La verdad es que no es difícil caer bajo las garras de un maltratador, vivimos en una sociedad en la que cada día van adquiriendo más protagonismo las conductas de riesgo: enfrentamientos entre individuos o bandas, acoso escolar y laboral, peleas permanentes y sin sentido, que en ocasiones terminan con gravísimos accidentes e incluso la muerte. En definitiva, la violencia forma parte de nuestra cotidianidad. Por ello, la conducta de un maltratador sea una continuación del desorden conductual puntual ya, con la peligrosidad de encubrirse de cierta sutileza para su difícil detección.

Génesis

El individuo maltratador, generalmente ha presenciado o sufrido en su niñez comportamientos de maltrato, por lo que instintivamente, impregnado de ciertos mensajes tiende a repetirlos, sin que su conciencia sea consciente del dolor que provocan sus actos, explícitos o insinuados, mediante gestos de desaprobación o desprecio.

Seducción

El itinerario que transitan todos es idéntico: chico agradable, simpático, amable, cercano y chistoso, se acerca a chica, la halaga, coquetea, extiende su red de simpatía hacia ella y sus amigas… lentamente puede ejercer de protagonista del grupo, dice cosas amables y con sentido…, y lentamente el acercamiento comienza a producirse, cada día hablan más, cada día pasan más tiempo juntos, cada día él despliega más simpatía, y cada día el ejerce más protagonismo en la pareja.

Control y posesión

En la siguiente etapa, una vez finalizada la época de seducción, y ejerciendo una relación más cercana, surge un comportamiento de devaluación, que avanza de forma progresiva sin que exista conciencia de tal comportamiento: “Has llegado tarde, es muy incómodo esperar… esa falda no te va con la camisa, no sabes combinar colores…, porque traes ese escote precisamente hoy que está frio, te queda mal ese peinado…, ayer no me viste pero te observé y te estabas riendo con tu compañero…, es mejor que salgamos solos te quiero para mí y los demás nos molestan…, tus padres me parecen muy exigentes en el horario…”.

El objetivo de este comportamiento, definido por las singularidades apuntadas y por otras afines, es el de devaluar hasta despreciar sus capacidades, hacerle saber que además de ignorante, le faltan habilidades para entender las dificultades de la vida, y que ello significa que ha de confiar plenamente en él, depositar toda su confianza, a la vez que sin darse cuenta se aleja de las personas que la quieren y que ella quiere, pero él es el importante, es el que la lleva de la mano, el que sabe que la quiere de verdad; en definitiva “SU DUEÑO”.

El objetivo perseguido está consumado, posesión y control de la pareja, dueño en definitiva de sus actos; con la singularidad, de que ella está sola, ha perdido por el camino todas sus amistades, cercanas y lejanas, e incluso, como sus padres pueden interceder, se ha propiciado cierta lejanía emocional, y, de forma especial, una discreción absoluta, ellos no son sabedores de la trascendencia de la relación de la pareja, y lo que ello conlleva de sufrimiento para su hija. Aquí en ocasiones se da una circunstancia más silente e hiriente, mientras que él ha conseguido alejar de sus padres a la pareja, él ha seducido a los padres de ella, bajo el pretexto que eso ayuda a la pareja, por lo que, si de ello se queja jamás la creerán los padres, pues él se muestra sumiso y servidor con los suegros.

La otra forma es aquella por la que el dominio es tan “glotón”, que la separa de todo, e incluso busca un trabajo en otro lugar para poner distancia con amigos y familia, y aquí es el verdadero señor, el amo exclusivo. Ella no tiene trabajo, ni amistades, ni conocidos, con lo que está encerrada en casa, solo le tiene a él, por lo que no es más que lo que él diga y haga… Tiembla antes de que llegue del trabajo, porque no sabe si habrá realizado correctamente las tareas de la casa… está desconcertada, fuera del mundo en el que vive, incluso sin televisión, saliendo en ocasiones contadas y a lugares  determinados.

Desenlace.

Ella es un objeto más de la casa, cuya ocupación la marca él, solo sabe servir, y no siempre lo hace correctamente. Luego las discusiones y palizas, comienzan a ser frecuentes y cada día más destructoras, llegando por este camino al caos. En cualquier momento que él no sienta que ha sido satisfecho, dado que al final la desprecia tanto que la odia, y desea su desaparición porque no tiene más valor que un jarro de arcilla, que se puede romper en cualquier momento.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2022