Cada fin de semana ofrece, sin cambios sustanciales, las mismas imágenes, por otra parte sabidas previamente. Un grupo más o menos numeroso de jóvenes y menos jóvenes, se citan a través de las redes sociales, forman grupos más o menos numerosos, beben y beben en una mayoría sustancial, no se da otra alternativa, y ya se sabe, el alcohol, como la mayoría de las sustancias psicoactivas, desinhiben, y se inicia la diversión, anarquía, desorden, conflictos, enfrentamientos entre ellos y con los que pretenden poner orden, destrucciones de todo tipo de enseres, situados en la vía pública o en sus aledaños, rotura de escaparates y mobiliario, enfrentamientos personales o de grupos, tratando de imponer códigos previamente pactados, en definitiva destrucción, caos y desorden.

Claro que esto no es nuevo, se repite y se repite sin que se haya conseguido ofrecer una respuesta, que no sea la de alejarse normalmente la policía, dado que esto suponía la mecha que esperaban los más conflictivos para incendiar al grupo, a parte de esta actitud inteligente, algunas detenciones que terminan en puestas en libertad en 24 o 48 horas, permitiéndoles además penetrar en un grupo del que presumir, “a mí me han detenido 15 veces y aquí sigo, tenemos razón, a por ellos”.

Si pensamos sólo un poco, primero los jóvenes en una mayoría ni estudian ni trabajan, están sueltos, carecen de referentes, viven de forma disipada sin tener que hacer, luego cualquier propuesta que les acerque a los demás, que les de una identidad de grupo la aceptan, este grupo forma el grueso del movimiento, personas normales, que aceptarían un trabajo, que aceptarían entrar en la órbita social, que desearían participar, implicarse en la vida, y que lo pretenden remitiendo sus currículum, y no lo han conseguido.

Otro grupo, le forman personas que funcionan normalmente, que saben de una fiesta que les acerca a otros jóvenes, y que se muestran atraídos porque no se da otro tipo de cita, se desplazan ellos y ellas con la mejor fe, con el deseo de pasarlo bien, hablar, reírse, comentar sus circunstancias, comentar su vida, lo necesitan para crecer, para ejercer su mayoría de edad, y así lo hacen, pero sin saber cómo, aunque quizás lo esperen, se ven envueltos en una turba de descerebrados y mastuerzos, en la que quedan enredados.

Otro grupo es aquel lleno de rabia, de ira, de resentimiento, que se sitúa en contra de todo lo que se mueve, con deseos de destrucción, no han conseguido nada, y su resentimiento es su capital especial y fundamental, son los responsables de conducir al grupo, de tonificarle, y de enredarle, situándose a su sombra, rompiendo, destruyendo cualquier cosa que se ponga por delante.

¿Tiene algo que ver un coche en los hechos?, pues lo incendian, como incendian y destruyen el trabajos de muchas familias, atravesando sus escaparates y robando mercancías, o enfrentando a grupos de forma violenta, tanto que las navajas o cuchillos hacen acto de presencia, provocando alguna muerte, esto trasciende más allá de nuestras fronteras.

Todos o casi todos sabemos que esto no puede seguir así, que debe darse otra respuesta, que además de vidas, y coste económico, por la enorme destrucción de todo tipo de enseres, también se invita a otros jóvenes que pueden en algún momento identificarse con este proceso, prestándole más fuerza.

La base de todo en mi criterio, o uno de los argumentos más importantes es que, ¿dispone la juventud de algún tipo de actividad nocturna?
¿Si un joven desea hacer algo constructivo, ir a un museo, jugar un partido de baloncesto, de balonmano o de fútbol, ir a alguna biblioteca, participar en un teatro o asistir a alguna sesión de cine, lo puede hacer?, ¿qué le queda para poder reunirse con sus amigos en torno a algo positivo y agradable?

Creo honestamente que carecen de respuesta, por lo que la calle es su única alternativa, en la que con cierta facilidad son citados y dirigidos por un grupo minoritario, de seres que carecen de empatía social e individual, con un perfil psicopático, y que inteligentemente se están aprovechando de la voluntad de unos muchachos generosos, honestos, laboriosos, que necesitan de nuestro apoyo.

Espero que esta consideración sea atendida, de tal forma que cualquier joven, encuentre respuesta a sus múltiples inquietudes, y no tenga que acudir a eventos provocados por los agitadores de turno, no es difícil ni tampoco costoso, con el dinero con el que se repara los desperfectos que ocasiona la plebe, se abona el costo de mi propuesta.

Autor Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2021