Se trata de un estado íntimo de las personas, que se manifiesta por cierta inquietud, desazón, deseo de cambio, expectativas diversas; en definitiva, por una falta de serenidad, sosiego y paz. Estamos pero no estamos aquí, somos pero no somos nosotros, o somos algo indefinido e itinerante que va trepando por el abismo, hasta poder encontrar una luz. No es fácil en este estado saber cuál es nuestro lugar, porque estando situados en uno, al pensar o sentir otro, nos situamos en un estado incierto, y este ánimo inquieto e itinerante se cronifica, pudiendo perdurar en el tiempo.
A los nueve meses de la concepción, normalmente nos expulsan del seno materno, éste nos escupe de forma violenta, pasando de un medio enormemente agradable, armonioso, templado, húmedo y suave, que sin oponer resistencia permite, e incluso facilita todos nuestros movimientos, además disponemos de todo lo que necesitamos, “sin necesidad de esfuerzo estamos alimentados, nos movemos y sin resistencia ninguna, nos desplazamos con satisfacción, nada es extraño, ajeno o resistente, todo fluye amablemente, suavemente”, y sin embargo llega un momento, y como algo que molesta, que sobra, que esta injertado donde no le pertenece, es expulsado al exterior, donde todo es desconocido; primero, el medio en general, y después, particularmente la temperatura, el alimento, el medio en el que nos desenvolvemos, la presión atmosférica, además del contacto con todo cuanto nos rodea, pero como recoge el Eclesiastés, hay un momento para cada cosa, y después del placer infinito, el ambiente más benévolo, el reposo más absoluto y productivo, la sensación mayor de serenidad, ha llegado el momento del displacer, de la lucha, del desencuentro, del roce desagradable, de la protesta, lloramos por falta de alimento, calor, o abrigo, nuestra situación de amor infinito se ha tornado en falta de sensibilidad, nadie nos escucha como antes, carecemos de la atención de la que disfrutamos nueve meses, todo es poco grato, pero también nos hacemos al momento, aceptamos la totalidad de las circunstancias, es el momento de la lucha.
Con este primer cambio, brusco cambio, da comienzo un camino en el que permanentemente vamos a encontrar análogas situaciones, aunque las iremos sorteando porque ya hemos adquirido cierta experiencia. Tenemos más hermanos, lo normal es que la convivencia esté llena de desencuentros, nos estamos preparando para el ejercicio de la vida adulta. Vamos a la guardería, nos situamos frente a personas desconocidas, unas nos gustan más que otra, unas me tratan mejor que otras, buscamos nuestras identidades, acercándonos a aquellas niñas o niños con los que nos sentimos mejor, más satisfechos y confiados, alejándonos de cuantos se enfrentan a nosotros, e incluso nos empujan o pegan patadas o bofetadas, la clasificación en grupos es natural, y responde a la búsqueda de nuestra seguridad.
Somos ya mayores, vamos al colegio, y nos movemos en principio de acuerdo con los patrones dichos, seguridad ante todo, además de satisfacer la necesidad de compañía, no obstante, a esta edad preadolescente o adolescente, ya nacen otro tipo de intereses, el de ser algo más que los otros, o el de tener algo más que los otros, estos sentimientos moverán nuestros sentimientos, con lo que surgirán los compañeros y amigos adecuados, para dar satisfacción a nuestros deseos. La vida es un camino, en el que estamos siempre batallando por la supervivencia, de aquí que, cuanto más seamos frente a los demás o tengamos, entendemos que somos más fuertes, aspecto que en ocasiones se nos va de la mano, es decir, no sabemos controlar los impulsos, naciendo los enfrentamientos, las disputas, los resentimientos, incluso los malos tratos o el bulín.
Este camino, que ha supuesto un continuo aprendizaje, vamos a ejercerle de adultos, edad en la que normalmente ejercemos ciertas responsabilidades, y en la que vamos todos, y de forma especial un grupo numeroso que llamamos políticos, a manifestarnos dentro de una convivencia, en la que los factores de, poder, tener, dominar, ser, disponer, ostentar… van a señalar nuestro comportamiento, emulándolo todos aquellos que se identifiquen con ellos, de aquí, la diversidad de partidos, la distancia entre los mismos, física y emocional, e incluso el enfrentamiento brutal y esterilizador entre ellos. Yo, como no soy tu, cuanto más lo remarque, más soy yo, olvidando que, están donde están, no por lo que son, están para defender los intereses de los que representan, de tal forma que dejan de ser ellos, para ser lo que los suyos digan quienes son, y como los intereses representados son propiedad de los votantes, ha de nacer el DIÁLOGO, para desde el acuerdo, responder a la mayor cantidad de necesidades.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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