El itinerario de la violencia machista, tiene como meta, generalmente, el asesinato de una mujer, esta puede ser: la compañera, una  amiga, una  vecina, la esposa, o una mujer simplemente conocida, o que ha sido observada, sin que sepa quién es, y en consecuencia, alejada del círculo vital del asesino; en definitiva puede tratarse de cualquier mujer, que trate con o sin regularidad, o desconocida en el trato, pero observada en sus movimientos y en consecuencia, deseada.

Este desgraciado fracaso social, ha sido estudiado y tratado, además de en foros específicos especializados, por múltiples autores expertos en el tema, siempre desde la perspectiva de evitar el sufrimiento de las víctimas, y su posible asesinato, para lo que se ha utilizado tiempo de reflexión, que traducido a normas, han logrado cierta mejoría del drama, al conseguir en ocasiones la denuncia de los casos, y con ello el tratamiento o dignificación de las víctimas, afrontando además el desorden conductual del maltratador.

Desde nuestro recorrido profesional, con el tratamiento, tanto de: chicas adolescentes, que comienzan a sentirse controladas y maltratadas; pasando por jóvenes matrimonios, en los que el varón no asume la igualdad como derecho de la pareja, viviendo desde la superioridad y posesión la relación; hasta matrimonios mayores, de más de sesenta años, que han acumulado tanto grado de sufrimiento, por las vejaciones, humillaciones, negación de derechos, desprecios y malos tratos físicos…, la experiencia nos demuestra que, a pesar de haberse dicho casi todo, nunca por repetir una verdad, con tanta carga de profundidad, se comete un error.

Generalmente, en nuestro desarrollo como individuos, vamos a interiorizar lo que vemos, escuchamos o sentimos, somos un vertedero de una enorme carga de sensaciones, cuya suma nos propiciará un tipo singular de comportamiento. ¿Han abusado de nosotros?, ¿nos han maltratado, física o emocionalmente?, ¿hemos observado, vivido, o sufrido, malos tratos; en casa, en el colegio o en la calle, cuyo rebozo nos va a impregnar, provocando el nacimiento de la ira, cuyo crecimiento y desarrollo, engendrará sentimientos de hostilidad, venganza, rencor,… de tal forma que esa carga explosiva, habrá en algún momento de estallar?

Esto quiere decir, que al maltratador se le puede reconocer en el trato, en la cercanía, en una relación próxima, por lo que una joven cualquiera, con inteligencia normal, es capaz de detectarlo. Claro que son generalmente hábiles, y el acercamiento es sutil, incluso amable y distendido, vendiendo dulzura y compresión, pero al poco tiempo emitirá señales de: deseos singulares, de imposición, de exigencia, de control, de posesión, de un trato irregular, sorpresivo, nada ordenado, algo que no nos gusta, pero que la joven entiende que puede cambiarle, y embarcándose en ese deseo, persiste, persiste, y cuando se da cuenta, como la ha alejado de todos, para que sea más vulnerable y débil, al no tener con quien compartir porque siente vergüenza, incluso temor por si él se entera, sigue y sigue, hasta consumarse el acto final.

La primera señal que emite un maltratador es la de seducción dulcificada, amable, mostrándose comprensivo, solidario y generoso, es como un repartidor de amabilidades, de exquisiteces, es la envidia de las otras compañeras, es un hombre ideal. La segunda señal es la de control, y con ello la de posesión; ya es nuestra, ya está satisfecha con nosotros, “ya come de nuestra mano”, iniciando el repertorio de críticas; no me gusta ese escote, es demasiado generoso, esa falda es excesivamente corta, sonríes a cualquiera más que a mí, te paras con cualquier chico, parece que les prefieres a mí, eres excesivamente simpática. Un paso más para culminar la posesión, comienza con la imposición: no salgas con…, no mires a…, no te pares con…, aléjate de…, trae tu móvil haber si has cumplido con lo que te dije…, para terminar, siguiendo este camino, en la soledad, sin amigas ni amigos, incluso lejos de la familia, sin que exista una persona a la que pueda pedir ayuda, “es para él, y él que es lo que buscaba desde el principio, ya lo ha conseguido”.

La ha cambiado de hábitos: es diferente, más rara y huraña, además de más solitaria; la ha alejado de los suyos, conocidos, amigos, y familia; la necesita sola, así es más débil y más obediente, además de más sumisa, no tiene a nadie, por lo que el dominio es total; es un juguete con el que se satisface, con el que neutraliza su rabia, ira, y resentimiento; el castigo es la parte sustancial del juego, provoca sufrimiento que lo exalta, le complace, hasta consumar su destrucción total, como el éxtasis del poder.

 

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023