Hace unas semanas acudió un joven a consulta, hijo único de 27 años, buena presencia, educado, correcto y con excelente formación académica. Manifiesta que se encuentra muy mal, nervioso, muy inquieto e irritado, pierde la paciencia con facilidad, por lo que en ocasiones no controla sus actos, sintiéndose inadecuado por las respuestas que en ocasiones da a cualquiera, además dice sentirse triste, y todo ello porque observa que tiene un futuro muy incierto.
“Desde niño, comenta, he estudiado con muchas ganas, con ilusión, con alegría, para mí lo más importante era el saber, el conocer, en definitiva mi formación académica, ya en el bachiller me esforcé, pero al elegir mi carrera trabajé mucho mas, renuncié a muchas cosas, a salir con amigos, a divertirme, p.e. y todo ello por meter horas de estudio, ello me ha permitido conseguir un c.v. ejemplar, complementado con idiomas y un máster específico, y después de este enorme esfuerzo, he llamado cual mendigo a varias puertas solicitando trabajo, y me siento desolado porque ninguna se me ha abierto, no he conseguido aún empleo”.
“Estoy en un momento que no se qué hacer, desorientado, creo que he quemado todos los cartuchos y ahora mismo me siento vacio, humillado, desubicado, fuera de mis raíles naturales, es como si la vida careciera de sentido, no encuentro satisfacción en nada, incluso me cuesta pensar, reflexionar, discriminar, discernir, jerarquizar los pensamientos, me siento embotado, torpe, carente de iniciativa, congelado, paralizado.”
Lo cierto es que todos los individuos, todos, al ser ubicados en este mundo, alumbrados en medios distantes y distintos, todos, normalmente vamos a transitar por el mismo itinerario, nuestro objetivo común va a ser, él de formarnos o él de capacitarnos en algo, de lo que poder vivir autónomamente algún día.
Es el común de los caminos, que además carece de alternativa, podrá eso sí, ser más o menos largo, más profundo o superficial, más complejo o más discreto, más o menos costoso, realizarlo con mayor o menor motivación, pero a todas las personas normales les unen los mismos deseos, conseguir un “algo”, cuyo ejercicio en el mundo del trabajo, nos permita cierta independencia, y con ello cierta auto afirmación.
Obviamente el comienzo del camino no se tiene claro, ni tampoco su trayectoria, ni incluso la meta final, porque al principio estamos dirigidos por nuestros mayores, para después seguir al unísono de nuestros compañeros, encarrilados dentro de una metodología, surgiendo con el tiempo distintas ramificaciones nacidas del camino principal, que podrán satisfacer nuestros deseos y esperanzas.
Es de este modo, como conseguimos al final nuestra deseada meta, que como veleta, para algunos podrá ser fija, como referente inconfundible y vital, y para otros, será fruto de las diferentes respuestas a los distintos estados de ánimo, y en consecuencia incierto.
Esto significa que en este campo de la formación, se puede observar un grupo, cada día menos numeroso, y que le caracteriza la tibieza, ambivalencia e inmadurez de sus deseos, que los revisan permanentemente, alternando caminos sin justificación, y perdiéndose en alguno de ellos, consiguiendo normalmente metas discretas, que no auguran jamás, grandes esperanzas.
En este grupo, el esfuerzo ha sido poco intenso, poco perseverante, muy discreto y disperso, por ello el no encontrar un trabajo, aun suponiendo cierto disgusto, éste está atenuado por la escasa apuesta que el alumno siempre ha realizado.
Otro grupo le componen los estudiantes que cumplen con su obligación, los que alternan el estudio con el ocio, los que estudian y se divierten, los que no pierden clase, como tampoco las ocasiones de pasárselo bien, están motivados pero no les agobia un suspenso, es como un camino de obstáculos que lo sienten normal, y que tienen que ir superando en ausencia de grandes traumas.
Terminada su formación, quizás la completen con algún otro curso superior o máster, específico o no, y las dificultades en la búsqueda de empleo les preocupan relativamente, porque aceptan a la vez que entienden la realidad social, no les afecta ni les inquieta, saben esperar, y quizás en esta espera, encuentren alguna alternativa, que al no ser exigentes puedan aceptar, comenzando así su andadura.
Un tercer grupo, se corresponde con las personas con un perfil como el del alumno objeto de consulta. Son todos ellos muy laboriosos, ordenados, autoexigentes, competitivos, metódicos, controladores de todo y de todos, cada paso que dan está meditado y medido, saben donde están y donde quieren llegar, son perseverantes y constantes, incluso tercos, cada día son más exigentes, su formación ha sido elegida y exigente, dirigida escrupulosamente, se han implicado en todo aquello que les pudiera servir, que perfeccionara su perfil, sin reserva alguna de tiempo, y con el máximo rigor. Esto en el fondo implica que la expectativa es muy alta, “soy lo mejor”, “represento a la élite”, “he dado toda mi vida al estudio, sin reserva, luego espero una respuesta adecuada».
Pero ocurre que la vida no es perfecta, que observa muchas disarmonías, que se dan variables que no se pueden controlar, por lo que en ocasiones, siendo lógica una respuesta, se puede perfectamente dar otra. Surgen, p,e, dificultades de demanda, se aprecian más otras especialidades, se dan movimientos incontrolados de grupos de presión, entre los que figuran, amigos, familiares, compañeros, y afines, y la expectativa no se cumple en toda se extensión, ocasionando una frustración proporcional a ésta, ignorando en principio, la lectura que hará el tiempo de este tipo de respuesta. “En ocasiones se escribe derecho con renglones torcidos”.
En un alto porcentaje, la mejor cosecha guarda estrecha relación con la calidad del terreno, pero en ocasiones se dan epidemias, difíciles de preveer y controlar, que distorsionan ese correlato, pero lo importante, es que esta situación siempre es ocasional, volviendo más pronto que tarde las aguas, a su cauce natural.
Vemos pues que, el fenómeno de la frustración es una constante, frente a la expectativa de la consecución de un empleo no cumplido, con las consecuencias, dependiendo del grado de motivación y esfuerzo realizado por del alumno, de la posible presencia de una pérdida de esperanza, motivación e ilusión, mezclada con ciertas dosis de apatía, desgana, tristeza y retraimiento social, o con la inmersión en un mundo de desorden, anarquía, destrucción, y pérdida de control.
Se hace neceario,1/ Incidir en las diferentes causa que genera el abandono escolar, el más alto de Europa, y que supone una bolsa de trabajadores carentes de experiencia y formación, condenados por ello a una expectativa infinita, o a la realización de trabajos, nada edificantes, 2/ el coordinar inteligentemente demanda y oferta laboral, mediante un control de ésta, como el que se viene realizando en el campo de la medicina, porque no puede ser, que sigamos formando ingenieros y arquitectos, para responder a las necesidades de Sudamérica y los países árabes, a la vez que en España, no se cubran algunos puestos de trabajo referidos a, la tecnología de la información y comunicación, 3/, el reajustar la dimensión de nuestra oferta, especialmente universitaria, una de las más generosa cuantitativa y cualitativamente, que asegure su limitada eficacia, ( hoy se dan clases con seis alumnos, en materias carentes de demanda).
En mi criterio, son los tres aspectos esenciales, que vienen demandando un urgente cambio de dirección.
Sólo un apunte para los autoexigentes, “el trabajo está al servicio de la vida, del disfrute de las cosas, es un medio, no un fin”.
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