28 May 2020
J mayo, 2020

El saxofonista

Baltasar Rodero

Desde hace muchos años, me une profunda y sincera relación de amistad con un profesor de música, saxofonista de profesión, persona amable, sensible, afectiva, inteligente y diligente, además de sufridora, por sus rasgos obsesivos. Es un profesor jubilado hace años, que ha participado en las orquestas más cualificadas del mundo, que ha interpretado a todos los autores clásicos, y que ha disfrutado y a la vez sufrido, una vida, además de llena, muy rica en contenido.

Su conversación es enormemente agradable, pues su vida dilatada, le ha permitido vivir en diversos lugares del mundo, y participar en eventos llenos de belleza, cuyos recuerdos jamás se borran, más bien, con el tiempo se adornan y se hacen más entrañables, cercanos y emotivos.

En los diversos encuentros que hemos tenido, se le pasaba el tiempo, concentrado, vibrante y emotivo, hablando de las diversas formas de interpretación musical, no siempre equivalentes, del concepto en sí de la música como arte que toca al espíritu, de su significado y trascendencia para el individuo, de su singularidad al conseguir emocionar al auditorio, pudiendo llegar a un estado de absoluta sublimación. Seguía y seguía, sin que se permitiera un lapsus ni para respirar.

El sentimiento es la esencia, sentirla por dentro, identificarse con ella, hacerla tuya, y el embrujo de ese sentimiento generalizado, cuando concurren todos los instrumentos, tan distintos, incluso dispares y lejanos, pero en plena armonía, sonando como uno solo, vestido de diferentes colores, era según el profesor, algo único, distinto, diferente, no hay nada que lo iguale.

Este confinamiento le ha exigido, como a todos, cierta incomunicación, y con ello un incremento de su tensión emocional, se trata, como comentaba al principio, de una persona amante de la perfección, del orden, de las cosas bien hechas, de cada cosa en su sitio, su perfil de personalidad, junto a su falta de libertad, vivida además desde sus parámetros de comportamiento, han provocado de forma reiterada ciertos conatos de irritación, frustración, nerviosismo, pérdida de sueño, circunstancia por la que solicitó una consulta por video llamada.

Después de recordar nuestros encuentros durante años, él sabía cuál era la causa de su malestar, donde estaba situado el origen del proceso, y en consecuencia procedimos, después de comentar la situación, y reflexionar la necesidad de ser aceptada, dado que, primero es impuesta por la autoridad, y segundo, es el único método para vencer al virus que circula en libertad, y que es letal, especialmente para las personas mayores. Después de una pincelada del pasado y un ajuste de su tratamiento, nos despedimos.

Su encuentro, y especialmente el recuerdo de su historia, sin darme cuenta me llevó al análisis de la situación de nuestra política actual, y me pregunté, ¿cómo suena nuestra política?, ¿se da la conjunción de los muchos y diversos instrumentos, que los manejan profesionales, que cobran por ello, que hay un director de orquesta, además de diversos directores de grupos instrumentales, de aire, de madera, etc., que su única función es la de interpretar un área musical muy específica, y titulada, “la gestión de los bienes de los ciudadanos”?

Cuál sería la respuesta en una encuesta, dirigida a la población general, a la pregunta de, ¿cómo suena la orquesta interpretada por nuestros políticos? ¿Se da un correcto ensamblaje dentro de los distintos instrumentos?, ¿existe la debida armonía musical?, ¿el sonido es el correcto, suave y equilibrado?, trasmite placer, serenidad, tranquilidad, y sentimiento de serenidad?, ¿emociona al auditorio?, ¿se puede decir, que trasmite un vibrante de placer?

La realidad es que todas las partituras son de mal gusto, además las estridencias y disonancias son permanentes, todo, o casi todo es inadecuado, nada está en su sitio, impresiona que más que de una orquesta, se trata, de un grupo musical de novatos mal avenidos e incluso enfrentados, y cuyas notas no responden a un guión, consiguiendo por ello al final, una obra que nadie puede entender, aunque ponga su mejor atención.

Estamos escuchando de forma permanente la peor obra musical, cuando la que se requiere en estos momentos, es una obra humana, armoniosa, coordinada, en la que participen todos los instrumentos bien afinados, a la vez de coordinados, compartiendo objetivos, complementándose.

Entendámosla, estudiémosla, aprendamos su verdadero significado y trascendencia, tanto humana como económica, nos jugamos vidas, las vidas de todos, abuelos, padres y nietos, por lo que la obra a interpretar, requiere un tratamiento muy que especial, una atención total y llena de humildad, porque carecemos de armas adecuadas.

Solo se sabe, que la mejor respuesta es, el respeto de las normas de higiene y de la distancia, para evitar su trasmisión, no es difícil ponerse de acuerdo, cuando son conocidos los objetivos. Repartamos los papeles, pongámonos de acuerdo en el papel de cada grupo de instrumentos, discutamos el tono para que suene perfectamente, y participemos todos, porque es una obra cuya responsabilidad es de todos.

Pongamos fin al gallinero, al aleteo sin estilo, y carente de rumbo, al griterío de la ofensa, del desprecio, del ninguneo, a una competencia esterilizadora que además de absurda ensucia todo, humildes como aprendices, aprendámonos nuestro papel, y comencemos a navegar en la misma dirección, pónganse de pie, encuentren su dignidad, sean honestos y educados, instruyan a los niños. ¡Cuánto lo agradecerían todos los ciudadanos!

Autor Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra, Santander, Mayo, 20202