intensa y expresiva, o incluso predominar algún síntoma, como la disfagia o dolor al tragar, por lo que antes del psiquiatra han ido a más de dos otorrinos, pueden predominar los dolores lumbares, los tic, los temblores, los mareos, la sensación de falta de equilibrio, la afonía, diversas alteraciones de la piel entre la que destaca la alopecia, o puede que predomine el insomnio, el cansancio, la falta de apetito, los gases, las taquicardias, o alteraciones del ritmo cardiaco. Aquí obviamente las visitas al cardiólogo, o a los especialistas de digestivo o de neurología, están generalmente aseguradas.
Puede que en ocasiones se presente como episodio agudo, o como ataque de pánico, o ataque de nervios. Es un cuadro muy agudo, cuya impresión es muy dramática y aparatosa, además de diferentes síntomas, generalmente surge una profunda presión en el pecho, incluso alteraciones del ritmo cardiaco, ello implica que hay que excluir una angina de pecho, o un infarto de miocardio. El paciente que lo sufre lo envuelve el miedo verdaderamente dramático.
Obviamente, en el momento actual, se dispone de tratamiento adecuado, que en este caso ha de ser mixto, farmacológico, con el objetivo de neutralizar la sintomatología que nos hace sufrir, en ocasiones de forma alarmante, y psicológico, a cuyo través, aprender a reconocer los diversos síntomas, a acercarnos a su correcta interpretación, así como a la progresiva adquisición de habilidades, que nos permitan alcanzar una vida más serena, sosegada y tranquila.
Fuente Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Septiembre 2019
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