En cuantas ocasiones hemos escuchado a algunos padres, el comentario de que su hijo es un mal educado, desobediente, porque no acepta lo que le imponen, manifestando además claramente un no como respuesta. No sólo no aceptan lo que le dicen, lo que le recomiendan, lo que le ordenan, sino que de forma clara manifiesta un no rotundo, un no sonoro, un no incluso con rabia cuando se siente acosado. Ocurre que es la fórmula de la búsqueda de la identidad, es una manera clara de manifestar que es diferente, distinto, que es otro yo, se ha producido un desapegamiento de los padres, ha encontrado su personalidad, y lo manifiesta sonoramente, con la frase de, “yo no soy tú, soy yo”, y lo demuestra distanciándose de nosotros. -“Soy una persona distinta a tí, he crecido, me he desarrollado, y he adquirido una determinada personalidad, que no es la tuya, es la mía, yo soy yo, no soy tú”.
Esta situación normalmente surge sobre los tres, cuatro o cinco años, niños que hasta entonces nos seguían, no se separaban de nosotros, aceptaban nuestras propuestas, eran dóciles y obedientes, de repente surge un rugido volcánico que nos estremece, de tal forma que tenemos que buscar una nueva perspectiva, para enfrentarnos a una realidad nueva, y cuando menos extraña. Aunque no siempre es así, en ocasiones el niño es sensible, amable, plegable a los intereses de los padres, y es tanta su dependencia, alimentada por el placer que rezuma tal actitud, por unos padres protectores, que al niño le cuesta oponerse, decir no, -“les hago daño a los padres, les provoco un dolor innecesario, me pliego a sus intereses”, y el niño se desarrollará obediente, disciplinado, tierno, buscando el afecto, y su asertividad, o su seguridad futura, se verá resquebrajada.
En otras ocasiones, podemos situarnos frente a padres autoritarios, exigentes, represores, críticos con cualquier actitud, que no se corresponda con la esperada, frente a este grave obstáculo, el niño tiene difícil salida, se le critica por casi todo, se le dirige desde la exigencia, no se le da respiro, todo está ordenado, ajustado a un programa en el que él no ha participado, y la salida puede ser doble; desde la contrariedad, enfado, lleno de irritación y agresividad, puede elegir dirigir esta hacia el exterior, manifestando una conducta disruptiva, desordenada, anárquica, agitada, llena de desencuentros en el colegio y en la calle, además de en casa; o puede dirigir su agresividad, su disconformidad, hacia su interior, expresándose, apático, lento, despreocupado, pasota, en ausencia de motivación, esperanza, y especialmente de amigos, observando un tono bajo de ánimo.
De acuerdo con nuestro desarrollo, y teniendo en cuenta nuestra capacidad de expresarnos, de movernos en medio de la familia, de nuestras relaciones sociales, del tipo de dependencia de nuestros padres y familiares, de la significación de los diferentes modelos, de los que interiorizamos pautas de comportamiento, nuestra forma de ser será distinta, de tal forma que, hay adultos en los que la definición de criterios, realidades, y fantasías, nacen de una libertad asumida desde niños, y otros que dudan, que su camino en ocasiones es un calvario, que los demás condicionan su vida, al carecer de un carácter bien definido, en definitiva que les cuesta decir no, quedando mal con ellos mismos, por querer quedar bien con los demás.
En ocasiones se da otra figura, que se fundamenta en el amor, o en la generosidad, no se desea herir sensibilidades, y ello nos exige en ocasiones, decir algo con lo que no estamos de acuerdo, pero con la intención de no provocar un mayor mal, esta medida puede ser lícita y positiva, a la hora de conservar cierto tipo de convivencia. Hay situaciones en las que aceptamos ciertos compromisos sin que nos convenga, -“estamos estudiando, tenemos que preparar un tema, para nosotros es importante para conservar la buena nota que tenemos, pero por no saber decir no, me invitan al cine y acepto, abandonado el estudio”. O en otras ocasiones aceptando un viaje de fin de semana, cuando ando escaso de dinero, …el complejo de inferioridad nos condiciona.
En definitiva, hemos de velar siempre por nuestros intereses, sin que esto signifique pisotear los intereses de los demás, y entre quedar bien con ellos, o con nosotros, elijamos siempre con nosotros. Esto tiene un claro significado, y es el que nos queremos, nos tratamos bien, con cariño, nos atendemos a nosotros mejor que tratamos a los otros, y es lógico, nosotros, siempre hemos de ser lo primero, para nosotros.
Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023
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