Todos los profesores, han de estar en posesión de las múltiples habilidades, que les capacitan para mantener la atención y el respeto, en la clase, pero ocurre en ocasiones, que, la carencia o limitación de éstas, o la inquietud propia de la edad de los alumnos, pueden hacer que ambiente de clase, funcione cual carrusel, pasando desde el movimiento más o menos intempestivo, a la calma chicha, haciendo que en determinadas ocasiones proceda poner un correctivo, aunque el esfuerzo es el de tratar de aliviar o sanear el ambiente. Por ello, sólo en último lugar, cuando las circunstancias superan cierto nivel de normalidad, ha de procederse al recurso del castigo o corrección, siempre como último recurso, inmediato al suceso, y proporcional al mismo.

El sentido común y la prudencia, nos invitan a evitarlo, poniendo nuestra experiencia al servicio de la homeostasis ambiental, subrayando así la prevención. “Debemos castigar, no para castigar, sino para prevenir”, Séneca. Y por otra parte cuando responda a una necesidad real, emulando siempre lo que dijo aquel sabio griego, a su esclavo, “de no estar enfadado te pegaría”, evitando así caer, en aquellos casos envueltos en la oscuridad del miedo, tan destructor de cualquier entendimiento, y comprensión.

Ha de ser útil y por ello inteligible, de aquí la importancia de las explicaciones o comentarios previos, y si se puede buscando ejemplos, un castigo escueto, rígido, siempre es negativo, puede inquietar, e incluso desbordar emocionalmente al alumno que lo recibe, por ello esta actitud cuando se da, habla de la ignorancia, además de imprudencia del autor, al carecer el alumno de la sustancia y trascendencia del acto, por el que se le castiga.

Los castigos, generalmente van a estar en relación, del incumplimiento de las normas y actividades del centro, o del atropello por los alumnos, de las normas cívicas, en los momentos de convivencia con compañeros. El alumno debe por ello, cumplir con puntualidad, compostura y disciplina, la explicaciones del profesor, en todo momento, amén de cualquier otra orden que con respeto se le indique, entendiendo, que la disciplina, orden, rigor y seriedad, entre el profesor y alumno, suponen el sentido medular, que ha de respetarse para conseguir “los mejores frutos del centro”.

El profesor permanecerá siempre en clase; atento, respetuoso, amable, y cercano o accesible, y los/las alumnos mantendrán la máxima atención, a la comunicación gestual y verbal del maestro, cualquier atropello de alguno de estos modelos, que definen la relación del binomio, requerirá una llamada, cuando menos de atención, de unos o del otro. El mantenimiento de esta composición o coordinación, se basará especialmente, en la autoridad moral e interés del profesor, que sabrá sembrar las necesidades de saber, y de superarse de  cada alumno; de no darse esta nota, en la composición orquestal, será difícil conseguir el objetivo deseado, admiración al profesor, y recreación de la fantasía del alumno.

El alumno en el fondo, sabe cuáles son sus líneas de actuación en clase, un tiempo inviolable, en el que encontrará actividades nuevas y atractivas, además de un crecimiento social lento, o de aprendizaje, de saber estar. En este espacio de tiempo, se habla, se ríe, se bromea, se juega, se mantiene un tono de cierta alegría, en grupos de forma amistosas. Pude ocurrir que, circunstancialmente, se de alguna broma pesada, en tono grosero, ofensivo, o incluso punible, como el acoso, pero generalmente los alumnos están vigilados, y lo normal que el fuego se apague de inmediato. No obstante, como somos únicos además de distintos, y los hay más sensibles, y limitados en asertividad, a la vez de más bromistas, puede que entre estos, se de algún desacuerdo, unos porque se permiten bromas inofensivas, que se pueden considerar cotidianas, o comunes, y otros, que por su sensibilidad, se sientan heridos emocionalmente, y de forma impulsiva, eleven el tono con expresiones groseras, en la medida que no saben aceptar estas bromas. En este caso la desconfianza, y la suspicacia, con el tiempo irán madurando, porque en la vida los individuos somos plurales, y todos hemos de aprender a colaborar, en plena convivencia.

El castigo supone una corrección de comportamientos, si queremos ser neutrales, pongámonos en el rol del sabio griego, hablemos con todos, escuchemos a todos los involucrados, puntualicemos sus errores, con el objetivo de cronificar unas buenas relaciones, no hay buenos y malos, son todos iguales, presidamos además nuestro discurso; con el amor, la solidaridad, la empatía y la esperanza,  junto a la humildad. Impliquemos desde el principio, cuando el tema lo requiera a los padres, estos han de participar siempre en el proceso del encuentro para que sea eterno.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023