23 Jul 2020
J julio, 2020

La incertidumbre

Baltasar Rodero

Se trata de un estado que puede presentar cualquier individuo, frente a una expectativa esperada, a la vez de incierta, “no sabes que va a ocurrir”.

Nos impregna el miedo de lo inseguro, la orientación se atenúa, en ocasiones no damos con la tecla adecuada, la capacidad para pensar se aplana, y las coordenadas de la vida pierden nitidez, nos sentimos sin querer, tensos, con cierto temple de inquietud, tenemos dificultad para concentrar nuestra atención, se trata de un estado general desagradable, desde él que se es incapaz de disfrutar

Nos preparamos uno o más años un examen, estudiando diariamente un buen puñado de horas, nos situamos en su momento frente a la prueba, de la que puede depender nuestro puesto de trabajo, nos examinamos, y la expectativa frente al resultado incide en nuestro equilibrio emocional, en ocasiones de forma claramente expresiva, e incluso aparatosa.

Se ha convocado un puesto de trabajo, cuyo perfil cumplo sobradamente, estoy en paro, mi satisfacción en principio es grande, se me abre una puerta, la esperanza surge espontáneamente, lo solicito, nace de inmediato la expectativa, ¿me llamarán?, ¿tendrán en cuenta mi solicitud?, ¿cuánta gente cumplirá los requisitos que solicitan en la convocatoria? Seguro que no me tendrán en cuenta.

No obstante, un día me llega una carta por la que me convoca a una entrevista, y crece la expectativa, ¿sabré?, ¿podré?, ¿conseguiré superarla?, ¿será muy exigente?

Me presento a la misma, inquieto, nervioso, pero esperanzado, cumplo todos los requisitos, no tengo por qué temer nada, me he preparado lo suficiente, sobradamente para lo que requieren o exigen.

Supero la entrevista, pero la expectativa sigue, persiste quizás con menos intensidad, me he sentido bien, seguro, pero, ¿cuántos lo habrán hecho como yo, o mejor?, ¿cuántos con mi formación y experiencia habrán participado?, ¿tendré alguna posibilidad?

La emoción mantenida, o incertidumbre, crece, la preocupación, inquietud, desazón, malestar, nerviosismo, tensión, irritación fácil, pérdida de sueño y apetito, el malestar en general, se hace cada día mayor, tanto, que nuestro contacto social se dificulta, hemos perdido la paz interior, hemos perdido la serenidad, nos sentimos sudorosos, nerviosos e intranquilos, de forma permanente.

Estas situaciones han sido generadas por nosotros, en un momento determinado, pensamos en participar en una oposición, o solicitar un puesto de trabajo, actos que surgieron desde nosotros, de forma libre y voluntaria.

Pero existen otras ocasiones, en las que no participa la voluntad, no se eligen, surgen de forma espontánea, sin esperarlo, sin saberlo, y en las que jamás habíamos pensado, ni incluso fantaseado con ellas, como ha ocurrido en el caso del covid-19.

Un virus desconocido, cuyo reservorio es el murciélago, que ha surgido en China, y ha caminado con rapidez a lo largo y ancho de nuestro mundo, provocando en todos aquellos con los que contacta, cuadros clínicos, desde asintomáticos a graves y muy graves, e incluso la muerte, se trata de una pandemia o epidemia mundial.

El miedo ante este hecho, nos ha invadido a todos, exigiendo rígidas respuestas defensivas, incluso hasta el confinamiento de la población, amén de un enorme despliegue de medios higiénico sanitarios, y abultadas demandas de servicios, en todos los centros sanitarios, además de un enorme coste económico, y bloqueo de hospitales.

Pasada esta primera fase de contacto con el virus, vivimos la impresión de una falsa victoria, saliendo a la calle con material defensivo, pero la expectativa de una nueva invasión persiste, el virus sigue caminando entre nosotros, haciéndose presente, mediante la persistencia de un goteo de rebrotes, que salpican toda nuestra geografía nacional, y que además ocasionan fallecimientos, de aquí que la incertidumbre persista, ocasionando miedo, que puede llegar a ser paralizante.

Siempre, frente a un estado de incertidumbre, podemos responder con la resignación, creciendo con ello la inhibición, y desapareciendo la imaginación y la fantasía, esenciales para poder conseguir una respuesta adecuada, nuestra voluntad queda ensombrecida, y nos convertimos en marionetas movidas por la situación.

Podemos también aceptarlo, es duro y difícil, pero reconocemos inteligentemente que no hay alternativa. Esta actitud limita nuestra angustia, a la vez que facilita la espera, desde la conservación de cierta serenidad, desde la que podemos establecer una estrategia adecuada, unos tiempos ordenados, con el manejo del material más adecuado.

La negación, respuesta muy común entre los individuos, ¡no puede ser que esto me ocurra a mí! o la queja, ¿por qué me ocurre esto a mí?, o el enfado o enojo por lo que ocurre, o el desprecio, quitando valor al hecho, son todos los términos que debemos despreciar, para abrazar sin duda la aceptación, el reconocimiento del hecho, porque sólo desde aquí, podremos aspirar a construir una respuesta adecuada.

Si aceptamos cualquier hecho, inesperado, o no, éste nos provocará una inquietud normal, permitiendo un lógico estado reflexivo, desde el que poder elaborar la respuesta más adecuada, desde cuya seguridad se suscitará la esperanza, embrión de la paz interior.

Abrámonos al mundo, escuchémosle, entendamos su realidad y ordenémosla, corrijamos los errores sabiendo que somos imperfectos, subrayemos los aciertos, seamos dueños de nuestra vida, seamos pilotos de nuestros sentimientos y emociones, diseñemos caminos y metas, con todo ello podremos, sumando el esfuerzo y la perseveración, y tomando como punto de partida la aceptación, conseguir cualquier objetivo que deseemos, dentro de los normalmente alcanzables.

Autor: Dr Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander, Julio 2020.