Me gusta ver jugar al fútbol, aunque solamente en mi vida, haya ido una sola vez a un campo, pero lo veo por TV, y la verdad me atrae, y en ocasiones me emociona. Es un juego, primero competitivo, con enorme carga de responsabilidad en cada uno de los jugadores y directivos, además de un juego de equipo, en el que un número importante de jugadores, han de interiorizar su papel en el campo, cubrir a un contrario, asistir a un compañero, estar pendiente del área que le toca defender, salir corriendo cuando haya espacio, cortar al contrincante que invade su espacio, en definitiva, el juego en equipo consiste en esencia, en coordinar el rol de cada uno de los jugadores, dentro de un sistema, que aun definido antes de salir a jugar, puede cambiar, al proponer el contrincante otro dibujo, de aquí la riqueza de la información del entrenador, junto a la mejor interpretación de cada papel por cada jugador.

El juego en el fondo es una lucha por la posesión de la pelota, obviamente cuanto más tiempo la mantengas más posibilidades tienes de marcar, aunque esto requiere primero habilidad individual, para mantenerla y pasarla, y después coordinación dentro de un dibujo, marcado por el entrenador, cuyo objetivo es, perseverar en la posesión, pasarla con la mayor rapidez, para que no te la roben, dando un sentido al juego, que moviéndose desde la lógica del dibujo, pueda llegar la pelota a la portería contraria. Esto va a implicar entre otras cosas, roces, empujones, patadas más o menos conscientes, pisotones, agarrones cortando la carrera del contrario… que el árbitro ha de vigilar, pitando la falta, cuando en su criterio esta se haya cometido.

En ocasiones es muy difícil distinguir, el hecho de la falta en sí, ¿fue conscientemente propiciada?, ¿o se trató del azahar, dentro de las diferentes probabilidades estadísticas? Tenemos que tener en cuenta, que el juego va rápido, a mucha velocidad, y primero el individuo puede o no controlar totalmente sus movimientos, y puede ser consciente o no de un movimiento, que se haga dentro de otro movimiento complejo, un codazo en un salto, en ocasiones las faltas son enormemente complejas, aún estando cerca puede no observarse la totalidad del movimiento, la perspectiva cambia la imagen, y prueba de ello, es que las imágenes congeladas, en ocasiones no revela la realidad del hecho en sí, de tal forma que, hemos todos de confiar en la persona que dirige el partido, porque es la que está más cerca de la jugada, y además es su responsabilidad.

En ocasiones, estas situaciones de desencuentros del tipo que sea, empujones, zancadillas, codazos… provocan enorme tensión en el auditorio, hemos de tener en cuenta, que este está compuesto de personas en su mayoría, emocionalmente parciales, y además con una carga de enorme energía, de aquí que su desinhibición enmascarada por el grupo, ocasionalmente les impida poder emitir una opinión objetiva, y de aquí a esparcir, improperios, palabras ofensivas, cargas de profundidad frente al árbitro, haciéndole culpable de un perjuicio; es un camino trillado, que en ocasiones no es difícil controlar, pudiendo abocar en descargas de agresividad física desmedida, en un campo donde juegan niños de 15 años.

En este ambiente, son algunos padres los que tienen una mayor responsabilidad, generalmente son los forofos de sus hijos, de los que esperan hasta lo imposible, de tal forma que aquello que ellos no han sido capaces de hacer, lo proyectan en sus hijos, y esperan que ellos respondan a lo que ellos no pudieron, especialmente, porque además de que, genéticamente es necesario nacer con ciertas habilidades, se necesita para progresar, aquello que es lo sustancial en cualquier carrera, el trabajado, el esfuerzo, la dedicación, la motivación, el deseo de superación, soñar y vivir pensando en superarse, y esto requiere mucha energía, tanta, que en ocasiones no somos capaces de generarla, quedándonos en el camino. Esto en ocasiones los padres no son capaces de ver, porque realmente no quieren, aunque saben que la vida profesional de su hijo es otra, y les obligan indirectamente, engañándonos todos, de aquí que la frustración sea un estado de ánimo muy general, de tal forma que, cualquier circunstancia adversa, sea la chispa para emprender una tangana, que los hijos se encargan, generalmente, de neutralizar, porque son más maduros que sus padres, saben hasta donde pueden llegar, se esfuerzan y cumplen, y así sus compañeros, contrincantes o compañeros.

Distánciense los padres, aléjense emocionalmente, no se apasionen, serenense, vivan con sosiego el espectáculo, y permitan que sus hijos crezcan en la serenidad, en el sosiego, y especialmente contando con el afecto y respeto de compañeros y contrincantes, permitan que jueguen, porque es un juego.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024