¿MI HIJO TIENE AUTISMO?

Existen unas “señales de alarma”, características en cada etapa del desarrollo del niño, que nos pueden hacer sospechar que nuestro hijo podría tener un posible “Trastorno del Espectro Autista “(TEA). Es fundamental abordar esta clase de problema de forma precoz, ya que nos ayudará a paliar los problemas de conducta y comunicación, que suelen tener estos niños, y conseguir una mejor adaptación del niño en su medio familiar, escolar y sociocultural.

Los “signos de alarma” más evidentes y característicos del autismo son los siguientes: Desde casi el nacimiento, el niño no mira a sus padres para llamar su atención ni responde a su voz, no comparte la sonrisa social con sus seres más cercanos, ni responde a su nombre (no gira la cabeza al escucharlo, no emite sonidos…), tiene poco interés en ver lo que pasa a su alrededor (sonidos, luces, voces…) y no fija la mirada.

Hacia los 9 meses no hay evidencia de gestos comunicativos como señalar (para pedir o mostrar algo), decir adiós, hacer palmitas…Se interesa solo por ciertos objetos y no practica el juego imaginativo. No es capaz de imitar gestos o acciones del adulto. Son niños que no respetan turnos ni la reciprocidad de las actividades (“toma” y “dame”). Carecen de interés por los niños de su edad, y en ocasiones cuando interacciona con los adultos, parece que lo hace como medio para conseguir algo.

Hacia los 2 años es característico la ausencia del lenguaje o su uso atípico (lo utilizan de forma literal, sin entender metáforas, dobles sentidos, bromas…). Son niños con falta de empatía, que no responden a las expresiones faciales o sentimientos de los demás.

Ante estas señales y ante la posibilidad de que nuestro hijo/a padezca un TEA debemos acudir a un Psicólogo Infantil experto en Atención Temprana, para realizar una evaluación más a fondo. Ya que en ocasiones no se trata de un TEA, sino de un “retraso en el desarrollo en las habilidades de comunicación” del niño por diversas causas, y con una intervención precoz de Psicólogo y logopeda, puede remitir y hacer que el desarrollo de nuestro hijo tome un curso normalizado y sin consecuencias negativas a la base, que le permita una integración completa en su entorno próximo.

Fuente: Andrea González Sierra. Coordinadora Unidad de Atención Temprana del Centro Rodero.