El suicidio. Un itinerario silencioso. Hace algún tiempo me referí a esta lacra social, dramática y destructora, cuya incidencia sigue creciendo, tras una cortina de prejuicios, que nos impide su visibilidad, y que penetra en todas las capas sociales, y sexos.

Es aterradora su huella, es un mazazo silente, inesperado y extraño, que cuando golpea, lo hace con tanta fuerza, que el shock es la respuesta más común, ¿qué hacer?, ¿cómo responder?, y sobre todo, ¿cómo seguir?, faltan las fuerzas, las ideas y el rumbo han desaparecido.

Según las últimas estadísticas, correspondientes al año 2018, en España se consumaron cerca de 3.700 suicidios, o lo que es lo mismo , 10 suicidios diarios, a los que si sumamos un 15%, correspondiente a los intentos fallidos, la cifra final es más que alarmante, y lo es más, cuando entre ellas hay niños y jóvenes menores de 15 años.

Sin embargo, y a pesar de que esta mancha impregna y crece lentamente, no respetando sexos, edades, cultura o niveles económicos, ocupa menos espacio en los medios públicos, que los fallecidos por violencia de género, accidentes de tráfico u homicidios en general.

Es la primera causa de muerte no natural en España, fallecen alrededor de un 8 por 100.000 habitantes al año, su incidencia crece año tras año, pero emite señales que nos informan del proceso, accesibles a la atención de las personas con las que conviven.

Pero el silencio persiste, una losa impenetrable cubre todo, e insonoriza cualquier tipo de movimiento o llamada, se sigue rumiando el miedo en secreto, nos instalamos en la paralización incluso en la vergüenza, con cierto sentimiento de culpa, volando sobre todo, una tan absurda como temida estigmatización.

Quizás por el concepto integrador intergeneracional, que la familia tiene en nuestro medio, y de la que toda la vida nos sentiremos deudores, o por el sentimiento religioso que desde siglos ha venido existiendo, quedando siempre alguna secuela en las raíces de cualquier ciudadano, nuestro país es el de menor incidencia de Europa, situándose alrededor de un 8 por 100.000. Otros países, como Corea del sur y Japón, pueden llegar a situar su incidencia, entre el 20 o 30 por 100.000, habitantes.

Esto quizás explique nuestra falta de conciencia social, o el desconocimiento y la ausencia de interés, de abandono, o incluso de la palpación de un ambiente de cierto miedo, respetuoso, incluso hacia el simple comentario de un incidente, viviendo el suceso, en la vergüenza y en el silencio, como si se tratara de un castigo o una maldición, cuando en aquellos lugares más avanzados, son frecuentes la asociaciones de familiares de suicidas, o de suicidas que fracasaron en su intento, sociedades, en las que se trabaja en grupo, tratando de encontrar respuestas a cada situación objeto de reflexión.

No se puede afirmar la existencia de un perfil concreto de personalidad suicida, aunque se pueden apuntar como factores de riesgo, los antecedentes familiares de suicidios, haber sufrido episodios traumáticos en la infancia, vivir situaciones estresantes afectivas, económicas, familiares, etc., la soledad junto a la precariedad económica, la marginalidad o exclusión social, la falta de aceptación, el rechazo explícito, el acoso escolar, la identidad sexual no asumida, y haber sufrido abusos sexuales,etc.

Tampoco se puede hablar de causas concretas, porque generalmente responde a la suma de varias, aunque alguna actúe como desencadenante, quizá la reincidencia sea uno de los factores más importantes, porque generalmente, un tercio de las personas que ha intentado suicidarse, lo volverá a intentar antes del transcurso de un año, y un 10% de las personas que lo intentan lo consiguen.

Los problemas mentales son otro de los factores a tener en cuenta, aunque si bien es cierto, que no tienen porque sufrir un trastorno mental, no es menos cierto que alrededor del 90% de las personas que se suicidan lo sufren, o bien algún otro proceso incurable.

Quizá la primera causa sea la depresión grave, o depresión mayor, bajo cuyos efectos todo se ve oscuro, y además sin salida. Mas del 17% de estos procesos graves o muy graves, pueden terminar en suicidio, bien en el brote agudo de tristeza profunda, o bien durante su recuperación, en el que por la ingesta de antidepresivos, disponen de cierta energía, que les permite o facilita este tipo de salida, por el miedo a la posibilidad de volver a recaer, y en consecuencia a sufrir.

Otros procesos son las toxicomanías, en el periodo de necesidad o de abstinencia, en el que se suele carecer de control, y en consecuencia poder tomar la decisión de librarse del malestar. La esquizofrenia en su brote, en el que pierde la orientación y el control, y en los trastornos bipolares en la fase de manía, en la que la sensación de bienestar y de poder no conoce límites.

Junto a estos procesos, parece que en un porcentaje mínimo se dan situaciones en las que se carece de síntomas clínicos mentales, aunque se sospecha que éstos tengan el carácter de subclínicos, por lo que no cumplen criterios de verdadera enfermedad.

Últimamente, se suma a esta exposición el suicidio racional, es el suicidio que responde de forma razonada, a la salida de un profundo sufrimiento, por causa de una enfermedad orgánica grave, permanente, dolorosa e invalidante, y que además es progresiva e incurable.

El suicidio en la mujer, es mas reactivo a un acontecimiento afectivo, puede previamente dar señales mediante la presencia de inquietud, cierta agitación etc., siendo la salida común la defenestración. El del hombre, es más racional, mas organizado, mas rumiado y solitario, se retira de la vida cotidiana, se aparta, y el final es el ahorcamiento.

Se hace urgente y necesario, tomar conciencia social de esta lacra tan traumática, dramatizadora y penosa, y desarrollar un frente armonioso y activo para su prevención, abonando la formación de asociaciones de familiares, y de personas que hayan fracasado en su intento, así como creando centros específicos de detección, diagnostico y tratamiento, centros donde pueda acudir cualquier persona, con ideación suicida, o que su intento haya fracasado, así como todas las personas, familiares o enfermos, que necesiten algún tipo de información al respecto.

Fuente: Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Septiembre 2019.