28 Nov 2022
J noviembre, 2022

¿Cómo sé si gusto a mi chico?

Baltasar Rodero

No es nada raro, que alguna joven se acerque a la consulta tímidamente, buscando una respuesta que teme, y que para ella es muy importante. Sale con mayor frecuencia de lo normal con un chico, y se siente relativamente satisfecha, pero hay algo que en el fondo no funciona como desea, “el engranaje no es solo perfecto, sino que en ocasiones chirría, y aquí viene la confusión y con ello la pregunta, porque no sé si debo seguir con él, parece que no es lo que buscaba, aunque en ocasiones puntuales me siento bien, pero la duda transcurre con el tiempo, y me deja menos espacio para tomar una decisión, de aquí que requiera ayuda”.

La base de cualquier relación afectiva, amén de cierta atracción emocional, es el respeto, que implica un comportamiento por el que jamás se debe, imponer, exigir, demandar, ordenar, requerir… al otro, porque se trata de una relación entre iguales, en la que participan y opinan en equilibrio, sin recovecos, subterfugios o insinuaciones, todo es claro y sencillo, nadie teme nada, la confianza se va incrementando con la cercanía y la comprensión, sobre un sentimiento de igualdad, que es libertad, y con ello el equilibrio emocional y la seguridad.

El respeto entraña la aceptación total y absoluta del otro, la asunción de la persona y de todo que ella representa, porque si nos damos cuenta, cada uno de nosotros ejecuta varios papales o roles en la vida, somos hijos o hijas, hermanos, cuñadas, primos, amigos, trabajadores… de tal forma que se nos puede conocer porque somos hijos de… o somos hermanos de… de tal forma que, la persona que me acepte a mí como pareja, sin estridencias o roces, ha de aceptar a todo aquello que represento, eso nos dará la fortaleza, serenidad y seguridad necesaria, al encontrarnos con la aceptación de nuestra identidad como personas.

No es fácil de entender que no se acepte al hermano, al primo o al padre… cuando forman parte de la esencia de la persona, si la pareja a la que deseo me gusta, me atrae, y aspiro a compartir la vida con ella, ella es más que ella, es ella y todo aquello que la hace ser ella, de tal forma que, si le falta algo de lo que dispone a su alrededor, sentirá su ausencia, y su identidad se resquebrajará. La aceptación es completa del otro, y de todo cuanto representa, sin que esto merme o recorte la relación estricta de pareja, más bien al contrario, la enriquece, la hace más robusta y fuerte, además más flexible y amable.

El contrapunto de esta concepción, brusco y grosero, vendría dado por aquel padre, que cuando llega del trabajo busca a la pareja, necesita a la pareja, que precisamente está atendiendo a los hijos, y cuando no la encentra, cuando no siente que la posee, se enfada, rivalizando con el amor que ella guarda para sus hijos, cuando lo normal es el de poder compartir este amor enriqueciéndole, y ser los dos como pareja, los que conjuntamente protejan y velen por los hijos.

Cuando estos dos hechos, respeto y aceptación, no los vemos, o solo vienen representados por ráfagas, cuando no nos sentimos valorados, y aceptados, nosotros y los nuestros, el candidato y la candidata, cumple con los criterios de un ser egoísta, sombrío y miedoso, cuyas intenciones no son sinceras, porque solo se quiere a él, vive en el temor de que el resto pueda romper su rigidez y transformarlo, de aquí el miedo a compartir, en este caso la mejor medicina es el alejamiento, no hay solución.

Como cualquier cosa viva, la relación de una pareja no se mantiene sola, hay que cuidarla, atenderla, pensar en ella y en todas sus singularidades, y además compartirla, dialogar, jamás callarse, otra cosa es que lo hagamos con más o menos inteligencia, mesura y tacto, el diálogo pues representa la parte esencial de un mantenimiento, fresco, joven, y vital, nos pone al día en todo, compartimos todo, somos uno emocionalmente, sabemos sin estar a su lado que piensa el otro, o que hace, el ensamblaje es tan perfecto, que solo ocasionalmente se podrá presenciar un diálogo con un tono discordante, pero que como la inercia es, hablar hasta conseguir llegar a la esencia de las cosas, todo pasará, todo será fugaz.

Hoy, en medio de la incertidumbre en la que vivimos, hemos de apostar por la cercanía, comunicación, contacto y diálogo, esto supone la fuente pedagógica más importante para los hijos, evitemos su lejanía, frialdad o dispersión.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022