Brochazos de una sociedad decolorada II. Hace unos meses, me desplacé, como suelo hacer algunos fines de semana, a la ciudad donde transcurrió toda mi formación y en la que conservo grandes y buenos amigos, Valladolid, como siempre, previamente pactamos la hora y el lugar del almuerzo, siempre muy prolongado, las anécdotas como es lógico son de todos los colores, formas y lugares, todos nos quitamos la palabra, pues nuestras reuniones no son tan frecuentes como quisiéramos.

En esta ocasión me llamó enormemente la atención una, aunque bien es cierto que ya nos sorprenden pocas cosas. Un matrimonio que vivía en una finca, sin hijos ya de edad avanzada, acogieron en la casa de los guardeses, próxima físicamente a la suya, a una pareja de extranjeros del Este, el convenio consistía, te doy casa donde vivir, además de un pequeño sueldo y seguridad social, y tú te encargas del cuidado de la finca, un terreno productivo, dentro de un municipio de Castilla.

Este matrimonio, bien acomodado disponía de un apartamento en el este de la Península, donde pasaban largas temporadas, durante las que el matrimonio contratado ejercía de responsable de todo, la relación era fluida y de máxima confianza. Esto significaba que las estancias en el apartamento del levante español, cada día se hacían más frecuentes con las estancias más largas.

En una de estas estancias, demasiado larga, el señor se puso algo enfermo, y sin avisar a su obrero, se presentaron en su casa, la sorpresa es que la llave no abría la puerta, tampoco había en la casa nadie, tuvieron que esperar a que llegara su operario, y la sorpresa pasó a la categoría de mayúscula.

El operario junto con su mujer, y en ese momento un familiar, se habían instalado en la casa principal, obviamente la discusión subió de tono, el dueño fue al puesto de la guardia civil más cercano, acudieron al lugar, y el operario les comentó que la casa la tenía en alquiler, que éste se había formalizado de forma verbal, y los honorarios son los que se correspondían por el cuidado de la finca, fue un acuerdo entre ambos, dado que el señor ya no trabajaba, y se había instalado en un apartamento en el levante.

La guardia civil aceptó en principio el relato como algo lógico, y los trabajadores siguieron instalados en la casa principal, hasta que, mediante las correspondientes gestiones administrativas y jurídicas, fueron despedidos.

En este contexto de disparates, otro compañero refirió, otro aspecto en sí casi esperpéntico. Comentó parte de la biografía del padre de los Kennedys, de su gran figura de estadista de su enorme inteligencia, y de la intransigencia y rigidez de su carácter, así como de la dureza en la educación de los hijos.

Parece que tenia recursos para casi todo, y su habilidad en lo que se refiere a la comunicación, en definitiva a las habilidades sociales, era superior. Tenía, según este amigo, un hábito  muy concreto, el día que alguno de sus hijos era nombrado para el ejercicio de un cargo público, le regalaba una libretita pequeña de bolsillo, obligándole a tomar nota de los favores que le pedían, compañeros y amigos, y de los favores que hacía.

Cuando por alguna circunstancia un hijo acudía al padre, con el que mantenían contacto permanente, hasta que este mantuvo su salud, comentándole una preocupación o un disgusto por una faena que le habían hecho, el padre sereno y sonriente le respondía, “mira en tus notas, quienes son los sujetos de los favores que has hecho últimamente, es alguno de ellos “, y parece que esto siempre fue así. Consejos que vienen recogidos en el libro de Esther, del Antiguo Testamento, sobre personas a quienes se les favorece.

Es increíble, parecería más lógico que el responsable hubiera sido el sujeto al que no había hecho el favor, pero no, nos es difícil en ocasiones asimilar, interiorizar desde la estabilidad, que el vecino vive mejor que yo, que dispone de un estatus superior, y que en este momento también dispone de más poder, de tal forma que nos retuerce, incomoda, y entristece, deber favores a este “ tipo de personajes “, por lo que su desaparición, o cuando menos defenestración nos encantaría, “la envidia en ocasiones es muy sutil”.

Otro fondo de saco ciego profundo y heterogéneo, es el que está en relación con los conceptos de, acoso, agresividad social, prejuicios, calumnias, injurias, etc., y que pueden afectar a cualquiera, pero de  forma singular a sacerdotes, periodistas, profesores, profesionales de la medicina y abogacía, futbolistas, actores famosos, etc.

No hace mucho una joven profesora acudió a consulta, ejerce en una agrupación escolar numerosa, carece de experiencia, su actitud es honesta, y su profesionalidad intachable, comienza una clase, un niño de 11 años acude 15 minutos tarde, pasa y se sienta, a la hora del recreo la profesora educadamente se acerca al niño, le pone una mano sobre su hombro, y le comenta,” el día que llegues a la hora que has llegado hoy, te prohibiré la entrada “, el niño se revuelve y le comenta secamente,” quítame la mano de encima, porque se lo digo a mi padre y te denuncia por acoso”.

La profesora llegó a la consulta, muy ansiosa, inquieta y triste, pretendía educar mediante una indicación simple, y la respuesta la sentía tan desproporcionada, que no la podía entender. Y claro que es difícil de entender, el código de comportamiento de algunas personas, dista del considerado como lógico o normal, nosotros lo juzgamos desde nuestro esquema de comportamiento, el normal, pero algunos, por egoísmo, prejuicios, ausencia de límites, desorden mental, lo desmesuran y la respuesta queda fuera de la norma.

Las agresiones emocionales y físicas, la actitud prejuiciosa, que siempre nos aleja del otro, la calumnia, difamación e injuria, por la que el objetivo es la destrucción moral del otro, que en el fondo envidiamos, o el hacerle tanto daño, porque el sufrimiento que provoca sea  insuperable, son entre otros, los recursos que algunos miembros de la sociedad utilizan, para convertirla en la podredumbre, ponzoña o malaria, que son ellos. 

Fuente: Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Junio 2019