16 May 2019
J mayo, 2019

Estertores cívicos

Baltasar Rodero

Estertores cívicos. La naturaleza la completa todo lo que nos rodea, todo lo que observamos como entorno y del que formamos parte activa, vive en nosotros, y por esto nuestro comportamiento se  asemeja al de su propia dinámica. La aparente armonía, o equilibrio inestable en el que nos movemos de forma permanente, se puede ver sacudido por ciertos estertores, más o menos violentos o expresivos, y como ocurre con los fenómenos naturales, se hace difícil e incluso imposible su control.

Pueden ser más peligrosos, transcendentes o devastadores, recordemos la monstruosidad del ébola, la malaria, las guerras, el fenómeno de las migraciones, etc, o puede tratarse de situaciones más sutiles, pero en el fondo inquietantes e incluso perversas, como las mil formas de explotación del individuo.

Son todas ellas respuestas disonantes, que movilizan la armonía, ese modelo orgánico equilibrado, que permite una convivencia pacífica, además de complementaria, en la que se suman esfuerzos y actitudes.

Son rebeliones, contestaciones airadas, respuestas extemporáneas, exabruptos, que de forma permanente se van suscitando, tratando con ello de resquebrajar el equilibrio conseguido, a base de esfuerzo y perseveración, a lo largo de los años.

Porque el entendimiento o compromiso social, llegó en principio con el paso del individuo itinerante a sedentario. Buscaba con ello defenderse, fundamentalmente de los animales y del resto de las tribus, ello exigía entendimiento y colaboración para conseguir cierto ensamblaje, que le permitiera una convivencia en orden y pacífica. Esta concepción de la sociedad crece, se desarrolla y perfecciona. Es un bien que va a garantizar el proceso con la suma del esfuerzo de todos, todos colaboran y participan, mediante normas explícitas de civismo convivencial.

Así llegamos a nuestra situación actual, una sociedad organizada, en la que se alternan, espacios de población mejor organizados, junto a otros que luchan por conseguirlo, pero que la imperfección del individuo, sus organismos, los caprichos y la falta de solidaridad lo dificultan y en ocasiones lo impiden.

A esto se puede sumar, dentro de los espacios más equilibrados y mejor organizados de la sociedad, cierta cíclica y puntual anarquía, o situaciones alejadas de la propia naturaleza, nacidas de la iniciativa perversa de los individuos.

Hace pocas semanas, trascendió a la prensa , que un grupo de padres no creía, e incluso desconfiaban, de la educación que se propiciaba desde los colegios, tomaron por ello la decisión de erigirse en profesores de sus hijos, y en consecuencia responsabilizarse de su formación y educación.

Quizás no se dieron cuenta de algo que es tan básico como medular en el terreno educativo, y es que la escuela o colegio, además de aportar conocimientos, enseña a participar en la vida, a ser con los demás, a estar en el mundo, a estar en definitiva con los otros, aspecto que obviamente no se puede aprender a interiorizar exclusivamente, desde dentro de la familia.

Otras noticias en estas líneas nos indican, que algunas mujeres embarazadas han decidido alumbrar a sus hijos en sus domicilios, se creen así dueñas de su vida, a la vez de dueñas de la vida de sus hijos y en consecuencia toman una decisión que además de caprichosa y egoísta, puede ser realmente peligrosa para su vida y la de sus hijos.

Sus vidas, no son de ellas, no se nos olvide que son seres sociales y todos hemos de intentar conseguir ciertos vínculos y responsabilidades sociales, y por otra parte, la vida de su hijo es de él, y de la colectividad en la que nace, la madre le engendra, pero no es de su propiedad, jamás será de ella, no es su perro, ni su juguete, es un ser social, y por ello, la sociedad ha de velar por su estado en el mundo, además de que su estancia sea lo más  armoniosa y feliz.

También, hemos venido asistiendo últimamente a una discusión social sobre las vacunas, por otra parte, uno de las más importantes aportaciones en el campo sanitario, y que han salvado a lo largo de los años millones de vidas. Su descubrimiento fue un hito histórico, quizás de los más importantes de la historia, al permitir identificar y erradicar determinadas enfermedades sociales, todas ellas mortales.

Obviamente, en los primeros estadios de su descubrimiento, pudieron surgir complicaciones, incluso pudieron plantear algún problema a la hora de su aplicación, pero este hecho actualmente es insignificante, ante lo positivo, trascendente y eficaz de su resultado final. Además no se nos olvide, que como algunos lo han detallado, el no vacunarse significa la posibilidad de sufrir una enfermedad, siempre peligrosa, incluso mortal, con graves  repercusión en los compañeros, familiares o amigos, al poder ser contagiados.

Podemos apuntar “más catarros sociales”, más resistencias o rebeliones de individuos, que por su ignorancia o inmadurez, se declaran liberados del cumplimiento de las normas, sin meditar ni tener en cuenta la trascendencia de sus actos, que en la mayoría de los casos pueden representar un grave problema social.

El individuo nace y recorre un itinerario, en el que va consiguiendo lentamente su madurez, es frecuente la presencia de retrasos  en este camino, (inmadurez emocional), y ello es normal, pues no todos transitamos al mismo ritmo,  pero ocurre en ocasiones que, el enfrentamiento social, fruto de la definición de nuestra identidad, y que vivimos a los siete y once años, además de en la adolescencia,  se puede prolongar, y jamás llegar a un ensamblaje perfecto con el resto de los individuos, siendo este el objetivo más importante de nuestra vida, dado que lo queramos o no, o vivimos y participamos, nos guste o no,   o nos excluimos de la misma.

Fuente; Dr Baltasar Rodero. Psiquiatra. Mayo 2019