A cuantos huyen de sí mismos en busca de una identidad, a los insatisfechos, inseguros o itinerantes, que deambulan sin sentido concreto, a los disidentes, a los que protestan desordenadamente, a todos aquellos situados entre los 13, 15, 23, 38, 51, 0 79 años, porque a esta edad, además de determinada indumentaria, hay quien presume de rompedor; a todos aquellos que los raíles de la vida les quedan estrechos, a los que buscan nuevas experiencias, a los que la adrenalina les seduce tanto, que puede llegar a doblegar su voluntad, a todos aquellos que practican ocasionalmente actividades con riesgo extremo, temiendo sus consecuencias, pero retando al mundo ordenado, a los suyos, al ambiente en el que viven… a todos estos, y a todos aquellos afines; hoy deseo mandarles un mensaje de serenidad, de paz, de descanso, y la súplica de la práctica de un comportamiento ejemplar, porque ciertas actividades, llevadas al extremo, son las responsables de la morbimortalidad en esta etapa de la vida, de aquí que el consumo de drogas, los embarazos precoces por no aplicar elementos de protección, la mala alimentación, las enfermedades de transmisión sexual y alimentarias, las depresiones y el suicidio… sean alguna de las caras de la consecuencia, de no caminar por el camino que nos corresponde.
Hemos de señalar que, después de la niñez, es la adolescencia la etapa en la que el individuo se siente más vulnerable, es la época en la que se adquieren nuestros hábitos, aquellos que nos identifican, y que generalmente nos acompañarán toda la vida, estos pueden ser positivos, como la práctica deportiva en general, la lectura, visitas al campo, cultivo de relaciones familiares… y negativos o destructores, aquí es donde se inicia el consumo de tabaco, alcohol, el sedentarismo y malnutrición, las diversas adiciones cada día más complejas y graves, las actividades sexuales sin protección, embarazos no deseados, deserción escolar, enfermedades alimentarias, incluso causas de invalidez y muerte por accidente, de aquí que en la Convención por los derechos del niño y adolescentes, se les reconozca como portadores de derechos, especialmente los referentes a su protección. La protección del derecho integral del joven, la no discriminación, la participación e implicación social, son derechos que deben de ser respetados y protegidos. Sabemos el valor de la adolescencia, que en 2009 representaba una quinta parte de la población mundial, que ha aumentando de forma exponencial, representando el 85% en los países en desarrollo.
Las conductas de riesgo en esta edad, además de ser naturales, pues forman una parte esencial del desarrollo o crecimiento del adolescente, porque se aprende viviendo experiencias, implicándose, y esta es una forma más de participación; en ocasiones puede conllevar un riesgo, pero como esta actitud responde a la búsqueda de autonomía o libertad, los progenitores han de enseñarles a afrontar determinados comportamientos, haciéndoles saber los cuidados que han de observar. Neurológicamente está demostrado, que las emociones, los deseos… crecen a una velocidad superior, al control de los impulsos inhibitorios, de aquí la necesidad de cuidar la contención. De todas formas, el joven tiene una enorme atracción por el riesgo, se sabe que sienten la necesidad de buscar experiencias nuevas y emocionantes, y es que su cerebro es muy sensible, a las emociones que provocan experiencias gratificantes, de aquí la búsqueda del disfrute de emociones fuertes. También las ansias del adolescente de conseguir más independencia, puede empujarles a la transgresión de los límites fijados por los adultos, aunque esa actitud puede ser exasperante, es una prueba de disfrute. El joven sometido a cierto grado de tensión, preocupación u obsesión, o aquel que se siente solo, que carece de conexiones sociales, son los que más buscan aquellas situaciones que se enfrenten más a la norma, y al contrario, un ambiente de equilibrio familiar, junto a unas óptimas relaciones en la familia, van a actuar de secantes. También es un hecho, que cuando el joven está con adultos, por mimetismo, actúan de forma más adecuada, así como cuando están rodeados de amigos, se estimulan especialmente en situaciones emotivas. Las actividades de riesgo que se ejercen, generalmente se sitúan más cerca de nuestros intereses, o aficiones, en otros casos son pura imitación. Los chicos son más propensos a adoptar este tipo de comportamientos que las chicas.
Las conductas de riesgo, son propias de la adolescencia en su búsqueda de identidad. Pueden darse individualmente, en situaciones de enorme tensión, o de soledad extrema, y supone una llamada, “estoy aquí soy uno más, no me abandonéis”. Se pueden dar fruto del ambiente grupal, aquí florece el síndrome del pavo real, que expone su hermosura y grandeza, y que además proyectará a su mundo, a través de las redes sociales, su sentimiento de omnipotencia.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2024
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