A priori impresiona de increíble, casi fruto de la fantasía, pero cuando te acercas a la realidad cruda de las cifras, y se cuentan más de 76.000 fallecidos, UCIS superando el 20, 30 y 40%, una presión hospitalaria máxima, una I.A que en algunos casos ronda el 300 y 400%, la suspensión de intervenciones quirúrgicas programadas en los hospitales, por la necesidad de camas UCI para las pacientes de la pandemia, y todo ello después de haber consumido cientos de horas las autoridades, y profesionales específicos, epidemiólogos, virólogos, preventivistas, clínicos…., comentando la gravedad que suponía la presencia de la Semana Santa, para un posible contagio masivo, y además, habiendo situado a la totalidad de la población en estado de alarma, que suena a trincheras, a guerra, a enfrentamiento y muerte, con la represión de cierres perimetrales, en la casi totalidad de las provincias.

Si nos miramos al espejo, y observamos que nuestra conducta en estos días, ha exigido el cierre nuevamente de centros y servicios tan deseados, como bares, restaurantes, gimnasios, comercios… la cara que se nos quedará será como mínimo de vergüenza, porque la responsabilidad de todo ello, descansa en el comportamiento irresponsable humano, no se trata de otras circunstancias perversas, o que nos quieran mal, y que nos deseen amargar nuestra vida, somos nosotros, sólo nosotros los verdaderos responsables, algunos por descuido, otros confiados sin mala fe, otros desafiantes buscando el escándalo, y otros individuos sin ningún tipo de escrúpulos, a los que se suman los negacionistas, mezcla de ignorantes, narcisistas, y sociópatas, a los que habría de sumar la inoperancia e ignorancia de la autoridad competente, responsable de este desaguisado. 

Situación planteada, que además de fallecimientos, sufrimientos y enfermedades, y como consecuencia estrés patológico para los sanitarios, supone enormes pérdidas económicas para todos, por falta de ingresos de los negocios o empresas, por los despidos y prolongación de los ERTES y ERES, e incluso por el cierre definitivo de muchas pequeñas industrias y negocios, en plegaria permanente para conseguir alguna ayuda de la administración, simplemente por esta despreocupación de una masa social, grosera, incívica, despreciativa, asocial y sociópata, o carente de sentimientos de responsabilidad colectiva.

Las organizaciones sociales, para su mayor eficacia, para su funcionamiento y supervivencia, para su mejor cumplimiento de los deberes, que la sociedad ha  depositado en cada uno de nosotros, diseñan normas o reglamentos de comportamiento, algunas con el carácter de orientativas, y otras de obligado cumplimiento, y la sociedades crecen y se desarrollan, mediante el respeto a estos referentes, que las hacen fuertes, justas y útiles, no se entiende por ello este tipo de comportamientos enfrentados a la norma, y menos cuando se trata de personas en las que recae ciertas responsabilidades sociales, que las hay, y que sin escrúpulos las atropellan.

Desde que el individuo, dentro de su etapa evolutiva se irguió, y se organizó en grupos, especialmente para una mejor defensa de los enemigos, especialmente depredadores, para que estos grupos funcionaran, progresaran, y fueran flexible y útiles, además de ofrecer cierta cohesión de grupo mediante el afecto mutuo, con el consiguiente fortalecimiento de los mismos, nacieron las normas, sin las que reinaría la anarquía, a la vez de las consiguientes represiones administrativas, y de forma simultánea surgieron ciertas orientaciones morales, canalizadoras de las emociones, surgidas especialmente de la esfera de las creencias, pero somos tan inconscientes, que nos tienen que recordar mediante el esfuerzo de una carga económica, multa o sanción, o el dolor moral de una represión física, retención en recinto cerrado, la calidad y la importancia, que la norma tiene para la convivencia.

Tengo que manifestar que, así como en el confinamiento de partida, la policía circulaba por todos los rincones, siendo visibles en cualquier lugar, últimamente para ver a uno tienes que buscarle, no pasean por las calles, o por lo menos no se ven, paseas por lugares donde se concentran las terrazas, y no se ve a ninguno, y yo que he tenido ocasión de hablar con personas, que en estas vacaciones han llegada a Santander, vía autobús, tren, avión o coche, nadie me ha comentado que se haya encontrado con un policía, nadie, todos han llegado a su destino, segunda vivienda, casa de algún familiar, o de sus padres, o vivienda rural alquilada, sin que nadie le señale como infractor de una norma, así como de sus consecuencias.

Y yo me pregunto, que hace el ejército, a que se dedica, yo he ejercido de oficial y tengo alguna idea de cuáles son sus funciones diarias, y por eso se también que las tareas de vigilancia, en este caso tan imprescindibles en, estaciones de autobuses, aeropuertos, trenes, carreteras de todo tipo, y esencialmente en las radiales, y los nudos vitales de cada una de ellas, todo eso se hace vital, ¿Dónde ha estado el ejército?. ¿Dónde ha estado la policía y la guardia civil?. Sé que ellos, ni como cuerpo ni como personas son responsables, pues su función es la de respetar y cumplir fielmente lo ordenado por la superioridad. 

Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander, 2021