Como compañero de viaje a lo largo de nuestro vital itinerario, en estos días se ha hecho presente de forma brusca, caótica, anárquica y destructora, a lo largo y ancho de nuestro pequeño universo. Continuamente tenemos noticia de su resplandor en cualquier rincón, no nos permite un pequeño descanso, su destrucción va lenta pero inexorablemente caminando, superando todas las barreras, que el individuo con esfuerzo e imaginación propone, y riéndose de nuestra pequeñez e insignificancia, va aniquilando todo cuanto encuentra a su paso.
En esta ocasión ha enseñado su cara más perversa, más dañina, incluso más egoísta, quiere acaparar, poseer, disponer de todo cuando encuentra a su paso, quiere demostrarnos sus muchas capacidades, su energía, la visión que tiene de nuestra pequeñez e insignificancia, no pensamos en él, lo olvidamos, no lo tenemos en cuenta, tratamos de despreciar su presencia durante todo el año, o mejor durante toda la vida, y enfadado, se ha retorcido de agresividad y ha hecho valer su energía.
En ocasiones y desde su cara amable, nos ayuda, se pone a nuestro lado y nos sirve, nos da calor en los días invernales, en los que nos podemos congelar, purifica todo aquello que para su ingesta lo necesita, dándonos salud y prolongando nuestra vida, y siempre que le necesitamos está a nuestro lado, podemos afirmar que sabe servirnos, pero el individuo ha olvidado que forma parte de la naturaleza, que desde los filósofos clásicos sabemos que formamos parte de ella, que somos uno de sus miembros, pero la soberbia que siempre nos impregna, desprecia esta dependencia y caemos en el abismo.
No puede ser que la sintamos tan lejos, además de ajena, no puede ser que la despreciemos tan brutalmente, no puede ser que el ecosistema, o medioambiente equilibrado en el que nacemos y vivimos, sea tan despreciado, no puede ser que de forma miope y egoísta tratemos de disponer de cuanto nos rodea, no puede ser que esta egoísta utilización carezca de normas, reglas, e incluso de sentido común, los campos se empobrecen, y tratamos de ampliarlos a costa del bosque, el terreno se desertiza al extraerle el líquido de sus entrañas, los ríos se secan y se convierten en basureros, los animales bajan de su medio natural, y tratan de convivir con nosotros, propagando sus propias enfermedades, para nosotros mortales.
Hemos de hacer un acto de humildad inteligente a nivel mundial, y proponer un nuevo orden, cuyo respeto sea una manifestación universal, por el qué cada ser ocupe su lugar, de tal forma que, el medio natural pueda lenta pero enérgicamente surgir, que pueda manifestarse como un medio equilibrado, en el que cada ser se encuentre con su específico lugar, donde desarrollarse y fructificar desde la convivencia.
Sabemos que el bosque es indispensable para el individuo, sus frutos son muchos además de necesarios, higienización, comida para personas y todo tipo de animales, nos da frescor cuando lo necesitamos, y calor cuando el frio hace su presencia, además que preserva el ecosistema del medio, le mantiene equilibrado, y sabiendo esto, la pregunta inmediata es, ¿qué hacemos en pro de su cuidado, de su mantenimiento vivo y rico, que ayuda le prestamos, como le servimos, nos acordamos de él cuando no le necesitamos?
Es como un gran amigo, cuyo humildad y ganas de servir es tan grande, que sin querer, sin ser consciente, siempre está a nuestro servicio, y nosotros acostumbrados a esta relación egoísta, desde la soberbia, sólo nos acordamos de él cuando se enfada, son tantos los desprecios que le vamos haciendo, son tantos los desaires hirientes que le venimos mostrando, que el enfado es proporcional, ¿por qué nos extraña su enfado, por qué no esperamos esa respuesta que merecemos, por qué aquellos que se les paga para gestionar nuestros bienes, no están en su lugar, alerta, en guardia permanente, vigilantes, para que jamás llegue enfado alguno?
A los responsables, a aquellas personas cuyo cometido es el de hacernos la vida lo más amable que se pueda, les rogamos a la vez que les exigimos, que observen la debilidad de las personas y de todos sus enseres, él como todo puede desaparecer en segundos, en medio de un juego macabro, triste y traicionero, entre el fuego y el viento, como enormes fenómenos cuya fuerza es incalculable, sin que nos demos cuenta en el tiempo, de nuestra pequeñez, y por tanto de nuestra necesidad de defensa, pasemos a la acción, ayudemos al que lo necesita, pongámonos a su disposición, a la vez que dispongamos cuanto sea necesario, para que esto quede en un drama que superamos definitivamente entre todos.
Fuente Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022
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