Todos disponemos de experiencias de lo que significa el orden en nuestra convivencia, para lo que la sociedad se ha dado determinado tipo de estructuras institucionales, que después de estudiar cada circunstancia, para cada misión o acontecimiento social, dicta unas normas para su realización, para su cumplimiento con el mayor grado de eficacia y en ausencia de peligro. Pensemos lo que significaría la escolarización, la visita a los museos, las compras en los diversos comercios o la estancia en hoteles, o la circulación… sin orden, sin normas que lo regularan, es algo inimaginable, el caos se adueñaría de todo, y nuestra estancia se llamaría selva, donde reinaría el más fuerte.
En ocasiones lo vivimos en directo con alguna manifestación, a la que todos tenemos derecho, algo que jamás pondré en duda, pero si afirmo mi desaprobación para las formas que en no pocas ocasiones estas se llevan a cabo. Rotura de escaparates costosos para los dueños, de fachadas, de mobiliario urbano, quema de coches y demás objetos situados en su camino, robos claros y llenos de alegría, con expresión de haber logrado un objetivo deseado, enfrentamientos con los individuos que les hacen saber de su violencia…
Esta actitud irresponsable, o este enfrentamiento con la norma, o este atropello a la sociedad, se puede dar en cualquier lugar o tiempo, como en el actual tiempo pandémico, que no solo no está en juego, un escaparate, o la quema de un coche, o un robo de un supermercado… sino que está situada sobre la mesa, la vida de cada individuo, que es sagrada para él y para la sociedad, porque ésta es en parte propietaria de la misma, es la responsable de su formación, dándole además todo lo que para ello necesita, la posibilidad de una vivienda, parques, calles asfaltadas y limpias, carreteras, agua y luz, compañía de otros individuo y atención sanitaria para el disfrute de todo ello.
No, no puede hacer cada uno lo que desee, lo que le guste, eso se deja para los bebes o los deficientes, hemos pues de hacer lo que nos corresponda como ciudadanos, no podemos conducir por la izquierda, ni aparcar en lugar incorrecto, ni acelerar frente a un paso de peatones, ni tampoco asistir a la clase que queramos y cuando queramos, ni tampoco visitar un museo en el momento que nos apetezca, hay normas que regulan todo, y todos hemos de respetarlas, y de no ser así hacernos responsables de sus consecuencias.
El negarse a vacunar, cuando los científicos están manifestando su obligación por los beneficios que aporta, cuando se está demostrando su eficacia, con la levedad de los síntomas cuando se sufre, o con la disminución de ingresos hospitalarios y de estancias en las UCIS, siendo en ésta el número de no vacunados muy superior al de vacunados, así como la gravedad de los casos, y si además, caso de sufrir la invasión del virus lo pueden trasmitir, no solo a sus padres, hermanos y familia, sino a la población en general, verdadero atentado contra la vida de la sociedad, algo que por conocido, ha de prohibirse.
Si jurídicamente no se pudiera obligar a vacunar, cosa que me resulta increíble, si se puede tomar otras medidas que eviten su falta de civismo, respeto y solidaridad, y que podrían responder a un aislamiento social, nadie que no esté vacunado, puede visitar o asistir a cualquier acto publico. Nadie puede viajar en tren, en avión, en autobús, visitar espacios culturales o de ocio, asistir a clase, en escuelas, universidades y centros educativos… en resumen, estos espacios deberían de estar controlados por la autoridad, como lo están para vigilar el orden y buenas costumbres.
Por otra parte, como el argumento que utilizan es de que no existe el virus, o es igual vacunarse que no vacunarse, o que la vacuna tiene efectos secundarios graves… todas las personas que, sufrieran la enfermedad de la covid-19, y necesitaran un tratamiento hospitalario, deberían hacer frente a los gastos correspondientes, como se ha comenzado a hacer con los irresponsables que, gustándoles los deportes de riesgo, cada día se exponen más hasta llegar a perderse en el bosque, a ser sacados del mar con bandera roja, o recogidos en cavernas o torrenteras.
Quiero expresar, que la sociedad se ha de proteger mediante el dictado de normas de convivencia, y que éstas han de ser de obligado cumplimiento para la totalidad de la ciudadanía, superando el me gustan o no me gustan, es una obligación de las autoridad a la que han de hacer frente a la mayor brevedad.
Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2021
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