Las deliberaciones habidas en la cámara, en la celebración del Estado de la Nación, han supuesto un ramillete de griteríos, en los que se ha tratado siempre de enfatizar por cada portavoz de los diferentes partidos o grupos políticos, una multitud de aspectos disonantes, suma de medias verdades, o enmascaramiento de realidades concretas, huyendo siempre de aquellas realidades que pueden permitir el acercamiento, o incluso la compresión de la mayoría de la cámara.

Es una triste realidad objetivable, que sigamos históricamente en la misma línea, persistiendo en nuestra destrucción de forma machacona, desde la Reconquista, que de forma interesada y egoísta un rey cristiano, se podía aliar con el Emir de turno, para hurtar a otro rey cristiano un trozo de terreno, o una pequeña ciudad, hemos insistido en la codicia, en el deseo sin escrúpulos del poder, sin importar el camino, ni las formas que la conquista de este exige.

Con el asentimiento de la democracia clásica, y con el florecimiento de la intelectualidad, pensamos inocentemente que estas fórmulas estaban superadas, pero el nacimiento de las redes sociales, y con ella, el semillero, en ocasiones indecoroso, de los tertulianos o comentaristas, que hacen de la discusión permanente su medio de vida, la masa se rebeló, quien se lo diría a Ortega y Gasset, el eco y no la palabra se ha instalado entre nosotros, el estado emocional ha engullido a la cognición, la ha ahogado, de tal forma que cada uno escucha, a la vez que defiende, aquello con lo que sintoniza en la forma, especialmente, creándose con ello un estado de enfrentamiento irreversible por su sin razón, floreciendo además en esta oscuridad, otra ideas diferentes y en ocasiones disparatadas, por lo inconcretas e inadecuadas, naciendo en su defensa los negacionistas, raros, resentidos, o inconformistas.

Estamos sin darnos cuenta ahogados en medio de una profunda discusión, donde la verdad es irrelevante, mandan las opiniones, estas son los verdaderos referentes sociales, son el banderín de enganche de los que llegan además de los que están, naciendo siempre de una discusión planteada puerilmente, en la que se enfrentan dos opiniones, sin que aquellos que las tamizaban, los intelectuales, puedan hacer la labor de seleccionar, más bien al contrario, se han sumado a la corriente más caudalosa, o más llamativa, a la tertulia, por lo que como uno más de la tribu, se alinea con la que más sintoniza, que es la que mejor le impresiona, sin que observe de cerca la realidad.

Estamos sin intelectuales, sin aquellos que algún día bautizaban los hechos con una base científica, se han convertido en profesionales, o comentaristas, inscribiéndose orientados por el eco de los hechos, es la mejor forma de seguir opinando, de tal forma que no sabremos jamás la vedad de los hechos, nos llegará el eco de estos, presentado de acuerdo con el experto de turno, con el tertuliano ocasional, y seguiremos sumando o restando, sin saber si son números o letras.

Cada día que pasa, es más difícil tener acceso a la realidad de una situación, previamente, los tertulianos más iniciados nos sitúan en aquella pista en la que encontraremos el eco de un hecho, que no ha sido tal, pero que como conectamos con las formas, la verosimilitud es tan evidente, que nos hacemos sin darnos cuenta solidarios a la vez de predicadores de algo, que desconocemos, pero que asumimos como nuestro.

Ese espacio, ocupado por ocasionales vendedores, cuya base está nutrida de tertulianos, expertos en el manejo de las opiniones, profesionales de la venta, correa de transmisión de las distintas redes sociales, tan cercanas y familiares, como bien nutridas y pertrechadas de mensajes, bien pensados y correctamente elaborados, circunstancias que además de facilitar la comprensión, disponen del más colorido escaparate, son quienes nos proponen diariamente propuestas, encuentros y desencuentros, sobre los que nos tocará opinar participando en el juego marcado desde la base, pasando de largo, de aquellos aspectos de verdadero interés público, que como es lógico, conocen muy pocos, siendo los verdaderos protagonistas en el tratamiento de las sustancia descarnada de la verdad.

La cognición, el entendimiento, la crítica, la discusión dialogada, ha de abrirse paso, para que cualquiera pueda emitir sus sentimientos, criterios u opiniones, no podemos ser censores y menos opresores del sentir del otro, ¿por  qué ha de opinar como yo?, ¿por qué no ha de disponer de un caudal de razones objetivas, con las que conecte y que sean diferentes a las mías?, yo no pienso como tú crees, yo no me identifico con el partido que tú piensas, permite que sea libre.

Fuente Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022