22 Dic 2021
J diciembre, 2021

El triste rugido de unos pocos

Baltasar Rodero

Como cada mañana desde hace muchos años, me pongo en pie a primera hora de cada día, oteo desde la ventana el horizonte que me ofrece la bahía, hermosa como ninguna otra, especialmente de madrugada, y observo al fondo el horizonte, en el que unos rayos luminosos aparecen, y muy lentamente se van haciendo visibles hasta alcanzar, empujados por una bola de fuego, las fachadas de los edificios que la rodean, es una imagen inigualable que cambia con los días, incluso con los minutos, de color, de intensidad, de profundidad, incluso hasta de forma, provocando un ambiente entrañable lleno de belleza amable y conmovedora, uno quisiera parar aquí el tiempo, el ambiente, las sombras y los resplandores, pero los rayos se hacen más poderosos cada segundo que transcurre, brillando su luz con mayor esplendor, preludio del día, ignorando lo que este nos esconderá, porque estamos frente a un enorme misterio.

Mi emoción en este caso ha sido casi compulsiva al impactar sobre la mochila con la que cargo esta mañana, para comentar con vosotros, y que es un manojo de oscurantismo, alijo de nudos, y cruces y más cruces de caminos pedregosos, sin que se observe a medio plazo un horizonte que permita la esperanza, porque realmente es triste, o más que triste, paralizante y congelador, que de algo tan esencial, tan vital, como es la palabra, base de la comunicación, del diálogo y por ello del entendimiento, se haga de ella una hoguera, cuyo rescoldo alcance cada rincón de nuestra sociedad.

¿Sabrán realmente los que la cuestionan, discuten, comentan con fiereza, apedrean, insultan y amenazan en su nombre, el significado de la palabra, en cualquier idioma? ¿Tendrán en cuenta que es el vehículo mediante el que nos podemos entender, amar y reír, manifestar lo más hondo de nuestro ser, aproximarnos y ventilar nuestros trasteros, o penetrar en nuestros sótanos?

Todo es accesible para la palabra, para el lenguaje, no podemos, no debemos, no tenemos que negarla ni maltratarla, ni vivir en su ausencia, si nuestra aspiración como seres sociales es la de convivir, que es ser con los otros, no utilizando el ladrido, el mugido, el rebuzne… o el mutismo, propio de animales y seres discapacitados.

Además, lo que se propicia en el fondo, es el empobrecimiento, la desnudez más desgraciada de una riqueza de la que carecen muchos pueblos, dos o tres idiomas amplían las posibilidades de amarnos, de vivir en cercanía, en concordia o complementariedad, dos o tres idiomas nos permiten abundar en las bondades, en la solidaridad, en el acercamiento emocional, en la concordia, en la solidaridad, en la igualdad, es un tesoro que nadie puede deteriorar y menos destruir, ignoro la causa, por la que tantos y tan espléndidos intelectuales se muestran frente a este hecho, con una omertá tan triste, por lo inadecuada, poniendo sordina a cualquier aspecto, o tacando tangencialmente el tema, en nuestro criterio tan esencial que conecta con la propia esencia del ser, del estar aquí y ahora, además de en la de nuestra descendencia, al hurtarles de forma caprichosamente compulsiva, un recurso medular para su existencia.

¿Qué les preocupa a cuantos cuestionan o discuten este tema?, ¿qué temores les invaden para que se sitúen de forma tan inadecuada como incomprensible?, ¿qué fantasías se adueñan de su voluntad o capacidad de discernimiento? ¿por que no intervienen para situar los diferentes valores sociales en el lugar que les corresponde? ¿por qué a los ignorantes, estúpidos, y zafios no se les subraya la importancia que supone para todos, y de forma especial para el bienestar social, la suma de intereses?

Se hace especialmente necesaria la generosidad, y el entendimiento mediante la palabra, se hace vital que cada grupo protagonista del desgraciado desencuentro piense algo en los vecinos, amigos, compañeros, convivientes, en definitiva en el resto de la sociedad, no están solos, son representantes de muchos que pueden estar más cerca físicamente o más lejos, pero que emocionalmente se sitúan al lado del tema, dejen de parapetarse obsesivamente tras su burladero, salgan y encuéntrense con el resto, ábranse a participar

Nadie tiene el derecho a imponer ni exigir, son todos los que mediante la apertura y la discusión deben velar por enriquecer a la sociedad a la que representan, teniendo en cuenta que la suma, la posible compatibilización de idiomas es enormemente enriquecedor. Que beneficios tan enormes puede aportar a cualquier joven a la hora de enfrentarse al mundo, no les amputen las alas, alégrense de que puedan disponer de un capital del que otros carecemos, incluso luchen por igualarnos por las alturas, no por la base.

Fuente Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2021