Una reclusión impuesta, una pérdida de libertad forzada, aunque entendamos que se da una justificación, en ocasiones puede tener consecuencias emocionales, especialmente en personas que en ese momento estén en tránsito, han abandonado un lugar seguro y se dirigen a otro esperanzados, pero hay un momento en el que no están en ningún lugar.

Pueden en ese momento estar vendiendo o realizando alguna compra importante, asegurando un puesto de trabajo o una pequeña o menos pequeña empresa, comenzando a encontrarse con una pareja, en la que tienen grandes esperanzas, o estar en un estado de incertidumbre, porque los progenitores no están pasando el mejor momento, o algún opositor que espera se solucione su vida con la superación de un examen, o algún matrimonio en ebullición por el desacuerdo de algún asunto más o menos importante, o cualquier otra circunstancia, cuya resolución exija del paso de un tiempo determinado.

Cuando se da alguna de estas situaciones o más que pudiera apuntar, y nos pisan la manguera dejándonos fuera de juego, la incertidumbre, la inquietud, la desazón, un malestar general se apodera de nosotros, y nos hace la convivencia difícil, queremos quizás participar, implicarnos en el orden familiar, en la rutina, en el quehacer diario, pero nuestra sustancia gris, en un alto porcentaje de la misma, está al servicio del problema vital que nos afecta, de tal forma que, aun poniendo toda nuestra mejor intención, todos nuestros mejores deseos, no podemos conseguir estar a la altura que se espera de nosotros, dentro del ámbito familiar.

En estos momentos, se encuentra en esta situación un joven inteligente, laborioso, honrado, amable, educado, y especialmente ordenado. Está preparando una oposición hace años, y esperaba que se publicara la convocatoria del examen en estas fechas. Se han sucedido los días y los meses y no sabe cómo está la situación, le han comentado que se retrasará aunque no le indican fecha.

Su ánimo, frustrada su esperanza está muy bajo, porque su preparación es óptima, ha trabajado mucho para superar con facilidad este objetivo, y sin esperarlo, sin desearlo, sin entenderlo, le han robado la oportunidad de haber conseguido disponer de un puesto de trabajo, y con ello disfrutar de algo que venía deseando con ansiedad, la independencia, la libertad, la autonomía, vivir su vida.

Obviamente, esto, a él, o a cualquier joven en su situación, le supone un enorme disgusto, incluso cierta inestabilidad del estado de ánimo, porque la vida esencialmente es el emprendimiento de un camino permanente de formación, de acumulación de conocimientos, de los que aspiras a vivir, y esto lo ha cumplido de forma sobresaliente, de aquí su desazón, incluso el asomo de cierta agresividad, al tener que vivir algo sobrevenido, para lo que no estaba preparado y además le coarta el futuro.

De forma simultánea se ha dado otra situación cuya raíz es parecida, pero con dinámica diferente. Se trata en este caso de una joven, que en muy pocos años ha iniciado tres licenciaturas, la primera no le gustó nada, y la abandonó antes de que finalizara el primer curso, la segundo hizo el primer curso pero el ambiente no le gustaba, no era el que esperaba, y la tercera y actual, la comenzó porque dice que le gusta, pero es dura y exigente, y está pensando en abandonarla.

En este confinamiento ha permanecido conectada con varias amigas y amigos, y cada uno obviamente, la ha dado una respuesta, que la han ayudado a desorientarse más, y acude a nosotros, despistada, desorientada, apática y sin ganas de nada, está incluso inclinada a abandonar todo, porque en el fondo dice sentirse fracasada.

Una de las buenas cosas que tienen los confinamientos, es la posibilidad de encontrarnos con nosotros mismos, de pensar en nosotros, de mirarnos al espejo de la vida y reflexionar sobre todo, y de forma especial sobre donde me lleva el camino que he elegido, porque puede ocurrir que, si no cambias de dirección cuando debes, puedes terminar al final donde has empezado, y parece que esta joven en el fondo, sin ser consciente, sentía la necesidad de un cambio de dirección, para jamás terminar donde había empezado.

Hemos tratado el tema desde todos los puntos de vista, primero la necesidad casi imperiosa de “hacer algo de lo que poder vivir”, y ella lo ha entendido, segundo, que haga lo que haga se ha de cumplir el principio de pragmatismo, no se puede pensar en una formación que no se pueda hacer operativa, en su lugar hay pensar en aquella que nos permita, o haga posible su ejercicio, sabiendo esencialmente que nadie regala nada, que todo nace del esfuerzo, del trabajo diario, de la tenacidad o perseverancia, y además de que nada es fácil, o más fácil que otra cosa, que si quiero vivir de ello he de exigirme al máximo, he de entregarme, y amar lo que hago.

Parece que con estas y algunas otras reflexiones, va a seguir en el camino que últimamente había elegido, y además complacida, porque lo puede hacer desde su casa, junto a su familia y disfrutando de sus amigos, la impresión es que se ha encontrado, y ha conectado con la fuerza que la llevará al final del camino.

Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander Agosto 2020.