21 Nov 2019
J noviembre, 2019

Creando certidumbre

Baltasar Rodero

Ocupaba un puesto de trabajo de cierto relieve social, a la muerte del dictador, que me permitió asistir relativamente cerca, al enorme vacío que supuso su esperada despedida, en la que las referencias eran confusas, y la virtual apertura de caminos borrosa. Todo ello normal, pues todos los nacimientos muestran una misma cara.

Pero se hacía necesario a la vez de urgente, una carta magna, un decálogo consensuado, que nos permitiera superar el vacio aludido, y comenzar a caminar en una dirección, especialmente la de la concordia, la del acuerdo, la del entendimiento, para lo que se necesitaba del diálogo, sin atadura, recortes o límites, diálogo con un objetivo, entenderse en la redacción de ciertos criterios, que permitiera una convivencia pacífica.

Los escollos después de tantos años de silencios y rencores, eran casi infinitos e insalvables, incluso se daban graves desencuentros, entre hermanos biológicos y familias, pero en todos nació una idea suprema, vital y viable, además de urgente, porque todo siempre puede empeorar, y más en el terreno movedizo en el que nos encontrábamos. Lentamente desde el centro, se inician los encuentros, y lentamente van cristalizándose ideas, porque en principio la base es simple, y es la edificación de un referente de convivencia.

La periferia más lejana, y más rota por su dolor ya crónico, se muestra más sensible, más áspera y suspicaz, pero es inteligente, y entiende que estamos frente a una gran oportunidad que no se puede perder, acepta pues la participación, entendiendo que ha llegado el momento de tener su protagonismo, dentro de un diálogo universal.

Mientras, la iglesia, por medio de su jerarquía, y desde el protagonismo que se le había permitido en todo el proceso del Movimiento, requiere su cuota de opinión. Vemos, pues, que son dispares, distintos, divergentes e incluso grupos enfrentados, los que tienen que alumbrar, un documento, que es vital además de urgente, y que aporte a la situación actual, concordia, entendimiento, y acuerdo, en un momento tan complejo como le corresponde a cualquier circunstancia de cambio.

Es sabido por todos, que se trata de la primera ocasión en décadas, ello es el mejor acicate, a pesar de los obstáculos, algunos enormemente tortuosos y casi insalvables. Seguir y seguir se convierte en el lema, seguir hasta conseguirlo, sabiendo que nadie va a poder conseguir lo que siempre deseó y esperaba, o lo que ya ocasionalmente disfrutó, por encima de todo ello se sitúa un acuerdo de entendimiento básico.

Se trata de un tiempo nuevo, distinto, deferente, en el que la comunidad internacional se sitúa más de cerca, vigilante, presiona y trata de incorporar conceptos a través de opiniones, y nosotros nos esforzamos en la búsqueda de una homologación, para que algún día podamos dialogar entre iguales.

Un día llenos de satisfacción, y después de muchos sudores, presiones y discusiones, cristalizó un acuerdo, tras el que llegó una aceptación pública, y con ello su puesta en práctica, son momentos inolvidables, por las graves dificultadas salvadas, pocos apostaban por lo que fue un hecho sin precedentes, la adquisición del protagonismo de nuestras vidas.

Se acepto un referéndum, no sin detractores como es normal, y la mayoría dijo adelante, tenemos que seguir, disponemos de un proyecto de vida en libertad, que nos habla del diálogo para llegar a acuerdos, hablemos, sigamos discutiendo, perseveremos, siempre vigilados por el poder judicial independiente, elegido por un ejecutivo nacido del pueblo. Es el pueblo el que decide, nadie ha ganado ni ha perdido, todos hemos ganado algo, a la vez que hemos renunciado a algo, no podía ser de otra forma, un acuerdo implícita esta actitud.

Así, con la referencia de un marco de convivencia, nacido tras muchos dolores, como un mal parto, hemos aprendido a convivir no sin incertidumbre, pero al ir lentamente creciendo, la grietas del referido marco, especialmente las referidas a los conceptos de estado, nación, nacionalidad y autonomía, suponiendo la descentralización como enorme acierto, que trataba de responder a las singularidades históricas, al no poner límites o definir claramente, tipo y forma, en cuanto a las transferencias del estado, amén de una ley electoral perniciosa, etc., han, conjuntamente exigido, que la gobernanza la conjuguen siempre, un partido con implantación nacional con otro periférico, provocando en este un protagonismo cainita.

Han pasado décadas y la película se repite, ambos partidos nacionales se alternan en el poder, pero siempre han de contar con el apoyo de los periféricos, que van adquiriendo músculo, y con ello las fantasía de un mayor poder, pues conocen la gestión, incluso trascienden a la esfera internacional, de aquí que, a sólo un paso, por la miopía y egoísmo de los partidos de estado, pretendan o exijan ser otros, algo que ya sienten.

Sólo cabe una respuesta, que además es urgente, que la gobernanza del partido de ámbito nacional que ha obtenido más escaños, cuente con el apoyo del otro gran partido, a partir de un gran acuerdo, para investidura y legislatura, que permita el abordaje exitoso de los grandes problemas de Estado, p.e. reforma del título octavo de la constitución, clarificando los conceptos hoy confusos de, estado, nación, nacionalidad, autonomía.

Promulgación de una nueva Ley Electoral. Un nueva Ley de Educación. Designación de los miembros de los Poderes Judiciales. Un pacto referido al sistema de pensiones, etc. Cualquier otra alternativa sería persistir en el camino recorrido, cada día más pedregoso, y con más curvas, y alguna de ellas sin señalizar.

Autor Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra, Noviembre 2019