02 Abr 2020
J abril, 2020

Aplausos

Baltasar Rodero

Recluido en casa, y observando la vida y naturaleza por un ventanal, en ausencia de ruidos, ¡qué extraño!, con escasos y lentos movimientos, sin la presencia de nada que interrumpa o sorprenda, todo sereno, como congelado, todo tranquilo e inexpresivo, sin que consigamos captar estímulo alguno, sin que nos llegue más que el silencio de la quietud, en el fondo, y sin querer, surge un sentimiento de recogimiento, de ensimismamiento, de introspección, que puntualmente te sacude cual relámpago, asaltándote el recuerdo de unos números, que como mazazos te van golpeando de forma permanente, “tantos fallecidos”.

Estés donde estés, hagas lo que hagas, pienses lo que pienses, incluso te refugies en alguna fantasía, los números son tercos, te sacuden y zarandean, y en ocasiones, dependiendo de tu estado de ánimo, te dejan tocado, sin fuerzas, además de sin saber que o como responder, es un hecho singular, nadie podía estar preparado para presenciarlo, jamás incluso lo pudimos soñar, era demasiado.

Hay que realizar esfuerzos para alcanzar la bipedestación o emocional, hay que respirar profundamente para no asfixiarse, hay que asirse a la esperanza para no perder el control, porque el horizonte es oscuro, y está cubierto por una película poco permeable, que ensombrece la perspectiva, haciendo difícil la objetivación del horizonte, por esto la desorientación es la tónica general, o el desconcierto, en definitiva la incapacidad para entender y digerir.

Las necesidades se hacen imperiosas, los deseos de ver, de saber, de estar informados, de entender lo que ocurre, de poder llegar a la inteligencia de cómo ocurre lo que ocurre, y cuál ha de ser la respuesta adecuada de todos los ciudadanos, es la mayor de las constantes, entre otra aspectos, por el temor de sobrecargar los diversos centros sanitarios, y llegar incluso a que alguno de ellos, se quede excluido, por el hecho de carecer de los recursos necesarios.

Se nos ha dicho, y lo sabemos, que nuestro sistema de salud es uno de los más eficientes, de los más vigorosos, de los más potentes, cuenta con centros dotados con la tecnología más avanzada, además de con el cuerpo de profesionales más capaces, mejor formados, y más enamorados de su labor, amén de un cortejo de enfermeros, auxiliares, técnicos en diferentes áreas, y personal administrativo, de gestión y de mantenimiento, capaces de resolver eficazmente cualquier problema.

Pero, a pesar de esta óptima situación, nuestro sistema está concebido, como todos los correspondientes a los países desarrollados, para un determinado tipo de población, por lo que de acuerdo con los diferente patrones sanitarios, y tasa sanitarias, ha de cumplir con unos criterios determinados, obviamente la situación actual no se corresponde en nada con la normal, todo es diferente, distinto, singular, pero con el añadido de un problema de enorme gravedad, de aquí que, tanto el material necesario, como el tratamiento que demanda la población, exige de métodos, parámetros, abordajes, y tratamiento de singular calidad, además de específicos.

Nadie había pensado en esta situación, nueva, diferente, singular, nadie estaba preparado para, primero, entender lo que ocurre, y segundo, porque y como ocurre lo que ocurre, por esto nadie, ni se había atrevido a adelantar una posible respuesta, ante algo desconocido, y que además es de suma gravedad, solo se entienden respuestas radicales, exigentes, y de una calidad exquisita, desde la participación y colaboración de todos, aquí el civismo es esencial, la responsabilidad individual ha de ser la columna vertebral del sistema de respuesta, somos todos protagonistas, porque a todos nos puede afectar sus efectos.

No obstante, es el sistema sanitario en su conjunto, la suma de hombres, mujeres y tecnología, cuya dedicación es la atención sanitaria, y de forma especial, ese cuerpo de soldados de licenciados y doctores que ocupa la primera y última responsabilidad, que se sitúa siempre en la primera línea, los que realmente llevan el peso grave y tortuoso del problema, la responsabilidad.

Son personas que siempre dan la cara, que sin descanso, y la vez sin observar fatiga, sin reservas de ningún tipo, de la forma más generosa y desprendida, están llegando al mayor grado de generosidad, exponiéndose en ocasiones al contacto, y en consecuencia al sufrimiento de la propia enfermedad.

Se hace pues necesario, además del aplauso de todos, el reconocimiento general de su ingente labor profesional, silenciosa, sin estridencias, callada, y permanente, siempre en estado de vigilancia, sin reservas, sin titubeos, sabiendo que, no sólo es su obligación, sino que es la ocasión ideal de mostrar su actitud, su profesionalidad, su verdadera vocación de servicio, con el sentimiento de alegría de poder saberse útiles.

Personalmente a lo largo de mi dilatada carrera, he podido ejercer en todos los niveles de la red sanitaria, médico de pueblo, especialista de hospital, de ambulatorio, gestor del sistema, y he podido observar los diferente niveles de dedicación, de cualificación, de implicación, de los diferentes profesionales, en el momento actual puedo decir, que he quedado, como creo que toda la población, impresionado del nivel de respuesta de todo el personal, de su nivel de responsabilidad e implicación, cuantos al defender algo propio lo hacen con menos implicación o dedicación, esa diferencia de fuerza o vitalidad, se llama vocación, enamoramiento de lo que se hace, alegría de sentirse útil, sentimiento de responsabilidad en el ejercicio de la profesión, mi humilde pero rotunda y sincera enhorabuena a todos.

Fuente Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Abril 2020